Ucrania: “gracias a tu ayuda mis hijos pueden dormir en camas lejos de los sonidos de la guerra”

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“ME LLAMO YULYA Y ESTAS SON MIS HIJAS SOFIYA Y ANASTASIA, y mis sobrinos Iván y Demian. Hasta el 24 de febrero vivíamos todos en Brovary”, dice esta joven madre ucraniana al comenzar a describir su situación. Brovary está a solo ocho kilómetros de Kiev y en los primeros días de la guerra fue alcanzada por misiles, dejando siete muertos y 17 heridos. “Mi hermano y yo decidimos llevar a los niños a un lugar más seguro, al pueblo de nuestros padres, que está a 12 millas de Brovary”, explica Yulya, mientras se sienta en un colchón en el suelo, rodeada de sus hijas y sobrinos, de entre 6 y 13 años.

“Mi hermano es soldado. Desde 2014 defiende la integridad territorial del país, y su mujer también se alistó en las fuerzas armadas cuando terminó su permiso de maternidad”, dice, lo que también explica que esté cuidando de sus sobrinos.

“El 6 de marzo quedó claro que la línea del frente se acercaba al lugar donde estábamos, las explosiones eran cada vez más fuertes y con intervalos más cortos”, cuenta esta joven ucraniana a Ayuda a la Iglesia que Sufre. Yulya describe con naturalidad lo que debió ser un asunto terriblemente doloroso para la familia de su hermano: “Así que, con la aprobación de sus padres, decidimos poner a los niños a salvo más lejos”.

Yulya con sus hijas y sobrinos

Sin embargo, la cuestión seguía siendo: ¿a dónde podían ir? Yulya no quería partir con cuatro niños hacia lo desconocido, “así que pedí consejo a mi párroco, el padre Román Laba”.

El sacerdote le sugirió que se pusiera en contacto con un compañero paulino, el padre Yustyn, que en aquel momento estaba en Kamianets-Podilskyi, una ciudad del oeste del país, cerca de la frontera con Moldavia y Rumanía. “Decidí seguir su consejo y nos acogieron muy bien. Cuando llegamos a Kamianets-Podilskye los niños pudieron dormir en camas y bajo un techo, libres del ruido de los disparos y las explosiones”.

“El padre Yustyn nos ha dado todo lo que necesitamos: comida caliente, un lugar donde alojarse, camas e incluso material escolar, para que los niños puedan seguir sus clases en línea. Estamos agradecidos de todo corazón a todos los benefactores, que permiten que nuestros hijos, y yo mismo, sigamos viviendo con dignidad. Mi hermano y toda mi familia estamos agradecidos a todos los que se han unido para ayudarnos.”

—Maria Lozano