Sierra Leona: ACN ayuda a la Iglesia a afrontar el trauma tras una «guerra sin sentido»

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Un proyecto apoyado por ACN pretende formar a 150 sacerdotes para que sean «agentes de reconciliación, sanación, transformación social y cohesión nacional».

El padre Peter Konteh estaba en la cama, durmiendo, cuando oyó las primeras explosiones. Se levantó de un salto y llamó a los demás sacerdotes de la casa para que se levantaran y corrieran. «¡Los rebeldes vienen del este!», dijo. «Debemos escapar».

«Yo gritaba terriblemente, pero el otro sacerdote se volvió hacia mí y me dijo que me calmara, que ya no estaba en Sierra Leona, sino en Estados Unidos. Lo que oía eran los fuegos artificiales de las celebraciones del 4 de julio. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo también estaba traumatizado», recuerda el padre Peter, durante una visita a la sede de Ayuda a la Iglesia que Sufre Internacional (ACN).

Crédito de la foto: Ilona Budzbon/Ayuda a la Iglesia que Sufre

El padre Peter, que, entre otros cargos, es actualmente presidente de la Cofradía de Sacerdotes Católicos de Sierra Leona, se encontraba en Nueva York en aquel momento para abogar ante la ONU por una intervención en la guerra civil de su país. A diferencia de muchas otras guerras en África, ésta no era de religión, ideología o etnia, sino una «guerra muy insensata, de codicia», ya que los rebeldes armados intentaban hacerse con valiosos recursos naturales, entre ellos minas de diamantes.

La guerra, que duró de 1991 a 2002, llegó en un momento muy turbulento. Pocos meses después del inicio del conflicto, se pidió a la población que participara en un referéndum. Una gran mayoría votó a favor de enmendar la constitución y consagrar una democracia multipartidista. «La gente prefería que hubiera elecciones antes de la paz, para que tras las elecciones, un nuevo gobierno pudiera negociar con los rebeldes».

Desgraciadamente, las cosas no salieron como estaba previsto. Los rebeldes empezaron a cortar las manos a los civiles para impedir que participaran en las elecciones y, antes de que éstas pudieran celebrarse, el ejército tomó el poder mediante un golpe de estado. Durante los 11 años que duró el conflicto, decenas de miles de personas murieron, y otras incontables fueron violadas, mutiladas u obligadas, incluso de niños, a infligir estas atrocidades a sus compatriotas.

«Había un mendigo que se sentaba a la puerta de la catedral a pedir dinero. No tenía manos porque se las habían mutilado durante la guerra. Un día, un hombre bien vestido intentó darle dinero, pero él se negó y causó un alboroto. Salí a ver qué pasaba y me dijo que ese hombre era el que le había cortado las manos», recuerda el padre Peter.

El sacerdote llevó a la pareja a su despacho, y oyeron cómo el pobre hombre descargaba su ira. «Antes no era un mendigo; trabajaba con mis manos. Pero ahora, ni siquiera puedo ir al baño solo. ¿Comprendes la humillación que me has causado?», preguntó a su antiguo agresor, que, para entonces, también estaba llorando.

«Después de ocho sesiones conmigo, el mendigo dijo por fin que había perdonado al hombre que le cortó las manos, pero para el antiguo rebelde eso no era suficiente. Quería saber qué podía hacer para compensar sus crímenes. Dijo: ‘Realmente recuerdo que me rogó que no le cortara las manos, pero todos estábamos drogados y lo hice’».

«Como puedes ver, incluso los agresores están traumatizados. En su momento, pueden haber actuado con dureza, pero estas cosas te agotan y tú mismo necesitas curarte», dijo el padre Peter a la ACN.

Durante la guerra y las crisis posteriores, como la epidemia de ébola de 2014, el sacerdote explicó que la Iglesia se convirtió en «la voz de los sin voz» y en una intrépida defensora de las víctimas de todos los grupos sociales o religiosos. «La Iglesia se convirtió en un centro de servicios sociales, e incluso los musulmanes vinieron a la Iglesia en aquellos tiempos. Tuvimos muchas conversiones, porque la gente confiaba en la Iglesia. No solo les dábamos pan para comer, sino que podíamos abogar por ellos».

Las relaciones entre religiones ya eran ejemplares en Sierra Leona, donde el 40% de los sacerdotes son antiguos musulmanes conversos, muchos de ellos mientras asistían a escuelas cristianas. «Tenemos una Comisión de Justicia y Paz, y a menudo nos llaman para mediar en disputas entre musulmanes en sus mezquitas. A algunos de nuestros vecinos africanos les parece extraño, porque piensan que los cristianos no deben entrar en una mezquita, pero esto es normal en Sierra Leona», insiste el padre Peter.

Ahora la Iglesia ha decidido intentar abordar la cuestión del trauma. Con la ayuda de ACN, 150 sacerdotes están participando en un programa de formación para convertirse en «agentes de reconciliación, sanación, transformación social y cohesión nacional».

La Cofradía de Sacerdotes Católicos está trabajando con expertos de la Universidad de Boston (EE.UU.) para elaborar manuales de formación que luego se utilizarán en sesiones con sacerdotes, religiosos y laicos. De este modo, explicó el padre Peter, la Iglesia espera seguir siendo un faro de esperanza en una nación que aún intenta curar profundas heridas.

― Filipe d’Avillez