Incendio provocado y vandalismo: contra las iglesias de Santiago de Chile
LO SIGUIENTE es una traducción de un artículo publicado el 20 de octubre de 2020 en El Mercurio, diario de Santiago de Chile.
Las brasas siguen ardiendo y se puede oler el humo en la céntrica Iglesia de la Asunción de la capital chilena. Mirando desde el suelo de la nave central, se puede ver el cielo nublado arriba, ya que el techo ha sido totalmente destruido. También la aguja central de la iglesia, que una vez fue un hito característico de esta parte de la ciudad. Cuando la torre se derrumbó, las 2 campanas cayeron desde lo alto del campanario. Una de ellas se destrozó, mientras que la otra fue rescatada de las ruinas. Los bancos y altares ya habían sido quemados y destrozados antes, durante las protestas del año anterior. Tras los ataques de 2019, las puertas y ventanas fueron tapiadas con tablas, pero no fue suficiente.
La iglesia había seguido sufriendo durante todo el año 2020 por las continuas amenazas y los grafitis. “Debido a su situación, a pocos metros de la Plaza Baquedano (foco de las recientes protestas), la parroquia había estado viviendo un estado de constante inseguridad, incluso durante el aislamiento por coronavirus. Desde 2019, los muros están cubiertos de grafitis, tanto por dentro como por fuera, con eslóganes que agreden a la Iglesia y a los sacerdotes y frases como ‘veamos cómo se quema'”, explica María de los Ángeles Covarrubias, presidenta de la oficina chilena de la pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre, que ayuda a los cristianos de todo el mundo que son perseguidos o amenazados en su fe o que se encuentran en grave necesidad.
“Ver cómo la quema deliberada de una iglesia destruye tu alma” —continúa la Sra. Covarrubias— revela el grado de quebrantamiento de nuestra sociedad, en la que pequeños grupos de personas llegan a considerarse como los únicos con derecho y, por tanto, con derecho a destruir e incluso a celebrar la destrucción de edificios que representan la fe de una comunidad. La irracionalidad y el odio que estamos presenciando es un ataque a un derecho humano fundamental a la libertad religiosa. Tal violencia no debería tener cabida en una sociedad que dice ser democrática”.
El padre Pedro Narbona, párroco, cuenta que aún se estremece por las “eufóricas celebraciones cuando la aguja de la iglesia cayó el domingo pasado. Me recordó a noviembre de 2019, cuando decapitaron la estatua de Nuestra Señora, que estaba en el frente oeste de la iglesia. Me duele que la comunidad se haya quedado sin un lugar donde reunirse, ahora que un pequeño salón que estábamos usando ha sido completamente vandalizado”.
“Aquí, en esta iglesia, hay una historia viva que va más allá de sus propias paredes. Es la relación con Dios de esa gente que vino aquí a rezar, a bautizar a sus hijos, a casarse y a despedirse de sus seres queridos”.
Magdalena Lira, directora nacional de Ayuda a la Iglesia que Sufre en Chile, revela que “desde el primer ataque del 8 de noviembre de 2019 nos hemos reunido con el párroco Pedro Narbona para recaudar fondos para la restauración de la iglesia. Estábamos en la etapa de perfeccionamiento del proyecto, junto con un equipo de profesionales. El 8 de noviembre, aniversario del primer ataque a la iglesia, el padre Pedro iba a anunciar el inicio de los trabajos de restauración. Ahora, nuestros planes se han hecho añicos”.
“Los fieles católicos necesitan un lugar digno para encontrarse con Dios, celebrar los sacramentos y reunirse. No se trata simplemente de una estructura física que en algunos casos puede tener valor como parte del patrimonio nacional, sino de un edificio que sea guardián de la historia de una comunidad”, dice María Covarrubias. Tras el terremoto de 2010, Ayuda a la Iglesia que Sufre en Chile ha logrado construir 45 capillas de emergencia y también ha restaurado 9 iglesias dañadas por los terremotos de 2005 y 2010. “Pero hasta hace pocos años nunca imaginamos que veríamos iglesias en Chile quemándose como resultado de la intolerancia”, añade.
Para Pablo Allard, el arquitecto jefe de la administración local, la Iglesia de la Asunción tiene un significado personal. Su propia madre, Angélica Serrano, había donado a la iglesia un cuadro que ella misma había pintado. “Creo que, más allá de nuestro credo o denominación, las iglesias son obras que hablan del poder del misterio de la fe y de la búsqueda de la humanidad de una trascendencia que va más allá de lo material”, dice. “Son esencialmente lugares de comunidad, que no solo prestan servicio llevando la liturgia de la palabra a los creyentes, sino que también son centros de ayuda y apoyo para los más vulnerables, y al mismo tiempo forman parte de nuestro patrimonio tangible e intangible. Aunque nuestros recursos son limitados, creo que la reconstrucción de estas iglesias debe ser emprendida como un trabajo de reparación y de compromiso con la paz social”. Tal es la opinión de este arquitecto y urbanista.
El célebre fotógrafo y documentalista Pablo Valenzuela Vaillant se ha dedicado a fotografiar los incendios provocados el pasado domingo, y ayer visitó las ruinas de las 2 iglesias y se vio profundamente afectado. “Desde el comienzo del ‘estallido social‘ (término utilizado por los medios de comunicación chilenos para describir la erupción de la protesta violenta), empecé a documentar los acontecimientos fotográficamente, concentrándome en la Plaza Italia y sus alrededores. Una especie de registro urbano del sector, tomado en diferentes fechas”, explica. “Ver y fotografiar estas 2 iglesias en llamas me mueve a hacer un llamado a todos los niveles de la sociedad, sin distinción política de ningún tipo, para unirnos y salvaguardar nuestro patrimonio natural y cultural, para el bien de las generaciones presentes y futuras”.