En Alepo, Siria, una familia cristiana se mantiene en medio de las dificultades

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DURANTE 22 AÑOS, Michel Baladi (43) trabajó en una imprenta. En 2003, se casó con Rima (38), con quien tiene 3 hijos: Mariel, de 13 años; Christel, de 10 años; Georges, de 7 años. Viven en Alepo, y en los últimos años aprendieron por las malas la diferencia entre los proyectiles de mortero y los misiles. Michel, que es melquita, cuenta su historia:

“Salimos de nuestra casa en 2012, cuando la guerra llegó a nuestro barrio. Nos mudamos a un lugar cerca de la Catedral Católica Melquita. Pero cuando la guerra se extendió hasta allí, tuvimos que alquilar un apartamento en otro distrito”.

Christians in the Middle East are under siege, particularly in Syria, where Aid to the Church is doing all iit can to support the Christian community
La familia Baladi en su tienda

“Los militantes nos robaron, tomaron todo lo que pudieron; nos dejaron solo la ropa que llevábamos puesta. Nuestros hijos fueron obligados a dejar la escuela. Mariel, nuestra hija, no pudo seguir estudiando. Vimos bombas en nuestro barrio, todo tipo de armas. No nos quedó nada”.

Aún así, la familia nunca consideró dejar Alepo (o Siria). Dice Michel: “Estas son nuestras raíces, esta es nuestra tierra, nuestro país. Nacimos aquí y queremos morir aquí, en la tierra de nuestros padres. Mucha gente ha dejado el país, y estoy seguro de que todavía son infelices, ya que están lejos de su tierra y de sus familias. Nosotros tenemos gran fe en Dios. Si Él está con nosotros, ¿quién puede prevalecer sobre nosotros?”.

La fe siempre ha sido esencial para la familia Baladi, que se criaron en su iglesia del distrito, siempre asistieron a la misa y trabajaron en estrecha colaboración con el párroco. Cada vez que les robaban o los obligaban a trasladarse, dice Michel, “había una pequeña luz que nos daba el poder de continuar. Siempre había alguien que nos ayudaba”.

Atribuye la supervivencia de su familia a la ayuda de la Iglesia melquita, el trabajo de los obispos y sacerdotes: “Han hecho un gran trabajo en el campo humanitario. Brindan ayuda en efectivo y cestas de alimentos cada mes, lo que nos ha permitido sobrevivir estos últimos 6 años.”

Los programas de la Iglesia también han permitido a la familia lograr independencia financiera y contribuir con su comunidad: “Mi esposa y yo queríamos ser más productivos, depender de nosotros mismos; pasábamos tiempo discutiendo nuestro futuro. Una noche, se nos ocurrió la idea de abrir una tienda en la acera.”

Para Michel y Rima, la fórmula ha funcionado. La pareja ya ha discutido lo que podrían hacer en un futuro próximo: “Queremos volver a nuestra antigua casa y convertir este pequeño rincón en una gran tienda. Hemos tenido algunas dificultades la costumbre sostiene que las mujeres no pueden estar en la acera y vender cosas a extraños, pero tenemos que trabajar y producir—, pero esperamos que nuestro país esté en mejor prontamente. No les tenemos miedo a las otras religiones, ya que hemos vivido con los musulmanes durante mucho tiempo y seguiremos viviendo juntos. Pero ahora nos centramos en nuestro trabajo, con la ayuda de nuestra Iglesia”.

Dice Michel: “Dios nunca nos dejó. Hemos sufrido, sí, pero ahora sentimos especialmente la presencia de nuestro Dios. Puedo enviar a mis hijos a la escuela regularmente y proporcionarles todo lo que necesitan. Y Christel ha tomado su primera comunión. Fue una gran alegría para nosotros como familia”.

—Joseph Jebran

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