Ayuda a la Iglesia que Sufre asigna 6 millones de dólares para la reconstrucción de Beirut

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AYUDA A LA IGLESIA QUE SUFRE está aumentando su programa de ayuda para los cristianos afectados por la explosión masiva del 4 de agosto en Beirut con un total de 6 millones de dólares. La ayuda se dirige principalmente a la reparación y reconstrucción de los edificios de la Iglesia en las inmediaciones de la explosión.

Explosión en Beirut
Explosión en Beirut

Entre los proyectos que la organización ha acordado apoyar, está la reparación de la emblemática Catedral Maronita de San Jorge, en el centro de Beirut, un poderoso símbolo de la histórica presencia católica en la capital libanesa, que fue masivamente dañada por la explosión. Ayuda a la Iglesia que Sufre también financiará el trabajo de reconstrucción de la Iglesia Griega Melquita de San Salvador, que fue construida en 1890.

Ayuda a la Iglesia que Sufre también ayudará con la reconstrucción de varios conventos de religiosas, como el del Hospital de las Hermanas del Santo Rosario y la casa madre central de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María.

“La prioridad inicial es proporcionar los fondos necesarios para completar las obras imprescindibles de reparación de emergencia antes de la llegada del invierno, con el fin de evitar daños aún mayores, causados por las lluvias invernales, por ejemplo; y, al mismo tiempo, hacer que estos edificios sean utilizables”, explicó Thomas Heine-Geldern, presidente ejecutivo de Ayuda a la Iglesia que Sufre.

Inmediatamente después de la tragedia, Ayuda a la Iglesia que Sufre proporcionó una ayuda de emergencia inicial de 300.000 dólares para el apoyo de 5.880 familias que habían quedado sin hogar a causa de la explosión. Ahora, la organización benéfica está centrando su atención en la reparación y reconstrucción de la infraestructura vital de las diversas comunidades y ritos cristianos del país. Este apoyo será proporcionado en estrecha colaboración con las Iglesias locales y otras agencias de ayuda católicas.

El 4 de agosto, más de 2.500 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en el puerto de la ciudad de Beirut explotaron en lo que fue una de las explosiones no nucleares más masivas jamás registradas, causando por lo menos 200 muertes, 6.500 heridos y dañando unos 90.000 hogares. Las comunidades más cercanas a la explosión y, por consiguiente, las más gravemente afectadas por ella, fueron principalmente las de los barrios cristianos.

Incluso antes de la explosión, la situación en el país era calamitosa, ya que el Líbano se enfrentaba a una crisis en muchos niveles. Entre ellos, se encuentran la crisis sanitaria resultante de la pandemia de COVID-19 y la crisis económica causada por la creciente carga de la deuda pública y el colapso de la libra libanesa, que ha perdido más del 80% de su valor anterior frente al dólar.

“Los cristianos del Líbano se sienten muy solos en la actualidad y están considerando la emigración como una solución a sus problemas. San Juan Pablo II dijo que el Líbano tiene una misión especial en Medio Oriente. Ayuda a la Iglesia que Sufre siempre lo recordará. Por lo tanto, seguiremos apoyando a los cristianos de este país, sin dejarlos solos ante esta tarea”, insistió el Sr. Heine-Geldern.

—María Lozano