Los obispos de Ucrania ponen sus esperanzas en la consagración internacional del Papa Francisco

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CUATRO SEMANAS DESPUÉS DEL COMIENZO DE LA GUERRA, muchos creyentes de Ucrania tienen puestas sus esperanzas en la consagración del Papa Francisco, el 25 de marzo, de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María. En declaraciones a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), el obispo de Odessa, Stanislav Szyrokoradiuk, dijo: “Junto con todo el mundo, rezamos con gran esperanza y pedimos que se rece. Creemos en la ayuda de María, la Madre de Dios”.

El obispo Szyrokoradiuk informó de que, aunque Odesa se había librado de lo peor de los combates durante las primeras cuatro semanas de la guerra, estaba preocupado porque la ciudad estaba actualmente bajo fuego y había frecuentes avisos de ataques aéreos. “Tememos constantemente un ataque desde el mar”, dijo.

Obispo Szyrokoradiuk

Odesa se encuentra en el Mar Negro, no muy lejos de Crimea, donde están estacionados muchos buques de guerra rusos. El obispo lamentó que los pensamientos sobre sus parroquias y la gente de la región le causen un constante “miedo y dolor”. “Dios mío, tanta gente está muriendo cada día”.

A pesar del aumento de los combates, las comunidades católicas de Odessa y de otras partes del país se han preparado para la consagración con novenas y devociones, como en Kharkiv, en el este de Ucrania. En un mensaje de vídeo desde allí, el obispo Pavlo Honcharuk informó: “Quisiera compartir con vosotros mi alegría por la iniciativa del Papa Francisco de consagrar Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María”.

Obispo Huncharuk

Desde el comienzo de la guerra, Kharkiv se encuentra entre las zonas más disputadas del país. El obispo Honcharuk documentó recientemente para ACN la destrucción de apartamentos privados. Un misil también impactó en el tejado de la casa del obispo, como se ve en la foto de esta página.

El obispo Honcharuk continuó diciendo que, en medio del sufrimiento y la destrucción, la consagración era “un signo de la victoria de Dios, del amor, de la bondad y de la vida”. “Al igual que otras diócesis de Ucrania, nuestra diócesis ha comenzado a preparar novenas al Corazón Inmaculado de María, y ahora nos preparamos para tan hermoso acontecimiento”. En su mensaje a ACN, el obispo Honcharuk pidió a la gente que rezara el Rosario por la intercesión de María. “¡Que Dios os bendiga a todos!”

El Papa Francisco llevará a cabo la consagración al Inmaculado Corazón de María a las 17:00 horas de Roma, el 25 de marzo, en la Basílica de San Pedro en Roma. También ha convocado a los obispos de todo el mundo a unirse a él en este acto. Al llevar a cabo la consagración, el Papa Francisco responde a las peticiones de la Conferencia Episcopal de Ucrania y de muchos creyentes de todo el mundo. La consagración tiene sus raíces en las apariciones marianas de 1917 en Fátima, Portugal.

Los Papas han consagrado en muchas ocasiones a toda la humanidad al Corazón Inmaculado de María, especialmente en 1984, cuando el Papa Juan Pablo II se unió a los obispos del mundo. Para esta consagración, el Vaticano ha publicado su propia oración de consagración (véase más abajo).

—Tobias Lehner

Act of Consecration to the Immaculate Heart of Mary
Basilica of St. Peter
March 25, 2022

ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

Basílica de San Pedro

Marzo 25, 2022

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.

Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.

Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.

Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.