El Papa Francisco llama a la oración y el ayuno por el Líbano

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El 2 de septiembre, al final de su audiencia general, el Papa Francisco reflexionó sobre la crisis del Líbano:

Queridos hermanos y hermanas:

Papa Francisco
Papa Francisco

Un mes después de la tragedia que golpeó a la ciudad de Beirut, mis pensamientos se dirigen una vez más al Líbano y a su gente, tan duramente afectados. El sacerdote que está a mi lado ha traído la bandera libanesa a esta audiencia.

Hoy repito las palabras pronunciadas por San Juan Pablo II hace 30 años, en un momento crucial de la historia del Líbano: “Ante las repetidas tragedias que cada uno de los habitantes de la Tierra conoce, somos conscientes del peligro extremo que amenaza la existencia misma del país: El Líbano no puede ser abandonado en su soledad” (Carta Apostólica a los Obispos de la Iglesia católica sobre la situación del Líbano, 7 de septiembre de 1989).

Durante más de 100 años, el Líbano ha sido un país de esperanza. Incluso en los períodos más oscuros de su historia, el pueblo libanés mantuvo su fe en Dios y demostró ser capaz de hacer de su tierra un lugar de tolerancia, respeto y coexistencia único en esa región. El Líbano es más que un Estado: es “un mensaje de libertad y un ejemplo de pluralismo, tanto para Oriente como para Occidente” (ibíd.). Por el bien del país y del mundo, no podemos dejar que este legado se pierda.

Aliento a todos los libaneses a perseverar en la esperanza y a reunir la fuerza y la energía necesarias para empezar de nuevo. Pido a los dirigentes políticos y religiosos que se comprometan con sinceridad y apertura a la labor de reconstrucción, dejando de lado todos los intereses partidistas y mirando hacia el bien común y el futuro de la nación. Una vez más, pido a la comunidad internacional que apoye al Líbano y lo ayude a salir de esta grave crisis, sin verse atrapado en las tensiones regionales.

De manera especial, mis pensamientos se dirigen al pueblo de Beirut, que ha sufrido tanto por la explosión. Hermanos y hermanas, ¡tengan coraje una vez más! Dejen que la fe y la oración sean su fuerza. No abandonen sus hogares y su herencia. No abandonen los sueños de aquellos que creyeron en el amanecer de un hermoso y próspero país.

Queridos obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, sigan acompañando a los fieles. A ustedes, obispos y sacerdotes, les pido celo apostólico, pobreza y austeridad. Sean pobres junto con su pueblo pobre y sufriente. Sean los primeros en dar ejemplo de pobreza y humildad. Ayuden a los fieles y al pueblo a levantarse y contribuir activamente a un nuevo renacimiento. Que todos, por igual, fomenten la concordia y la renovación en nombre del bien común y de una auténtica cultura del encuentro, de la convivencia pacífica y de la fraternidad. Fraternidad: una palabra tan querida por San Francisco. Que esta concordia sea fuente de renovación en el interés común. Esto será una base segura para la continuidad de la presencia cristiana y su propia e inestimable contribución al país, al mundo árabe y a toda la región, en un espíritu de fraternidad entre todas las tradiciones religiosas presentes en el Líbano.

Por esta razón, les pido a todos que se unan a un día universal de oración y ayuno por el Líbano el próximo viernes 4 de septiembre. Tengo la intención de enviar a mi propio representante al Líbano ese día para estar presente con su pueblo: el secretario de Estado irá en mi nombre para expresar mi cercanía espiritual y solidaridad. Oremos por el Líbano en su conjunto y por Beirut. Y demostremos nuestra cercanía con obras de caridad concretas, como en otras ocasiones similares. También invito a nuestros hermanos y hermanas de otras confesiones religiosas a unirse a esta iniciativa de la manera que consideren mejor, pero juntos como uno solo.

Y ahora les pido que le confíen a María, Nuestra Señora de Harissa, nuestras esperanzas y nuestros temores. Que ella sostenga a todos los que sufren por sus seres queridos e infunda valor a los que han perdido sus hogares y, con ellos, una parte de sus vidas. Que interceda ante el Señor para que la Tierra de los Cedros florezca de nuevo y difunda la fragancia de la coexistencia fraternal en todo Medio Oriente.

Y ahora les pido a todos, en la medida de lo posible, que se pongan de pie y recen en silencio por el Líbano.