Encarcelan a católicos hmong en Vietnam por su labor de evangelización

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UNA FAMILIA CATÓLICA ETNICA HMONG de la parroquia de Phinh Ho, con sede en la provincia vietnamita de Yen Bai, ha sido encarcelada por difundir la fe católica entre los aldeanos. La parroquia, fundada por misioneros franceses en las primeras décadas del siglo XX, acoge en la actualidad a 2.700 fieles hmong de aldeas de los dos distritos de Tram Tau y Van Chan.

La parroquia no tuvo sacerdotes residentes desde 1952, cuando el último misionero extranjero fue expulsado por los comunistas, hasta 2013, cuando se envió un sacerdote para reanudar las actividades religiosas entre los católicos locales. Durante este periodo, para ayudar a la gente a mantener su fe, John Sung Bla Giong impartió cursos de catecismo para los aldeanos locales en su casa.

Giong y sus cuatro hijos fueron acusados erróneamente de tráfico de heroína y condenados a duras penas, mientras que sus familiares no fueron informados sobre su paradero y sus juicios. El octogenario, padre de 12 hijos, cumple actualmente una condena de 29 años. Su hija, Therese Sung Thi Hong, habló con Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) sobre cómo sus familiares continúan con sus esfuerzos de evangelización y sufren la persecución religiosa por ello:

“Durante los duros tiempos sin sacerdotes, muchos aldeanos hmong de otros lugares venían a aprender sobre las Escrituras, los himnos del catecismo y las oraciones en lengua hmong en nuestra casa. Los que terminaban los cursos dirigían las oraciones en sus pueblos”.

“Mi padre, cuyos padres fueron bautizados por misioneros extranjeros, les enseñaba por las noches para evitar la vigilancia de los funcionarios del gobierno. Mi numerosa familia cultivaba y les daba de comer”.

Misa en la parroquia de Phinh ho

“Los oficiales de seguridad pública y las autoridades no detuvieron a mi padre por su trabajo hasta 2011, cuando irrumpieron en nuestra casa, lo arrestaron y lo acusaron de tráfico de drogas. Como prueba, presentaron un paquete tan grande como un ladrillo que contenía heroína. Protestamos y uno de los agentes me empujó al suelo, lo que me hizo estar a punto de sufrir un aborto de mi segundo hijo”.

“Creemos que a mi padre lo habían detenido por una acusación falsa, ya que un hombre local llamado Ton le había pedido muchas veces a mi padre que le comprara heroína y le había prometido darle dinero, pero mi padre se negó. Ese mismo día vimos a Ton con el paquete en la mano”.

“Durante años, no supimos dónde estuvo detenido mi padre ni cuándo fue juzgado. Más tarde tuvimos que sobornar a las autoridades locales para que nos dijeran que está recluido en el campo de Yen Lap, en la provincia de Phu Tho, a 130 millas de nuestra casa”.

“Lo visitamos y nos dijo que había sido condenado a 29 años de cárcel. Al principio se declaró inocente y dijo que apelaría ante un tribunal superior, pero le torturaron tanto que renunció a apelar. Como consecuencia, se ha quedado ciego y sufrió un infarto severo”.

“Ha sido hospitalizado varias veces. El año pasado, lo cuidé durante cuatro días en un hospital. No era más que piel y huesos. Dice que sus compañeros de celda le quitan toda la comida que le enviamos ya que está ciego”.

“Hace meses que no lo visitamos debido a la pandemia de COVID-19. Puede llamarnos por teléfono durante cinco minutos cada mes”. Los funcionarios de la prisión han dicho que lo dejarán en libertad dentro de tres años. No sabemos si seguirá vivo para entonces. Estamos muy preocupados por su precario estado de salud, ya que tiene 82 años. Le queremos mucho y no tenemos más remedio que rezar para que esté a salvo y en paz hasta que le liberen. Mi madre, de 80 años, que se encuentra también muy mal de salud, llora a menudo al pensar en él”.

“Mis tres hermanos y un cuñado, que sirven como catequistas y líderes laicos en las aldeas, también fueron condenados a penas de entre 2 y 4 años de cárcel por supuestos delitos relacionados con las drogas en 2012, 2013, 2017 y 2020. Tres de ellos ya han sido liberados”.

“Más de la mitad de nuestra numerosa familia tiene que mudarse para evitar las sanciones del gobierno, a fin de poder seguir con los trabajos de evangelización. No violamos ninguna ley, sino que solo ayudamos a los demás a practicar la fe católica para vivir una vida buena y en paz”.

—Francis Tran