Siria: Diez años después de su secuestro, el obispo Hanna Jallouf es un pastor cercano a su rebaño
Como obispo de los católicos de rito latino en Siria, el franciscano Hanna Jallouf está muy familiarizado con la gobernación de Idlib, el último bastión rebelde, donde sirvió como pastor durante 22 años hasta su nombramiento como obispo en septiembre de 2023. En una conversación con una delegación de ACN, informa sobre los desafíos para los cristianos que permanecieron allí.
«De los cerca de 10.000 cristianos que vivían en la gobernación de Idlib antes de la guerra, hoy solo quedan unos 650, principalmente ancianos en zonas rurales», dijo el obispo Hanna Jallouf a una delegación visitante de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) en Damasco. «Después de que los yihadistas tomaran el control de la zona en los primeros años de la guerra, la mayoría de los cristianos huyeron debido a las difíciles condiciones de vida».
Durante siglos, la gobernación de Idlib, en la frontera con Turquía, fue predominantemente cristiana, pero durante la guerra se convirtió en el bastión de los rebeldes antigubernamentales. Durante toda la guerra, que comenzó en 2011, el padre Jallouf permaneció con su pueblo. Y el 5 de octubre de 2014, el franciscano, que entonces era párroco de la localidad siria de Knayeh, fue secuestrado por combatientes del Frente al-Nusra, junto con una veintena de miembros de la parroquia, y mantenido cautivo durante cinco días.
Diez años después, es vicario apostólico de Alepo para los católicos de rito latino en Siria. «Probablemente el Papa Francisco me nombró obispo porque conozco muy bien la situación aquí», dice monseñor Jallouf, que es el primer sirio nombrado para este cargo. «Como sacerdote en una parroquia, estuve en contacto con los grupos rebeldes y siempre traté con ellos. Y sigo haciéndolo».
El respeto de los rebeldes en un país donde el noroeste sigue controlado por las milicias islamistas es significativo. La vida cristiana allí está muy restringida. Según el obispo, los cristianos tienen prohibido realizar prácticas religiosas fuera de la iglesia o exhibir símbolos religiosos como estatuas y cruces.
Con la escalada de la guerra, todos los profesores cristianos fueron apartados de sus puestos, lo que llevó a muchas familias cristianas a retirar a sus hijos de la escuela. «Ahora enseñan a sus hijos en casa, para evitar la apariencia de una reunión escolar cristiana», declaró el obispo a ACN. El obispo explicó además que para sus exámenes finales, los niños tienen que viajar a otras gobernaciones, como Alepo y Hama, con el extravagante coste de 3.000 dólares por persona.
En otras partes de Siria, la presencia cristiana también está gravemente amenazada. Muchas familias cristianas han abandonado el país para buscar una vida mejor en Europa, Canadá y Australia. Trece años de guerra, alta inflación y amarga pobreza han dejado al país exhausto. Se calcula que el 90% de la población siria vive por debajo del umbral de la pobreza. En Alepo y Hassakeh, la emigración es tan elevada que, según una fuente local, en 2050 no habrá ninguna comunidad cristiana funcional.
Monseñor Jallouf afirma que, como sacerdote, fue un «simple pastor» y explica que quiere permanecer cerca de la gente como obispo. Desde su nombramiento, una de sus prioridades ha sido visitar las parroquias, congregaciones e instituciones católicas de rito latino del país, para conocer directamente las necesidades locales.
El obispo está satisfecho de su colaboración con ACN. Este verano, la organización benéfica internacional hizo posible que más de 1.500 niños y jóvenes de rito latino asistieran a campamentos de verano, y tras el devastador terremoto de 2023 en el norte de Siria, ACN ayudó a reconstruir una iglesia y 50 casas para familias cristianas de rito latino en Idlib. También apoyó proyectos de ayuda de emergencia, como Meals on Wheels, para ancianos que carecían de apoyo.
«Han pasado diez años desde mi secuestro, y esperamos que los últimos diez años no se repitan. Perdonamos, pero no olvidamos. Eso es lo que nos enseñó Cristo», dijo el obispo. «En estos días, pido a Dios compasión, perdón y liberación de la guerra, y que se restablezca la paz, la armonía, la estabilidad y la riqueza en este país herido. Esperamos que, con la intercesión de la Santísima Virgen María, de nuestros fieles mártires y de todos los santos, vuelva a ser un país de amor, respeto, perdón y convivencia entre las diversas comunidades y religiones».