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‘La minoría católica en Georgia vive en condiciones difíciles’

Marco Mencaglia es el responsable de la sección de Georgia de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). En octubre, la situación de la pandemia finalmente se alivió lo suficiente como para que pudiera embarcarse en su primera visita al país. En una entrevista, habló de la situación de la Iglesia católica en Georgia.
¿Cuál fue su primera impresión de Georgia?

Aunque Georgia es un país con un sentido de identidad muy arraigado, sigue siendo abierto y acogedor para los visitantes. Históricamente, Georgia siempre ha sido la encrucijada entre Oriente y Occidente para pueblos y culturas, y el país no parece haber perdido su vocación internacional. La práctica de la fe es sin duda una parte de esta cultura, una parte que ha logrado sobrevivir a pesar de los muchos años de gobierno soviético. Escuchamos muchas historias sobre la fe y cómo durante años ha podido florecer en secreto en las zonas rurales, incluso sin la presencia oficial de la Iglesia.

¿Cómo valora la situación política actual del país? ¿Se sienten todavía los efectos de la guerra con Rusia?
Georgia es un país de cuatro millones de habitantes que comparte una larga frontera con Rusia. Tras la guerra de 2008, rompió oficialmente todas las relaciones diplomáticas con Rusia. Se encuentra en un estado de tensión perpetua, por un lado, bajo una fuerte presión económica y política de su poderoso vecino y, por otro, con un interés en una mayor integración europea. El gobierno actual, elegido por primera vez en 2012, está siendo duramente criticado por la oposición por su postura más conciliadora hacia Moscú.

Mientras visitábamos Tiflis, estallaron tensiones y protestas tras la detención del ex presidente Saakashvili; afortunadamente, éstas se mantuvieron pacíficas. El ex presidente es prooccidental y fue detenido por delitos cometidos durante su mandato y encarcelado a su regreso al país. Las manifestaciones, que hasta ahora han sido pacíficas, piden la liberación del ex presidente y nuevas elecciones.

La Iglesia católica de Georgia solo representa el 1% de la población. ¿Cuáles son sus posibilidades de supervivencia?
La Iglesia católica de Georgia vive en condiciones extremadamente difíciles. La mayoría de la población (alrededor del 85%) pertenece a la Iglesia Ortodoxa. Para muchos ortodoxos, la identidad religiosa se solapa con la identidad nacional. Está muy extendida la creencia de que un buen georgiano debe ser ortodoxo, circunstancia que dificulta de facto a los católicos vivir su fe. A diferencia de muchas otras iglesias ortodoxas, la Iglesia Ortodoxa Georgiana no reconoce los bautismos y matrimonios católicos. Por lo tanto, muchas parejas de fe mixta se ven obligadas a elegir una confesión y los cónyuges católicos se ven a menudo sometidos a una presión extrema por parte de sus nuevas familias para que se conviertan. Varias iglesias católicas que fueron utilizadas por la Iglesia Ortodoxa durante la época soviética nunca fueron devueltas y nunca se ha hecho ningún intento de diálogo al respecto.

En respuesta a esta postura hostil, la Iglesia Católica ha optado por un enfoque de no confrontación e intenta promover el diálogo y la comprensión mutua, en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, el diálogo solo puede fomentarse si se mantiene una presencia vibrante en las comunidades y no solo simbólica. Durante nuestros viajes, fuimos testigos de un notable espíritu misionero entre el clero y los laicos -tanto georgianos como no georgianos-, que sirven fielmente a pesar de las muchas dificultades, las experiencias insatisfactorias y los sentimientos ocasionales de completo aislamiento. En este sentido, la ordenación sacerdotal de un joven georgiano que se celebró durante la visita de ACN fue un signo de esperanza para el pequeño rebaño de la Iglesia georgiana. El nuevo sacerdote, el padre Beqa, es el sexto georgiano ordenado desde la disolución de la Unión Soviética.

Feligreses que acudieron a la ordenación sacerdotal del padre Beqa Chilingarashvili en la iglesia y convento de San Benito en Rabati

En vista de la tasa de desempleo del país, que llega al 60%, y de la pobreza que ha observado en todas partes: ¿podrá la Iglesia católica hacer algo en respuesta y asumir un papel decisivo?

La Iglesia católica georgiana solo representa una pequeña minoría. Sin embargo, su presencia ha marcado una diferencia bastante significativa, sobre todo en cuestiones sociales, a partir de los primeros años tras la disolución de la Unión Soviética. Los misioneros llevan a cabo numerosos proyectos en el ámbito de la sanidad y la educación, así como para dispensar ayuda a los necesitados. La Iglesia católica empezó prácticamente de cero, en un entorno difícil que ofrecía pocas posibilidades y con un número limitado de personas. Los frutos de casi 30 años de servicio en estos ámbitos son claramente visibles y aprendimos a apreciarlos durante nuestra visita: las numerosas y variadas actividades llevadas a cabo por la organización Cáritas, los servicios de asistencia sanitaria prestados por los frailes y las hermanas camilos en Tiflis y Gori, la Universidad Católica de Tiflis, el centro de asistencia familiar de Kutaisi y “Talita Kum”, un centro para niños discapacitados en Akhaltsikhe, por mencionar solo algunos ejemplos.

¿Se encontró con alguna persona durante su viaje que le causara una impresión especialmente duradera?
El primero es Monseñor Pasotto, que empezó como misionero y ahora es obispo de la Iglesia Católica Latina del Cáucaso, con sede en Tiflis, desde hace más de 20 años. También quiero mencionar a una pequeña comunidad de hermanas benedictinas contemplativas que nos ofrecieron alojamiento en el convento de Rabati, en el sur de Georgia. Estas hermanas llegaron desde Italia sin ningún conocimiento previo de la cultura o la lengua georgianas. Llevan años sirviendo a una misión que las lleva a afrontar constantes retos y las recompensa con pequeñas alegrías cotidianas. Más que sus palabras, su confianza en Dios fue profundamente inspiradora, así como su determinación y su preocupación por los demás en un entorno que seguramente les es muy extraño. Durante nuestros viajes, a menudo nos encontramos con estos “testigos silenciosos” —testigos que realizan su valioso servicio sin ser vistos— que son, me atrevo a decir, absolutamente esenciales para la vida de la Iglesia.

¿Cómo puede ayudar ACN?
El objetivo de ACN es apoyar a la Iglesia católica en Georgia satisfaciendo las necesidades diarias de la misión para garantizar su presencia y servicio continuos. Debemos ser conscientes de que esta misión sería muy difícil, si no imposible, sin la ayuda internacional.

—Kira van Bock-Iwaniuk

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