Mozambique tras el ciclón: «¿Qué será de nosotros ahora? Lo hemos perdido todo»

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Cabo Delgado fue la zona más afectada por la furia del ciclón Chido, que arrasó Mozambique en la madrugada del domingo 15 de diciembre, tras causar destrozos en el archipiélago francés de Mayotte. Hay decenas de víctimas mortales, y miles de personas lo perdieron todo. Ahora se preguntan cómo sobrevivirán. En un primer informe, la diócesis de Pemba habla de una «espantosa escena de destrucción», e incluso los campos de desplazados internos para víctimas del terrorismo fueron arrasados.

En cuanto salió el sol el lunes 16 de diciembre, se hicieron patentes los daños causados por el ciclón Chido en Mozambique. Varias diócesis se vieron afectadas, entre ellas Nacala, Nampula y Pemba, pasando por Tete y Lichinga, todas las cuales informan de una destrucción generalizada. Miles de personas perdieron sus casas y sus pertenencias y ahora se preguntan cómo van a salir adelante.

Crédito de la foto: Obispo de Pemba, Antonio Juliasse Ferreira

La diócesis de Pemba, que abarca Cabo Delgado, sufrió los peores daños. «Este ciclón ha sido devastador. Da miedo ver la destrucción que han causado los fuertes vientos en tan poco tiempo», dijo el obispo local António Juliasse, en un mensaje a la organización caritativa católica Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). Miles de frágiles casas fueron barridas por el viento, e incluso iglesias, que normalmente se construyen con materiales más resistentes, quedaron destruidas.

«En nuestra diócesis, cerca de 50 iglesias, desde las sedes parroquiales hasta las iglesias de las comunidades locales, quedaron destruidas o sufrieron daños en sus tejados. Es mucha destrucción. También tenemos escuelas cuyos tejados volaron por los aires, o cuyos suelos quedaron destruidos, y muchos otros bienes también quedaron destrozados. En Chiúre, todos los tejados de los edificios de la Granja de la Esperanza resultaron dañados, así que la destrucción fue generalizada», añade el obispo, pidiendo oraciones por la población de la región. ACN se ha ofrecido a ayudar a restaurar estas estructuras tan importantes para la Iglesia.

Desolación

La hermana María Aparecida Ramos, socia del proyecto de ACN en Pemba, se ha encargado de recabar información sobre el alcance de los daños, pero no es un trabajo fácil. «Estamos teniendo muchas dificultades con la comunicación», dijo la religiosa a ACN el 16 de diciembre. «Hemos perdido toda comunicación con Mecufi. He enviado una moto allí para tener noticias». No tardó en hacerse una idea de la gravedad de la tragedia en Cabo Delgado. «Es una situación muy desoladora. Hay mucha destrucción», dijo la hermana. «¡Por favor, recen!».

En Nacala, Nampula y Tete también se estaba haciendo balance de los daños causados por Chido. El obispo de Nacala, Alberto Vera, resumió brevemente la situación: «Toda la zona de las orillas del río Lúrio resultó muy dañada, sobre todo los distritos de Memba y Erati. En Chione, Odinepa y Alua, muchas casas de adobe quedaron destruidas. Una joven murió al caerle encima un muro en Alua. Muchas capillas, escuelas y centros parroquiales perdieron sus tejados, y las carreteras están intransitables», escribió el obispo Alberto a ACN. Su mensaje termina con una frase que describe bien su estado de ánimo: «Cada fotografía que recibo es más desgarradora que la anterior».

Miles de casas destruidas

ACN también ha recibido fotografías desgarradoras que muestran la furia del viento y la lluvia que arrasaron con algo más que muros y tejados. Miles de personas también vieron cómo la tormenta se llevaba sus medios de vida, en una región que lleva en crisis desde octubre de 2017, cuando estalló una insurgencia terrorista, liderada por un grupo que reivindica su lealtad al Estado Islámico. El domingo, sin embargo, el terror vino de los cielos, con vientos que alcanzaron aproximadamente 161 millas por hora y dejaron al desnudo la gran pobreza en la que vive la población del norte de Mozambique.

Sor Aparecida habla de «dolor y desesperación» en toda la provincia de Cabo Delgado, «justo cuando la gente empezaba a sembrar sus cosechas, con la esperanza de no pasar hambre en Navidad. ¿Y ahora qué? No tienen comida, ni casa, ni pertenencias».

Un estribillo común entre la gente es «¿Qué será de nosotros? Lo hemos perdido todo». Apenas hay electricidad; las comunicaciones son escasas; y los grupos terroristas siguen activos, sin dejar de sembrar el miedo y la destrucción. Pero en medio de la desesperación, la gente puede estar segura de que la Iglesia está ahí para acoger con los brazos abiertos a los más necesitados. Las comunidades religiosas y las parroquias, incluso aquellas que vieron sus propias infraestructuras destruidas o dañadas, están acogiendo a las familias que lo perdieron todo, allí donde pueden acogerlas.

Ayuda a la Iglesia que Sufre ya tiene muchos proyectos sobre el terreno para ayudar a las víctimas del terrorismo y a la Iglesia local, y ha renovado su llamamiento a amigos y benefactores para que muestren su solidaridad con Cabo Delgado.