Misioneras en Guatemala apoyan a comunidades mayas olvidadas  

Compartir esta noticia:

Gracias al apoyo de ACN, tres miembros de las Misioneras de Santa María de Guadalupe se han comprometido a servir a las comunidades indígenas de regiones remotas y olvidadas.

«No me importa romperme las sandalias, Señor, para seguirte y servirte», dice Sor Aura Marina López, una de las tres Misioneras de Santa María de Guadalupe que trabajan en Guatemala. Y lo cierto es que estas religiosas recorren distancias muy largas por caminos sin asfaltar para atender las necesidades de las comunidades étnicas mayas.

Las hermanas sacrifican su comodidad personal para llevar el mensaje del Evangelio a los lugares más remotos, como Pueblo Nuevo, una aldea de solo unos pocos habitantes, situada a los pies del volcán Tajumulco, en la región de Boca Costa, que está compuesta por 21 comunidades locales. Aquí es donde los misioneros llevan a cabo su labor. La mayoría de la población pertenece a la etnia maya mam, pero hay otras, como los kekchi, una comunidad indígena que se concentra sobre todo en las regiones montañosas del suroeste de Guatemala.

«Durante años, estas comunidades han vivido en el abandono, luchando contra la pobreza extrema y careciendo de acceso a los servicios básicos. La mayor parte de la población vive de pequeñas plantaciones de café, y muchos emigran debido a la falta de tierras disponibles, o a la imposibilidad de encontrar un empleo estable», explican los misioneros a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).

Añaden que en los últimos diez años, estas comunidades se han vuelto más vulnerables. Sin embargo, los religiosos también señalan que están «fuertemente comprometidos en mantener vivo el testimonio de la experiencia de Cristo Resucitado y muestran una fe y un coraje admirables. Los fieles han hecho todo lo posible para mantener vivo este testimonio de fe.»

«El párroco pidió ayuda y decidimos quedarnos»

«En el mejor de los casos, los sacerdotes visitaban estas comunidades mayas alrededor de una vez al año para la celebración de la Santa Misa, ya que se tardan ocho horas en llegar desde la parroquia de Tajumulco», recuerdan las hermanas. «En 2012, después de evaluar la situación, un párroco de Tajumulco, solicitó nuestra ayuda, por lo que realizamos una misión de un mes. Tras esa experiencia, viendo lo necesario que era acompañar a los fieles de la zona, decidimos quedarnos definitivamente, para apoyar al párroco.»

Al principio, las hermanas no tenían casa parroquial donde alojarse. Durante siete años vivieron en casas particulares, dependiendo de la generosidad de dos familias que les prestaron sus casas. Tenían tan poco que durante dos años ni siquiera pudieron comprar material para sus hábitos religiosos, aunque finalmente lo consiguieron, con la ayuda de ACN.

En 2021, gracias al esfuerzo colectivo, pudieron construir su propia casa, y en 2023 se erigió la nueva Parroquia de San Juan Evangelista en Pueblo Nuevo.

La llegada de nuevas vocaciones

Las hermanas no tienen intención de frenar su misión. «Con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, queremos comenzar con el reto de llegar a otras diez comunidades en Toquián Grande, un centro en Tajumulco que también necesita mucho apoyo. Nuestro principal objetivo en este territorio de misión es brindar apoyo pastoral general a todas las personas, desde los más pequeños hasta los más ancianos.» También han planeado un proyecto de evangelización a través de las redes sociales, para «hacer [la] misión más creativa», y preparan un curso para formar agentes de pastoral.

Los tres religiosos están ahora acompañados por una joven indígena, que está en formación. «En este momento, tenemos una joven viviendo con nosotros, que viene del pueblo Kekchi», explican los misioneros. «Ella nos acompaña y ayuda en la casa, y su corazón está puesto en la vocación religiosa. Nosotros la mantenemos, ya que no recibe ningún apoyo de su familia. Es otra forma de vivir nuestro carisma de apoyar a las mujeres con más necesidades, o con pocas oportunidades.»

Las hermanas rebosan gratitud hacia ACN y su apoyo incondicional. «La ayuda económica que recibimos ha sido una verdadera bendición, que nos permite mantener nuestro trabajo entre los pobres y necesitados», dicen. «Estamos profundamente agradecidos por su amabilidad y generosidad, y ofrecemos nuestras humildes oraciones por las intenciones de sus benefactores».

– Lucia Ballester