Colombia: Un donante en la selva

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El Vicariato Apostólico de Mitú, en Colombia, tiene una extensión de 3.000 kilómetros cuadrados, lo que lo hace más grande que Bélgica, los Países Bajos o Suiza. Este es un país salvaje, y el trabajo pastoral aquí es principalmente de naturaleza misionera. Mitú es también el lugar donde un benefactor solitario de ACN vive su fe, como ejemplo de la comunidad que ayuda a sostener la Iglesia.

Mitú es la capital del departamento del Vaupés, en el este de Colombia. Con una población de 50.000 habitantes, es una pequeña ciudad que parece una isla en medio del «mar» de la selva amazónica, cerca de la frontera con Brasil. Recientemente recibió la visita de una delegación de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). Durante este viaje, el obispo local, Medardo de Jesús Henao, vio a un hombre en la calle y lo saludó con entusiasmo, diciéndole que estaba con representantes de ACN.

La cara del hombre se iluminó. «Soy donante de ACN», dijo. Efectivamente, la delegación reconoció el rosario que llevaba en la muñeca izquierda: tallado en madera por los cristianos de Belén, se puede llevar como pulsera y es distribuido por ACN Colombia como parte de una iniciativa de apoyo a los cristianos de Tierra Santa.

Martín Alberto Peña, de 47 años, nació en Mitú y es el único donante de ACN en toda la región. Dijo a la fundación que le sostiene el poder de la oración, porque «con Dios todo es posible», como repitió varias veces. La compra del rosario fue su primer paso para convertirse en donante; se enteró de la iniciativa a través de las redes sociales de la fundación e hizo un donativo. Cuando recibió el rosario, tallado en madera de olivo por artesanos cristianos de Tierra Santa, comprendió que recibía mucho más que un simple objeto de oración. Sintió que, de alguna manera, estaba unido espiritualmente a esos cristianos.

Entonces empezó a recibir los boletines semanales de noticias de ACN, lo que despertó en él un mayor interés por la vida de los cristianos que sufren. También se dio cuenta de que la misión de la fundación va más allá de la ayuda económica.

Martín Alberto Peña y María Inés Espinoza, directora de ACN Colombia

Poco a poco, fue desarrollando una preocupación más profunda, hasta que un día leyó sobre un misionero —no recuerda en qué país— que no comía más que cacahuetes y agua, y se sintió inspirado para dar un paso más y hacer una donación regular. Pensó: «Lo que vive este misionero en otra parte del mundo podría ser lo mismo que viven muchos sacerdotes en mi propio país».

En eso consiste la comunión eclesial, y explica por qué podemos encontrar donantes como Martín en medio de la selva colombiana, a cientos de kilómetros de una oficina de ACN.

Martín es un activo hombre de negocios que utiliza su experiencia profesional para ayudar a la Iglesia, incluso con catequesis y retiros. Está contento de servir de esta manera, siguiendo el ejemplo de los sacerdotes y laicos consagrados del vicariato. “Aquí en Mitú, los sacerdotes siempre están dispuestos a ayudar y a escuchar. Desde el obispo, hasta abajo, todos están disponibles, y este es un ejemplo que nos inspira a todos”, dijo.

Como ocurre en muchas regiones similares, el apoyo de los donantes es crucial para el trabajo pastoral en Mitú. El obispo Henao aprovechó este encuentro con Martín para animar a los donantes de ACN de todo el mundo a «no renunciar nunca a la alegría de ayudarnos a evangelizar».

Eso es lo que hace Martín Peña. Este sencillo hombre de la selva es uno de los 360.000 donantes, una familia global que apoya la labor de la Iglesia en lugares lejanos. «Cuando das, ya has recibido una bendición», dice Martín. «Dar de corazón es realmente lo mejor». Y esta bendición funciona en ambos sentidos. Gracias a la generosidad de personas como Martín, la ayuda también vuelve a Mitú en forma de estipendios para misas, vehículos y apoyo económico, que permiten a los miembros de la Iglesia local reunirse y difundir la Buena Nueva.

—Hernan Dario Cadena