«En Haití, se trata de sobrevivir», dice el obispo Quesnel de Fort-Liberté
La violencia de las bandas, la emigración forzosa y la pobreza siguen asolando Haití. El obispo de Fort-Liberté, Quesnel Alphonse, habla a ACN de los saqueos de las bandas, la creciente influencia del Islam y el trauma de una población que «se siente completamente perdida».
Haití atraviesa un momento muy difícil, marcado por el aumento de la violencia de las bandas y el colapso de los servicios básicos. ¿Diría que la situación está empeorando?
Definitivamente, sí. Si tuviera que elegir una palabra para describir la situación, diría «asfixiante». Es como si nos estuviéramos ahogando. Se trata de sobrevivir. Las cosas son cada vez más difíciles y no sabemos qué va a pasar. El hecho es que la gente se siente muy perdida. La gente es más que pobre; vive en la miseria. Esto afecta a todo el país. La desesperación está a flor de piel, y cuando es así, puede pasar cualquier cosa. Es una gran pena, sobre todo cuando estamos a punto de comenzar el Jubileo de 2025, un momento que hemos estado esperando con esperanza.
¿Cuál es la situación de los haitianos que se trasladan a la capital, Puerto Príncipe, en busca de una vida mejor?
La gente del campo, que no encuentra solución a sus problemas en las zonas rurales, ha emigrado a Puerto Príncipe, que no está preparado para acoger a una población tan numerosa. De los 12 millones de haitianos, tres millones viven ya en la capital y sus alrededores. Esto hace que la miseria sea aún mayor. Además de la miseria, en los últimos tres años hemos visto surgir un nuevo fenómeno: las bandas. En un solo fin de semana de diciembre, 184 personas fueron brutalmente asesinadas en actos de violencia. Es terrible. Es muy fácil que las bandas armadas se organicen en esta ciudad superpoblada.
¿Qué problemas causan estas bandas?
La gente del campo prefiere llevar sus productos a la capital, porque allí consiguen mejores precios, pero las bandas dificultan el transporte. Sin embargo, eso no es lo peor. Se repite el fenómeno de las familias que lo pierden todo en una sola noche, porque las bandas llegan a sus barrios y les quitan todo lo que tienen; ocupan sus casas y les obligan a marcharse.
Todo esto debe afectar a las familias.
Sí, muchas familias se han visto separadas por este motivo. El padre puede estar en la República Dominicana, la madre en las Bahamas y los hijos en Estados Unidos. Muchos haitianos arriesgan sus vidas en el mar en busca de una vida mejor. Sin embargo, no siempre son bien recibidos en estos países y sufren discriminación. Esto afecta a las familias, que acaban siendo separadas. La familia, que es un pilar fundamental de la sociedad, está amenazada, lo que provoca inestabilidad social. Las familias son esenciales, y esta situación tiene muchos efectos, incluso en las vocaciones de los jóvenes. Conocemos casos de musulmanes que atraen a los jóvenes dándoles casi 100 dólares para que se conviertan. Aunque el islam es una religión minoritaria en Haití, su presencia va en aumento. Es triste ver a estos jóvenes convertirse por necesidad, más que por convicción. Muchos también acaban uniéndose a las bandas por la misma razón.
¿Qué ofrecen las bandas? ¿Cómo reclutan a la gente?
También utilizan el dinero, sobre todo en los barrios muy pobres. Ayer escuché el testimonio de un joven que se unió a una banda. Dijo que era huérfano, que no tenía a nadie y que, por eso, su vida carecía de sentido. Las bandas le dan a uno un sentido de pertenencia, y eso es un peligro. No es solo un problema económico; es existencial.
El fenómeno de las bandas es una cuestión de supervivencia. En situaciones de extrema necesidad, la gente está dispuesta a todo, incluso a matar. Y a esto se añade el problema de las drogas. Bajo la influencia de las drogas, y para obtenerlas, muchos jóvenes están dispuestos a todo. Pierden su humanidad y pueden llegar a extremos. Los jóvenes de los barrios más conflictivos están completamente perdidos.
¿Hay signos de esperanza en el país? ¿Cuál es la situación en su diócesis, por ejemplo?
Sí, algunas cosas están mejorando. Algunos desplazados internos han empezado a regresar, pero el proceso es extremadamente traumático. Lo que se encuentran cuando vuelven a casa es un choque emocional y psicológico tan grande que podría destruir a la mayoría de la gente. Llevará tiempo, mucho tiempo, poder volver a vivir, poder regresar a una casa que fue saqueada y ocupada. Esto demuestra lo desesperada que es la situación. Como he dicho, es una crisis existencial. Afecta totalmente a las personas. Se está cuestionando la identidad de los haitianos y haitianas, y eso requiere una atención urgente. Y luego tenemos otros problemas, como el bloqueo de las carreteras, que dificulta los desplazamientos a la capital.
¿Podría ser el Jubileo de 2025 un momento importante para Haití? ¿Cómo puede la Iglesia, con la ayuda de benefactores internacionales, ser fuente de sanación y reconstrucción en un país marcado por tanto sufrimiento?
Como dice el Papa Francisco, hay cuestiones que nos invitan a comprometernos y a ofrecer signos de esperanza. En la bula del Jubileo, el Papa aborda la cuestión de los migrantes, una realidad que nos toca profundamente. Todos debemos reflexionar sobre esta situación, no solo en la diócesis de Fort-Liberté. Es un proyecto que debemos tomarnos muy en serio el año que viene. Y el Santo Padre habló también del alivio de la deuda de los países pobres… Este Jubileo podría ser una gran fuente de esperanza para Haití.
Quisiera aprovechar esta ocasión para expresar mi profundo agradecimiento a los bienhechores de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), cuya generosidad y apoyo continuos a lo largo de estos últimos años han sido cruciales para nosotros en un momento tan difícil de la vida de nuestro país.
En 2024, ACN apoyó a la Iglesia en Haití con más de 70 proyectos. En particular, la fundación apoyó radios diocesanas, proyectos de paneles solares y la formación y gastos de manutención de sacerdotes, religiosos y catequistas.
― Lucía Ballester Bellver