NIGERIA: PAÍS AL QUE LE DEDICAMOS LA CUARESMA Y PASCUA ESTE AÑO
En los últimos años se han intensificado los ataques contra los cristianos en Nigeria. En 2020, más de 50 personas, entre ellas mujeres y niños, murieron durante el ataque del Domingo de Pentecostés a una iglesia de Owo. Entre enero de 2021 y junio de 2022, miles de cristianos fueron asesinados y desplazados a causa de su fe, entretanto, 2023 ya fue testigo del brutal asesinato de un sacerdote.
Los obispos nigerianos claman justicia y piden al gobierno que ponga fin a la violencia, pero aún sin éxito.
Esta Cuaresma, Ayuda a la Iglesia que Sufre – Estados Unidos recuerda a todas las víctimas que han sufrido a manos de grupos terroristas, como Boko Haram y los pastores musulmanes fulani. ACN está contribuyendo a la sanación de muchas víctimas. A continuación podrás conocer algunas de las historias inimaginables de sufrimiento y esperanza, narradas por sus mismas víctimas.
TESTIMONIOS DE LAS VÍCTIMAS
“Boko Haram nos echó de nuestro pueblo y quemó nuestras casas; teníamos suerte de estar vivos, pero de repente nos quedamos sin hogar. Sin zapatos, me dirigí a uno de los campamentos gestionados por la Comisión de Justicia, Desarrollo y Paz (JDPC) de la diócesis de Maiduguri. Al llegar al campamento, vi a mis hermanos cristianos e inmediatamente me llené de alegría y me sentí como en casa. Tardamos algún tiempo en curarnos, pero gracias al Centro de Trauma [establecido por ACN], pudimos someternos con éxito a un proceso de sanación, deshacernos de nuestro dolor del pasado, asentarnos en el campamento y empezar una nueva vida. El proceso aumentó mi fe en Dios”.
“¡Nueve años viviendo en la esclavitud! ¡Nueve años de tortura! ¡Nueve años de agonía! Sufrimos mucho a manos de esa gente despiadada y cruel. Durante nueve años vimos derramar la sangre inocente de mis compañeros cristianos, asesinados por gente que no valora la vida. Asesinaban sin remordimientos, como si fuera algo normal. Estos nueve años desperdiciados en el bosque de Sambisa no pueden olvidarse en un abrir y cerrar de ojos. Las palabras no pueden hacer justicia a lo que he pasado. Desde que regresé a Maiduguri el dolor ha disminuido. Lo primero que hicieron fue rezar por mí y animarme a volver a mi fe. Estoy feliz de volver al cristianismo. Espero que, con el tiempo, Dios me ayude a superar mi amargura y a abrazar la paz, aunque no creo que eso ocurra pronto. Todavía siento ese dolor resonando en mis oídos”.
“Apuntaron a mi padre con un machete y le dijeron que nos liberarían si se él se acostaba conmigo. No pude contener las lágrimas. Temblaba, pero no podía hacer nada. Mi madre no podía articular palabra debido al estado de shock en que se encontraba. Con un machete apuntando a la frente de mi padre, nos miró a mi madre y a mí, pero yo evitaba el contacto visual porque me avergonzaba mirarle a la cara, por lo que los hombres habían sugerido: ¡era una abominación! Mi padre bajó la cabeza en señal de sumisión para que lo mataran y respondió: ‘No puedo acostarme con mi propia carne y sangre, con mi propia hija, prefiero morir antes que cometer esa abominación’. Al oír esto, uno de los hombres sacó un machete y le cortó la cabeza a mi padre, delante de nosotros. El dolor que sentí en ese momento fue insoportable. Al principio, mi experiencia me alejó de Dios. Era difícil confiar en Él y volver a Él. Irónicamente, al final mi amarga experiencia me ha acercado más a Dios. He aprendido que Dios sigue siendo Dios a pesar de todo lo que he pasado. Ahora seguiré confiando en Él y le serviré el resto de mi vida”.
“Soy Christiana James. Vivo en el campamento de Polo, en Maiduguri, con mi madre y mis hermanos. Perdí a mi padre a manos de Boko Haram. Atacaron mi puebl, asesinaron y destruyeron propiedades. Yo estaba en la escuela cuando ocurrió el ataque, pero también vinieron a nuestra escuela y mataron a algunos niños. Gracias a Dios sobreviví. Al llegar a mi casa, descubrí que Boko Haram había matado a mi padre, lo que me entristeció mucho. Tras la muerte de mi padre, las cosas ya no fueron como antes.
Me siento bendecida por ser una de las beneficiarios de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). Me emocioné mucho cuando el obispo de Maiduguri nos acogió, y cuando se enteró de que ya no iba a la escuela, ayudó a mi madre a matricularme en una de las mejores escuelas de la misión, la escuela primaria y secundaria Santa Hilary. Ahora sé leer, escribir y hablar inglés, y todo gracias a ACN. Comemos tres veces al día porque ACN lo ha hecho posible. También se hacen cargo de todos nuestros gastos médicos. Prometo estudiar mucho y convertirme en alguien importante en el futuro, para que todos estén orgullosos de mí”.
“Estaba limpiando los arbustos de la granja, mientras los demás sacaban las batatas, cuando oí gritar a mi madre. Me giré para ver qué pasaba, y estábamos rodeados de pastores fulani. Eran seis. Uno tenía una pistola en la mano y los otros machetes. Estaba aterrorizado y me dije: ‘Así es como toda mi familia será borrada de la faz de la tierra’. Estaban tan cerca que no podíamos correr mucho antes de que nos atraparan. Uno de los hombres cogió su machete y le cortó la cabeza a mi madre. Al terminar, él disparó a mi padre. Mi corazón no podía soportar este acto de demencia. Me arrodillé y empecé a suplicar clemencia. Me golpearon con un machete en la mano, la pierna y la cabeza. Eso es todo lo que recuerdo. Cuando desperté, me encontraba en el hospital. Solo quiero cerrar los ojos, abrirlos y detener esta pesadilla. Quiero curarme y valerme por mí mismo. Anhelo justicia para Clement Ukertor y para Christiana Ukertor, mis padres. Deseo olvidar la tortura y la humillación por las que he pasado. Sobre todo, deseo que acaben estos ataques, para que podamos vivir en paz unos con otros, volver a nuestros hogares y continuar con nuestras vidas”.
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PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN EL MUNDO
Los cristianos de todo el mundo sufren persecución por diversos motivos, como la opresión gubernamental, la hostilidad cultural, los ataques extremistas, la dominación religiosa oficial y las violaciones de la libertad religiosa. Esta última no suele tenerse en cuenta como un derecho humano básico, lo que conduce a la persecución, el sufrimiento y la supresión de estos derechos.
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