Bielorrusia: “La Iglesia no exige ningún privilegio, sino el reconocimiento de sus derechos”

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EL ARZOBISPO Tadeusz Kondrusiewicz, de Minsk-Mohilev, está hablando de la violación de los derechos de la Iglesia católica en Bielorrusia. Para rectificar la situación, ha pedido la firma de un concordato entre estos dos actores, es decir, un pacto que se ha estado preparando durante muchos años, pero que aún no se ha firmado. “Sin un concordato, la Iglesia en la República de Bielorrusia no puede cumplir completamente su misión como lo hace en otros países”, nos dijo el arzobispo.

ACN reports on the life of the suffering Church around the world, helps the Church defend human rights and dignity of believers, including in Belarus
Una procesión religiosa en Bielorrusia

La Iglesia no exige “ningún privilegio dijo—, sino el reconocimiento de sus derechos, para poder llevar a cabo su trabajo de forma adecuada”.

La situación es especialmente problemática cuando se trata de regulaciones estatales que afectan a las actividades de los sacerdotes extranjeros en el país. Aunque el número de sacerdotes nativos de Bielorrusia ha aumentado “considerablemente” de 60 a 400 en los últimos 25 años, las contribuciones de sus labores siguen siendo “indispensables”, subrayó el arzobispo Kondrusiewicz. La mayoría de ellos procedentes de Polonia, y suelen tener dificultades para prorrogar sus permisos de residencia.

El prelado explica: “A menudo se les concede un visado por solo 3 o 6 meses. Eso no es propicio para hacer ningún tipo de trabajo real como sacerdote. Como resultado, el trabajo pastoral con los creyentes y la formación de los jóvenes está decayendo. Por nuestra parte, estamos tratando de desarrollar las vocaciones locales, pero eso lleva tiempo. Y luego hay que tener en cuenta la crisis demográfica, que también tiene un impacto negativo”.

El arzobispo informó que a un número cada vez mayor de sacerdotes extranjeros se les niega la prórroga cuando tratan de renovar sus permisos de residencia; algunos han sido deportados con el pretexto de infracciones menores, como el exceso de velocidad, incluso después de haber trabajado en el país durante muchos años.

Una vez más, el arzobispo dijo: “Por alguna razón desconocida, Bielorrusia tiene miedo de los sacerdotes extranjeros. Pero ¿cuántas iglesias se han construido y se están construyendo para servir a los creyentes gracias a los esfuerzos de estos sacerdotes extranjeros? Estos sacerdotes vienen a proclamar la Palabra de Dios en lugares donde no hay sacerdotes locales. ¡Cuántos programas pastorales y sociales han lanzado! Conocen la cultura de Bielorrusia y el país se convierte en su hogar. Y traen una nueva experiencia pastoral con ellos. El mundo de hoy no solo está experimentando la globalización económica, sino también la cultural y religiosa; necesitamos subir a bordo para no quedarnos parados en la estación, viendo cómo desaparecen las luces traseras del tren”.

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El arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz, de Minsk -Mohilev

Los sacerdotes extranjeros que solo están en Bielorrusia para una visita corta tienen que solicitar la aprobación de las autoridades antes de que se les permita celebrar la misa, proceso de solicitud que es prácticamente imposible de llevar a cabo en un período de tiempo limitado. “Hay una paradoja: un sacerdote extranjero puede asistir a la misa como parte de la congregación, pero cuando se pone de pie al otro lado del altar y celebra la misa él mismo, se convierte en un criminal”, explicó el arzobispo.

También está la cuestión de que la Iglesia está intentando reclamar propiedades incluidas muchas iglesias que fueron expropiadas bajo el dominio soviético. Estas estructuras, dijo el arzobispo, son “nuestro patrimonio cultural”. Es más probable que los turistas y peregrinos vengan aquí a ver estas iglesias”; ya que están mucho menos interesados en “los edificios modernos con su arquitectura a menudo insípida”.

En este sentido, citó el ejemplo de una iglesia del siglo XVIII de su arquidiócesis que fue expropiada durante la época soviética y luego restaurada por la Iglesia católica con sus propios fondos, tras la desaparición de la Unión Soviética. Sin embargo, la propiedad formal aún no ha sido devuelta a la parroquia y la Iglesia tiene que pagar el alquiler para poder usarla. “¿Dónde está la justicia?” preguntó el arzobispo, pidiendo leyes de restitución similares a las de otros países de Europa del Este.

Cuando se trata de la construcción de nuevas iglesias, el Estado trata tales proyectos como si fueran financiados por él e insiste en que el proceso de construcción se complete en un año, lo cual es imposible de lograr. Esto significa que la Iglesia tiene que solicitar varias veces la extensión de los permisos de construcción, a un costo significativamente mayor cada vez.

Finalmente, el arzobispo dijo que estaba “muy preocupado” por los intentos del Estado de influir en el contenido del material catequético usado en el programa de la escuela dominical de la Iglesia. Dijo: “Esto es solo una interferencia en los asuntos internos de la Iglesia. Esto no puede conciliarse con la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la legítima libertad de las organizaciones religiosas”.

Alrededor del 7% de los 9,5 millones de habitantes de Bielorrusia son católicos. El año pasado, Ayuda a la Iglesia que Sufre apoyó a la Iglesia católica en este país con más de 900.000 dólares.

Eva-Maria Kolmann

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