En el Líbano, “un testimonio vivo de Cristo en la tierra”

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HAY MUCHA GENTE dando vueltas alrededor de la pequeña entrada del Centro de Protección Materno-Infantil en Karm Al Zeitoun, un barrio de Beirut, la capital libanesa. Es uno de los 6 centros desde los que se distribuyen los paquetes de ayuda de emergencia de Ayuda a la Iglesia que Sufre a las familias más afectadas por la explosión del 4 de agosto. En total, la organización está ayudando a más de 5.800 familias. En el centro, las Hijas de la Caridad se han comprometido a distribuir esta ayuda a 350 familias. Las 2 cajas de ayuda proporcionan suficiente comida para 5 personas durante 1 mes.

Una de las que ha venido al dispensario es Mona, una mujer de 52 años. Vive con su madre Juliette, que tiene 91 años y ha sido testigo de al menos 5 guerras, ¿o son 6? Ya no puede recordar exactamente. “Desde la explosión del 4 de agosto está traumatizada, se asusta con cada ruido”, dice Mona a Ayuda a la Iglesia que Sufre.

Mona y su madre Juliette
Mona y su madre Juliette

En un país donde no hay pensión de jubilación o seguridad social, han sido los niños los que han mantenido a sus padres, o los miembros más débiles de la familia. Pero ahora, con la crisis económica, COVID-19 y la explosión, esto se ha vuelto simplemente imposible. Mona ha estado sin trabajo durante 5 años. Antes de la crisis, uno de sus hermanos solía ayudarla con 300 libras libanesas al mes (unos 200 dólares), pero con la inflación esto solo asciende a unos 40 dólares, y además su hermano tiene “suficientes problemas como para cuidar de su familia”.

“En 1990, un misil estalló en mi casa, y mató a mi hermana. Entré en una depresión, pero mi fe me ayudó. Sin fe no podríamos continuar, es lo único que nos ayuda a soportar la situación actual; es lo único que nos queda”, dice Mona, y añade: “La hermana Rita viene siempre que la necesitamos, aunque sea muy tarde, porque está muy ocupada, pero siempre se las arregla para encontrar tiempo para nosotros. Para mí, este es un testimonio vivo de Cristo en la tierra”.

La hermana Rita, a la que Mona y Juliette se refieren en casi todas las demás frases, pertenece a la Congregación de San Vicente de Paul, y trabaja en el dispensario. “La situación aquí es trágica, porque no tienen nada”, dice. El número de familias ayudadas en el dispensario de las Hijas de la Caridad se ha multiplicado por más de 4. Antes había 120 familias, ahora hay 500 por mes, informa Rita.

Además de los voluntarios que preparan la distribución de alimentos, hay obreros que trabajan en el dispensario, ya que el edificio mismo fue dañado por la explosión. Todas las ventanas se rompieron y partes del techo volaron. “Pero tenemos que seguir trabajando, ya que ahora hemos encontrado a alguien para hacer las reparaciones, aunque no podemos pagarle, por ahora”, dice la hermana Rita.

Hermana Rita
Hermana Rita

Entre las cajas, apiladas en la entrada y con el logotipo de Ayuda a la Iglesia que Sufre, hay un crucifijo clavado en la pared con una leyenda en francés: “Eres la señal de la misericordia de Dios”. Este es el resumen perfecto del trabajo realizado por estas religiosas, que la hermana Rita describe con estas palabras: “Nuestro carisma es aliviar los sufrimientos de Cristo, que aún sufre en esta tierra. Queremos simplemente servir a Dios y dar testimonio de Él, especialmente en este momento tan difícil que estamos atravesando”.

Más tarde, la propia hermana Rita va con representantes de Ayuda a la iglesia que Sufre a visitar a Nabil, otro beneficiario del programa de ayuda de emergencia. Nabil tiene 56 años, es hijo único y nació con una discapacidad física. Su madre, que normalmente lo cuida, ha sido ingresada en el hospital, entonces es el vecino Maral quien lo cuida en su ausencia. Las hermanas también están pagando un asistente para que lo cuide todos los días. La hermana Rita saluda a Nabil y habla y reza con él. Cuando ocurrió la explosión, ella nos cuenta, “todos los vidrios de la ventana cayeron encima de él; es un milagro que no haya sido malherido”.

Justo ahora, cuando tanta gente habla de emigrar, dice la hermana Josephine, “este es el momento de quedarse aquí. Este es el momento de apoyar y acompañar a nuestra gente”. Y la hermana Rita recuerda: “Juan Pablo II nos dijo que el Líbano lleva un mensaje. Los cristianos aquí tenemos un importante papel que desempeñar, y el día que olvidemos este mensaje, el Líbano ya no será más el Líbano”.

—María Lozano