La primera iglesia construida en un terreno estatal en La Habana —y dedicada a San Juan Pablo II— es casi una realidad

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MIENTRAS RICARDO MÍNGUEZ habla, sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas al recordar las penurias y el sufrimiento que él y su comunidad han pasado. Han esperado más de 25 años para esto, y muchos de los que se embarcaron en esta aventura “han dejado el país o ya no están con nosotros”, dice este anciano caballero cubano. Ricardo habla de la comunidad católica del barrio Antonio Guiteras, una comunidad de un centenar de personas que se formó por primera vez en 1993, en el patio de una casa particular de este suburbio en las afueras de La Habana.

Iglesia Juan Pablo II
La nueva iglesia que será dedicada al Papa San Juan Pablo II

El barrio Antonio Guiteras es uno de los “consejos populares” del área municipal de La Habana, a unas 3 millas del centro histórico de la capital. Es aquí donde el sueño de Ricardo se está convirtiendo en realidad, en forma de una iglesia donde la comunidad católica puede reunirse y rezar. Esta será la primera iglesia católica de La Habana, y la segunda de todo el país, que se construye en terrenos cedidos por el Estado, desde la revolución de 1969. Está dedicada al Papa San Juan Pablo II, cuya visita a Cuba en 1998 marcó “un antes y un después” en la situación de la Iglesia católica en esta nación caribeña y en las relaciones entre el Vaticano y el régimen cubano. “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”, fue la histórica frase utilizada por el Papa polaco.

“Nos enfrentamos a muchas dificultades para empezar. Durante más de un cuarto de siglo apenas podíamos hablar abiertamente sobre la vida católica, pero nos estábamos uniendo y creciendo. Y estábamos constantemente rezando por la posibilidad de tener un pedazo de tierra en el que construir una iglesia. Hubo muchas dificultades, de todo tipo, pero al final el presidente Raúl Castro dio su firma, concediendo este pedazo de tierra aquí,” cuenta Ricardo Mínguez.

El obstáculo más reciente ha sido la pandemia de COVID-19, que una vez más ha paralizado los trabajos. El aislamiento también significó que la comunidad no pudo celebrar el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II, el 18 de mayo. Todas las misas públicas han sido canceladas desde finales de marzo. Pero si hay algo por lo que el pueblo cubano es conocido, es por no rendirse ante la adversidad.

Ricardo es el “sacristán” de la actual iglesia provisional, con techo y paredes de chapa, que ya está siendo utilizada por los fieles en el mismo sitio donde se está construyendo la nueva iglesia. Mientras cuelga un cuadro de la Divina Misericordia, una devoción a la que la comunidad y la nueva iglesia también están dedicadas, comenta: “Aquí ya tenemos todos los servicios que tendrán lugar en la iglesia bodas, comunión, bautismos y nos reunimos todos los domingos para rezar juntos. Vengo aquí de antemano para ordenar las cosas, preparo el altar, los cuadros, las sillas…”.

“Seremos muy felices aquí, después de tanto sacrificio. Hemos sufrido mucho frío, calor, incomodidad. El trabajo se ha retrasado por varios ciclones y un huracán, por no hablar de la tremenda dificultad de intentar hacerse con los materiales de construcción. Pero ahora podemos ver nuestro sueño casi cumplido”, dijo Ricardo a los visitantes de Ayuda a la Iglesia que Sufre, uno de los patrocinadores del proyecto.

El diseño de la nueva iglesia es discreto, casi un símbolo de la Iglesia cubana del siglo XXI. De estructura sencilla y apenas 3.600 pies cuadrados de superficie, parece un pequeño david arquitectónico, en comparación con los goliats de los dos altísimos bloques de apartamentos de al lado.

El sacristán recuerda cada detalle de todos los que han ayudado a equipar la actual iglesia improvisada: “El cardenal nos dio 20 sillas blancas, un diácono nos dio 6 bancos usados, mientras que otras personas han proporcionado el mantel del altar. Yo busco por todas partes; la gente me da sillas viejas, que yo atornillo y reparo, y así por lo menos tenemos suficientes sillas para todos y nadie tiene que estar de pie. En los grandes días de fiesta somos más, pero en las misas dominicales solemos tener unos 70 u 80”.

Ricardo Minguez
Ricardo Minguez

Igual de arduo y meticuloso ha sido el financiamiento de la nueva iglesia, aunque Ricardo no lo sabe. En el edificio se incluye el material del altar que fue montado para el Papa Benedicto XVI durante su visita a La Habana en 2012. A esto, se suma la ayuda de diversas organizaciones católicas, entre ellas Ayuda a la Iglesia que Sufre, que apoya el proyecto desde 2014 y que acaba de comprometerse a aportar 29.000 dólares más para completar la construcción.

Fue el difunto cardenal cubano Jaime Ortega, fallecido en 2019, quien puso la primera piedra el 18 de marzo de 2015. Ricardo recuerda: “Cuando vino, no había nada, pero así como el Papa va donde se lo necesita, incluso a lugares sencillos, también el cardenal vino aquí cuando no había nada más que un simple patio trasero”. Durante la ceremonia, el cardenal Ortega destacó el significado simbólico de este sitio en particular, “donde una Iglesia de piedras vivas, ustedes mismos, perseveraron en la fe y han venerado desde el principio al Cristo de la Misericordia, la gran devoción del santo Papa a quien esta parroquia está dedicada”.

Ricardo Mínguez ha experimentado muchas cosas durante su vida. Con emoción, habla de cómo fue invitado a asistir a la misa durante la histórica visita de San Juan Pablo II. “Sí, he vivido muchas cosas, ¡y todavía las sigo viviendo! Porque este es un gran sueño, que pronto se convertirá en realidad. Algunos pensaron que estábamos locos porque todo nos estaba costando mucho. Pero el país tiene que avanzar, hacer nuevas cosas, y cuidar las cosas que tenemos. Necesitamos esta iglesia, y la tendremos”, concluye Ricardo.

—Maria Lozano