Mozambique: un catequista arriesga su vida para salvar un ‘tesoro’ de la parroquia durante un ataque terrorista

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“SOY EL CATEQUISTA Y ANIMADOR DE LA PARROQUIA DE SAN BENEDICTO EN PALMA”, dice Paulo Agostinho Matica y con estas palabras entrega al obispo Antonio Juliasse, administrador apostólico de Pemba, Mozambique, los registros parroquiales de su parroquia natal en Palma. El 24 de marzo, cuando la ciudad fue atacada por los terroristas, Paulo Agostinho se escondió y guardó los documentos parroquiales como un precioso tesoro. Hoy, Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) puede contar la inspiradora historia de este valiente catequista mozambiqueño.

“El día de los atentados estaba trabajando en la parroquia. Estaba dentro, en el presbiterio. Serían alrededor de las dos de la tarde cuando los insurgentes de Al Shabaab llegaron y comenzaron a atacar la parroquia de Palma”. En cuanto escuchó el inicio de los disparos y el estallido de las primeras bombas, el catequista se apresuró a salvar los registros parroquiales, que contienen las actas de todos los matrimonios y bautizos de la parroquia, la memoria histórica de la comunidad católica de Palma.

Durante dos días, con la ciudad ocupada por los terroristas, la gente huyendo y los disparos y explosiones por doquier, Paulo Agostinho permaneció escondido dentro de la casa parroquial. Al tercer día, decidió arriesgarse y se dirigió a la casa de un amigo. Desde allí se dirigió a Quitunda, una pequeña ciudad en las afueras de Palma, que se ha convertido recientemente en el centro de un importante proyecto de explotación de gas natural.

El catequista Paulo Agostinho Matica

Desde Quitunda, el catequista se dirigió a Senga, llevando consigo los preciosos libros, que a sus ojos eran el ‘tesoro’ de la parroquia. Llegó la víspera del Domingo de Ramos. Toda la región parecía una zona de guerra. Los terroristas, que decían pertenecer al ISIS, estaban llevando a cabo uno de los ataques más crueles hasta la fecha en la provincia de Cabo Delgado. Circulaban historias de personas asesinadas y decapitadas en Palma y de cientos de personas huyendo de la ciudad. Todo era un estado de caos y pánico.

Cuando llegó a Senga, el catequista se encontró con una pequeña comunidad católica, en la que la gente no sabía qué hacer ni hacia dónde huir. Su presencia pronto fue conocida por algunos de los católicos del lugar. Le dijeron: “Nos gustaría rezar”. “Así que fui a la iglesia y rezamos juntos”. En la región de Cabo Delgado, donde hay pocos sacerdotes, es habitual que los catequistas dirijan las Liturgias de la Palabra. Así es como los católicos de Senga celebraron juntos el Domingo de Ramos.

Pero Paulo seguía sintiendo la necesidad de encontrar un lugar más seguro, para no perder los preciosos registros parroquiales. Se dirigió a Mwagaza, otro pueblo cercano donde tenía algunos parientes. “Me quedé allí hasta el 11 de abril”, dice. Entonces, al escuchar las noticias de que el ataque a Palma había terminado, Paulo decidió regresar a pesar de los riesgos. No sabía qué esperar, no sabía con quién podría encontrarse en el camino. “Volví a la parroquia para ver cómo estaban las cosas”, cuenta.

Lo que encontró le conmovió y le entristeció profundamente. La iglesia había sido saqueada. La puerta había sido destrozada, los terroristas habían prendido fuego a muchas cosas: a las imágenes sagradas y a las estatuas, a algunos bancos, a los altavoces, incluso a unas ventanas nuevas con las que iban a sustituir las antiguas. Todo había sido destruido. Dentro de la casa parroquial, Paulo Matica había estado guardando unos 30 mil meticales (unos 480 dólares) para los gastos de la parroquia. Todo había desaparecido: “Se llevaron el dinero, un televisor de plasma y hasta la moto”.

Dos meses y 11 días después del ataque terrorista en Palma, el catequista hizo el viaje a Pemba para confiar los registros de la parroquia a su obispo. En una breve ceremonia, que ACN pudo grabar en vídeo, el obispo Juliasse elogió su valor y determinación. “Ya había oído hablar de la dedicación de este catequista nuestro en la parroquia de San Benito en Palma, pero me llena de admiración el hecho de que también haya hecho el esfuerzo de salvar los registros parroquiales”, comentó.

Monseñor Juliasse destacó la valentía de Paulo al arriesgar su propia vida para salvar estos registros “en un momento tan difícil de ataques, disparos, asesinatos y huidas”. Elogió su testimonio de amor a la Iglesia. “En medio de todo el sufrimiento, tenemos este testimonio de amor a la Iglesia de Dios, una Iglesia que Paulo ama y cuida”, concluyó.

Esta valentía de Paulo Agostinho Matica le permitió salvar los registros parroquiales de la comunidad de San Benito en Palma. Son más que simples libros. Estas páginas manuscritas contienen los registros de toda la comunidad cristiana, los nombres de los que se casaron en esta iglesia y los que fueron bautizados y confirmados allí. De no ser por el valor de este hombre, los registros parroquiales solo habrían servido para alimentar las hogueras de odio encendidas por los terroristas en el suelo de la iglesia. En cambio, ahora forman parte del legado histórico de la diócesis.

—Paulo Aido