Los cristianos iraquíes siguen enfrentando un futuro incierto
“ISIS trató de tomar el monasterio. En agosto de 2014 estábamos convencidos de que tendrían éxito”, dijo el arzobispo Timotheos Moussa Al-Shamani, abad del monasterio sirio ortodoxo Mar Matti, en el norte de Irak, fundado en el siglo IV y uno de los más antiguos del mundo. Los monjes huyeron, pero volvieron rápidamente. Cientos de refugiados cristianos vivieron con ellos durante meses, a pocas millas de sus peores enemigos.
Desde finales de 2016, los pueblos y ciudades de la región han sido liberados de ISIS, uno tras otro. Las Llanuras de Nínive también han sido liberadas. Afortunadamente, el monasterio ya no está en peligro, pero ¿cómo están los fieles? Un reportero de Ayuda a la Iglesia que Sufre trató de obtener algunas respuestas.
La expresión del arzobispo Moussa se ensombreció apenas dijo: “Antes de que ISIS llegara en 2014, más de 5.000 familias cristianas vivían en mi diócesis. Actualmente, hay como mucho 2.300. El resto han abandonado el país”. En respuesta a las promesas del vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, de enviar ayuda directamente a las minorías perseguidas en Irak en lugar de pasar primero por la ONU, el arzobispo Moussa sonaba dudoso: “No necesitamos palabras. No puedo ni empezar a decirles con cuántos embajadores y políticos occidentales he hablado ya. Lo que los cristianos en Irak necesitamos es acción”.
Continuó: “Paz, seguridad, trabajos: sin ellos, nadie quiere quedarse. No puedo culpar a ningún cabeza de familia si elige buscar un futuro mejor en otros países”. Moussa considera que es una posibilidad cierta que su comunidad sirio-ortodoxa desaparezca finalmente. “Una vez tuvimos un hogar floreciente en Tur Abdin, en la parte sudeste de lo que hoy es Turquía. Todo lo que queda allí son unas pocas iglesias vacías. Eso podría pasarnos a nosotros también”. Ya es consciente del próximo problema que tendrán que afrontar. “Conduzca hasta Bartella —dijo— y pregunte por el shabak.”
El viaje me lleva de 15 a 20 millas a través del mosaico étnico del norte de Irak. Aquí es donde viven turkmenos, cristianos, árabes suníes y yazidis. Y el shabak. Se estimaba que este grupo étnico llegaría a ser de 400.000 personas antes de 2014. La mayoría de ellos vivían en las Llanuras de Nínive. Las aldeas habitadas por la mayoría de los shabak son notablemente más humildes y más deterioradas que aquellas donde los cristianos han sido mayoría, ya que el shabak también fue víctima del odio de ISIS. El Estado Islámico considera a los musulmanes chiítas, los rafida, “los que rechazan”, con un desprecio aún mayor que el de los cristianos. Pero, a diferencia de los cristianos, los chiítas tienen amigos poderosos. No solo en Bagdad, que está dominada por políticos chiítas, sino también en Irán, que tiene una fuerte presencia en la región y en Irak en general.
“Los shabak quieren nuestra tierra —dijo el padre Abuna Jakob—, ese es el siguiente problema”. El sacerdote sirio ortodoxo de la aldea de Bartella es sobrino del arzobispo Moussa. Nos guía a través de su recién renovada iglesia parroquial. Todo brilla en un blanco radiante y dorado. La capilla carbonizada en un pasillo lateral es un recordatorio de los yihadistas. “Fue profanada por ISIS, y lo dejamos como una advertencia”, dijo el sacerdote.
La aldea fue liberada de ISIS en octubre de 2016, pero ahora está el problema del shabak. En 1980, solo había 2 familias shabak, hoy su número excede el 20% de la población y la tendencia está en alza. Un factor clave es la alta tasa de natalidad y el hecho de que más cristianos que nunca están dispuestos a vender sus tierras a un precio barato. La Iglesia está tratando de evitar que sus miembros lo hagan, pero aquellos que ya han usado todos sus ahorros para huir, que ya están viviendo fuera del país o que quieren emigrar a Australia, por ejemplo, a menudo no tienen otra opción.
“Nunca venderé mi tierra al shabak”, dijo resueltamente Ibrahim, un agricultor de 63 años. Tiene 7 hijos, de los cuales ninguno ha permanecido en Irak. “Están en Turquía y en Europa. Sigo diciéndoles que deberían regresar, pero no quieren hacerlo porque aquí no hay trabajo ni seguridad. En 20 años, puede que no quede ningún cristiano”, finalizó el hombre.
Sin embargo, casi 5.000 cristianos han regresado a Bartella y las cosas han vuelto a ser como antes: se está construyendo y reconstruyendo por todas partes. El trabajo está siendo dirigido por el Comité de Reconstrucción de Nínive (NRC), que tiene su sede en la vecina ciudad de Bagdad, ciudad que una vez albergó a 50.000 cristianos. Antes de 2014, era la ciudad cristiana más grande de Irak.
El padre católico sirio, Georges Jahola, nos dio la bienvenida a las oficinas del NRC y nos mostró mapas y fotos aéreas de su ciudad. Dijo: “Estamos reconstruyendo nuestra patria. Es la única que tenemos. Los cristianos viven en Bagdad, Basora y Kirkuk, pero esta es la única región a la que realmente pueden llamar hogar. Si la perdemos, perderemos algo más que tierra y casas: perderemos nuestra identidad”.
Continuó: “Tenemos más de 7.000 casas [cristianas] en nuestra ciudad. Las hemos dividido en 3 grupos: ligeramente dañadas, severamente dañadas y destruidas”. Casi todas las casas fueron saqueadas por ISIS y los habitantes de las aldeas musulmanas de los alrededores. Para reducir los costos y dar trabajo a la gente, los propietarios tienen que arremangarse y también tienen que soportar un tercio de los costos por sí mismos, si es posible. La financiación solo se aprueba para aquellos que realmente viven en sus casas.
“Mucha gente ha comenzado a regresar del Líbano y Turquía”, se complace en informar el padre Jahola. Dijo: “Nuestra gente decía al principio: ‘primero la seguridad, luego volveremos’. Yo les respondí: cuantos más de ustedes regresen aquí, mejor podrán protegerse unos a otros”. Sin embargo, debido a la falta de seguridad y de trabajo, el padre Jahola sabe que las casas por sí solas no garantizarán que suficientes cristianos permanezcan a largo plazo. “Pero si no fuera por las casas, ya no quedaría nadie”, subrayó.
La reconstrucción solo es posible porque las organizaciones cristianas —con Ayuda a la Iglesia que Sufre a la cabeza— están aportando millones de dólares en donaciones. “El Gobierno no tiene dinero y prioriza otras cuestiones. Como nadie da su cara aquí, estaríamos perdidos sin la ayuda de nuestros hermanos cristianos de Occidente”, dijo el padre Jahola, expresando su gratitud.
Hasta la fecha, 8.700 familias han regresado a las Llanuras de Nínive y más de 4.300 hogares han vuelto a ser habitados. Cada vez que se termina una casa, Ayuda a la Iglesia que Sufre les da a los propietarios un olivo como símbolo de esperanza.
Rabah también ha recibido un pequeño árbol. A sus 50 años, tiene 3 hijos. Ella y su marido son originarios de Mosul. Huyeron de allí a Bagdad en 2006, después de que su hijo y su sobrino fueran amenazados por los islamistas. El sobrino fue secuestrado, pero su hijo pudo escapar. Sin embargo, ISIS llegó a Bagdad en 2014. La familia huyó una vez más y, después de años de vivir como desplazados internos en Kurdistán, la familia ha vuelto a su casa en julio de 2017.
“Nuestro auto, nuestro oro: gastamos todo lo que teníamos. Si Bagdad no hubiera sido liberada, no sé qué nos habría pasado”, dijo Rabah. Afortunadamente, su casa solo sufrió daños menores, pero las heridas emocionales son profundas. “Mi marido y yo permaneceremos en Irak, si Dios quiere. Esto es también lo que nuestros hijos quieren, pero no tienen trabajo. Y tengo miedo de que nos pase lo mismo otra vez, que ISIS regrese”.
—Oliver Maksan