En Alepo, Siria, “el dolor, la pobreza y el hambre que hemos sufrido son suficientes”
ANTOINE HADDAD, de 19 años, es miembro de la Iglesia católica armenia. Creció en el apogeo de la guerra civil siria, en medio del caos y la violencia. Los primeros bombardeos de Alepo destruyeron partes de su casa. En esta entrevista con Ayuda a la Iglesia que Sufre nos relata su sufrimiento:
“Estaba en la escuela y, de repente, el edificio tembló, el cristal se rompió, y empecé a gritar. No entendía lo que estaba pasando. Solo podíamos rezar”, dijo. Con esta explosión, la vida de Antoine cambió para peor, y su escuela cerró temporalmente. “La escuela finalmente reabrió, pero estos dolorosos recuerdos permanecieron en cada rincón”.
Un día, cuando volvía a casa de la escuela, Antoine se enteró de que había un grupo armado en su vecindario:
“No podíamos movernos. La muerte estuvo muy cerca, y es una de las peores cosas que un ser humano puede experimentar. Pero cuando los hombres armados entraron en los edificios, pudimos escapar de la casa”.
La familia de Antoine huyó a la casa de un pariente, pero se vieron obligados a regresar por dificultades financieras, y el grupo armado siguió siendo una amenaza.
“Un domingo, sentí que tenía que ir a misa. Necesitaba rezar en la iglesia porque estaba espiritualmente exhausto. Durante la misa, mi teléfono sonó varias veces. Era mi madre. Me dijo que no volviera a casa porque los proyectiles estaban cayendo sobre el vecindario. Pero no podía alejarme de mi familia, así que igualmente volví a casa. Vi destrucción por todas partes. Mi padre y mi hermano no estaban en casa, sino que estaban ayudando a un joven que había sido herido por un proyectil. Yo estaba aterrorizado. No puedo describir el dolor que experimenté entonces”.
“Otro día, me estaba preparando para un examen y fui a la tienda a comprar bolígrafos. Escuché una voz muy fuerte en el camino de regreso, y corrí a casa para ver lo que había pasado. Lamentablemente, estaba completamente destruida, aunque un vecino me dijo que mi familia estaba a salvo”.
“Cuando era joven, mi relación con Dios era buena, pero desde entonces he luchado a veces. Siempre me pregunto, ‘¿Por qué, Señor, por qué todo este dolor?'”.
Sin embargo, Antoine ha persistido en su fe, y actualmente sirve a su Iglesia local a través de la enseñanza del catecismo y ayudando con otros programas educativos.
“Amo a mi país por una buena razón: la extraordinaria vida social y el espíritu fraternal que existe en la Iglesia. Pero tengo que viajar, porque aquí no hay futuro. Sueño con convertirme en actor —para poder compartir mensajes humanitarios— y con vivir eventualmente en paz en un país que ha sufrido tanto. El dolor, la pobreza y el hambre que hemos sufrido son suficientes”.
—Jony Azar