Cómo el compromiso de un sacerdote en Ecuador cambió la vida parroquial
Con 54 años de servicio en una parroquia rural de la Diócesis de Guaranda en Ecuador, el Padre Salesiano Antonio Polo ha cambiado la región a través de su labor pastoral y espiritual –pero también, con la ayuda de la población local, a través de emprendimientos empresariales como el desarrollo del Queso Salinerito.
Cuando el padre Antonio Polo llegó a Salinas, Ecuador, procedente de su Italia natal, hace más de cinco décadas, no solo le impresionó la belleza del paisaje, sino también las difíciles condiciones en las que vivían sus habitantes. «No había carreteras, ni electricidad, y la población trabajaba muy duro en las minas de sal», explica a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). Las propias minas de sal le impactaron bastante: las montañas de sal que brillaban como catedrales blancas se construyeron en duras jornadas de trabajo que ponían a prueba la salud y la piel de los trabajadores.
En un esfuerzo por ayudar a la comunidad a gestionar sus propios recursos y aliviarles de tan duro trabajo, decidió que era necesario un cambio: «No quería que dependieran totalmente de la caridad, sino que fueran capaces de mantenerse por sí mismos. Trabajar en las salinas no era suficiente, así que pensé en el queso», recuerda. Así nació el proyecto del Queso Salinerito, que puso en marcha con algunos de los ganaderos de la zona. El clima, el ganado y la habilidad de la gente formaron la combinación perfecta para producir este queso, que se vende en Ecuador desde hace 50 años. Hoy en día, Salinerito es un nombre familiar y se puede comprar en tiendas de las principales ciudades del país.
Actualmente, Salinas no solo vende queso, sino también chocolate, cosméticos naturales y otros productos locales. La comunidad de San Miguel de Cañitas, que forma parte de la parroquia de Salinas, participa activamente en estas iniciativas y, así, con el apoyo de voluntarios extranjeros y de la misión salesiana, ayuda a combatir la pobreza y la marginación.
Una nueva capilla para San Miguel de Cañitas
A pesar de estos avances, siguen existiendo grandes retos. El padre Jaime Chela, que lleva muchos años trabajando junto al padre Antonio Polo, explica que «el acceso a estas comunidades es difícil, porque no hay servicio de autobuses. Sobre todo en invierno, con la crecida de los ríos, puede ser muy difícil desplazarse». No obstante, añade, «hay un sentido muy fuerte de comunidad y un deseo de ayudar a los necesitados.»
El padre Antonio Polo explica que San Miguel de Cañitas «no tenía un lugar adecuado para celebrar los sacramentos.
Nos reuníamos en un salón de la escuela».Los vecinos llevaban tiempo queriendo tener su propia capilla y prometieron ayudar en la construcción. Por este motivo, ACN –que ya ha apoyado al sacerdote en el pasado– está apoyando la construcción de una capilla para esta comunidad de 70 familias, muchas de las cuales son de origen indígena. «Impulsar el trabajo pastoral de la Iglesia en este lugar podría tener un impacto positivo en otras comunidades, motivándolas a ser activas y ayudando a difundir la Fe en la región», explica el sacerdote.
El Padre Polo subraya la importancia de la conexión entre el desarrollo espiritual y el humano.
«Para mí, hay tres tipos de pan: el pan de la Palabra y la evangelización, el pan de la Eucaristía y el pan nuestro de cada día, nuestro sustento.
Sin este pan, perderemos a los jóvenes.Si no les ofrecemos trabajo, perdemos también la oportunidad de proporcionarles el otro «pan», incluso a los que sienten vocación.Sin trabajo, no hay vida».
Otro tema en el que trabaja el padre Polo, junto a los demás salesianos, es la evangelización digital. «Hoy en día, la comunicación no tiene límites, y el mensaje de la fe es como una luz resplandeciente, que queremos alimentar. La evangelización digital nos llena de esperanza. Es la clave», afirma. El padre Jaime explica que transmiten la misa por Facebook y dice que «la respuesta ha sido muy positiva; ha sido una experiencia hermosa. También estamos formando coros indígenas para recuperar el quechua, que es su lengua ancestral, y así ayudarles a aprender y conservar su propia lengua.»
«Fui llamado a esta misión hace 54 años; mi tiempo está llegando a su fin. Pensar en el futuro me ayuda a sacar nuevas fuerzas», afirma el salesiano. «Estamos profundamente agradecidos por su ayuda. A veces hay cierta frialdad con las instituciones, pero no ha sido el caso de ACN. Rezamos constantemente por ACN y por todos los generosos benefactores que lo hacen posible.»
–Lucia Ballester