Pastoral penitenciaria en Ecuador: Liberar almas por la misericordia de Cristo

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Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) apoya un programa de pastoral penitenciaria para sacerdotes y misioneros laicos en la Arquidiócesis de Guayaquil, Ecuador, para atender a los presos y sus familias, y ofrecerles esperanza en un entorno inseguro.

Aleida Mejía habla tranquilamente a la cámara, a pesar de los gritos de los presos. Con voz firme, la misionera laica cuenta a ACN por qué ha dedicado su vida a evangelizar en las cárceles de la Arquidiócesis de Guayaquil, una región de Ecuador muy afectada por la violencia. «El Señor me ha llevado a lugares donde rara vez se escucha su Palabra, debido a la falta de misioneros», afirma.

La seguridad en Ecuador se deterioró en 2023 y, desde entonces, es cada vez más insostenible. En abril de 2024, el presidente Daniel Noboa declaró un segundo estado de emergencia para luchar contra la inestabilidad que había paralizado la vida. Con militares patrullando las calles e interviniendo las cárceles —lo que impidió el trabajo de los misioneros—, el país se desgarró en una guerra civil. La crisis social comenzó en las principales cárceles estatales, incluida la prisión regional de Guayaquil, y llegó a un punto de ebullición el pasado enero, cuando los reclusos se amotinaron, provocando explosiones, secuestros, tiroteos, saqueos e incendios, y el estado de emergencia inicial. La prisión de Guayaquil solo quedó bajo control en abril.

«La misericordia es para los corazones más duros»

Dada la situación en Ecuador, la pastoral penitenciaria ha cobrado más importancia que nunca. Hay más de 12.000 presos en solo cinco cárceles, y el número de misioneros es insignificante en comparación. Por eso, ACN está apoyando un programa para formar a más voluntarios laicos en la arquidiócesis. El programa también incluye la rehabilitación de ocho capillas, para garantizar la seguridad de todos los implicados.

«En esta misión, tenemos que superar obstáculos muy complejos», explica Aleida. “En el momento en que entramos en las instalaciones penitenciarias, nos enfrentamos a muchos retos. Por el simple hecho de entrar, nos enfrentamos a la diferencia entre la realidad social de dentro y la de fuera; a la actitud de la policía, que nos ve como un trámite molesto, y a la de los guardias de la prisión, que piensan que no tiene sentido lo que estamos haciendo, al igual que el resto de la sociedad. Pero todo merece la pena”.

«Y luego está el miedo que sentimos nosotros mismos», continúa. “El miedo que sienten nuestras familias al permitirnos estar entre las personas más despreciadas de la sociedad, estigmatizadas como desechables y sucias. Pero aquí es exactamente donde Jesús quiere que estemos, porque nos llama a amar a todos sus hijos, ya que todos somos pecadores.”

Las bandas criminales reclutan sobre todo a jóvenes de entre 15 y 27 años, a menudo mientras están en el sistema penitenciario. Cuando estos jóvenes pierden la esperanza de una vida honesta, caen fácilmente en la tentación de seguir una «carrera» criminal.”

María Cristina Santacruz es la coordinadora arquidiocesana de Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de Guayaquil. Ella dice a ACN que «aquí, el reto es amar a los no amados, a los insignificantes, a los no apreciados». También lamenta que «nadie cree en la pastoral penitenciaria. La gente piensa que hay que descuidar este mundo. Pero la Palabra de Dios me dice que la misericordia es precisamente para los corazones más endurecidos. Tengo esperanza, y creo que este proyecto es la voluntad de Dios”. Estos dos misioneros forman parte de un equipo de más de 100 personas, entre obispos, sacerdotes, religiosos y misioneros laicos, que «ofrecen su vida por sus hermanos», dice María Cristina.

«Hemos visto cómo Cristo liberaba a estas almas».

El trabajo con los presos incluye charlas y misas, así como talleres y cursos sobre valores cristianos y fe. La misión ya ha dado sus frutos, según Aleida: “Hemos llevado a Jesús a estas personas. Hemos sido testigos de profundas conversiones; hemos visto cómo Cristo liberaba a estas almas”.

El programa también ofrece apoyo a las familias de los reclusos y formación profesional para que los presos puedan ganarse la vida honradamente cuando recuperen la libertad. «Muchas de estas almas ya han salido del sistema penitenciario; son padres y hacen cosas por la sociedad», afirma Aleida. Por otro lado, destaca la importancia de «rezar por esta misión, para que podamos seguir formando misioneros que liberen a las almas cautivas. Llevamos la Palabra de Dios, que les dice que hay un Dios que nos ama y nos libera”.

María Cristina dice estar profundamente agradecida. Primero, a Dios por haberla «llamado a esta misión y haberle demostrado que vale la pena», y luego, a ACN y a todos los que generosamente cooperan y «creen en esta misión, como yo. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad, para liberar a los cautivos, como Él me liberó a mí”, dice con una sonrisa.

ACN apoya este proyecto de formación, cuyo objetivo es proporcionar apoyo emocional y formación espiritual a adultos encarcelados, fomentando la reconciliación interna y la reintegración social necesarias para un país que se recupera de un conflicto.

—Lucia Ballester