Los egipcios aman a su selección de fútbol, pero los cristianos se sienten excluidos

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A MEDIDA QUE LA SELECCIÓN NACIONAL DE FÚTBOL DE EGIPTO avanzaba en la Copa Africana de Naciones, la fiebre del fútbol volvía a apoderarse de la nación.

“Los egipcios están completamente locos por el fútbol. Les encanta”, dice Manuel José, un entrenador portugués que dirigió durante ocho años al Al-Ahly, el club más importante de Egipto, y que fue testigo directo de la pasión de los aficionados: “Cuando entrenaba en Egipto, el Estadio Internacional de El Cairo tenía una capacidad de 100.000 espectadores, y se llenaba tres horas antes de los partidos”.

Tony Ghali dejó Egipto hace años. Ahora vive y trabaja en Alemania, desde donde sigue de cerca las evoluciones de la selección egipcia en el torneo africano. Antes de cada partido, él y sus hijas se ponían sus camisetas de Egipto, impresas con el nombre del héroe nacional y jugador estrella Mohamed Salah. Como todos los egipcios, rezaban por una victoria, pero Tony, como muchos otros cristianos coptos, sabe que nadie en ese equipo reza como él. “Rara vez se ve a un jugador cristiano en Egipto”, dice a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).

No hay estadísticas oficiales sobre el número de coptos en Egipto, pero las estimaciones varían entre el 10% y el 20%. La gran mayoría pertenece a la Iglesia Ortodoxa Copta, y un pequeño número a la Iglesia Copta Católica. El hecho de que ningún copto, de cualquier confesión, esté representado en el fútbol de alto nivel, y por tanto en la selección nacional, resulta doloroso.

“Siempre me emocionará la selección nacional porque los jugadores representan al país. Pero nos duele que no aprovechen todo el potencial de la gente. Estoy seguro de que hay mucho talento entre los coptos”, dice Tony. “No es posible que entre el 20% de la población no haya nadie que sepa jugar al fútbol”, añade.

Esta opinión es compartida por Andrew Youssef, profesor copto y candidato a doctor en teología, que reside en Canadá: “En general, diría que al copto promedio le gusta el fútbol y se alegra de ver ganar a la selección nacional, aunque le molesta que haya discriminación contra los coptos en ese sentido”, dice a ACN.

Pero, ¿hay realmente discriminación? Por un lado, algunos se empeñan en decir que sí la hay y que está más extendida. Señalan el hecho de que tampoco había coptos en los recientes equipos olímpicos de Egipto. Incluso el jefe de la Iglesia Ortodoxa Copta, el Papa Tawadros II, comentó en una entrevista con el periódico egipcio Al-Youm Al-Saba, en 2018, que “es extraordinario que en todos los equipos de fútbol de Egipto no haya un solo copto que tenga buenas piernas y que haya pateado un balón en las calles cuando era pequeño”.

Algunos musulmanes también están de acuerdo. El exjugador Ahmed Hossam, conocido como Mido, que jugó en muchos clubes internacionales, dijo en una entrevista con la cadena de televisión egipcia DMC, en abril de 2018, que “lamentablemente, hay mucha gente en Egipto que es intolerante por el color, la religión y la etnia. Debemos enfrentarnos a ellos y no esconder la cabeza en la arena”. ¿Puedes creer que en la historia del fútbol en Egipto, solo cinco cristianos han jugado al máximo nivel?”

Entre los coptos, abundan las historias de jóvenes que fueron rechazados de los grandes clubes en las pruebas cuando se reveló que eran cristianos, ya sea por sus nombres o, en un caso, por el tatuaje de una cruz que muchos jóvenes llevan en sus muñecas. Es imposible saber cuántos fueron casos reales de discriminación y cuántos fueron simplemente interpretados así por un pueblo que ha aprendido a ver la vida a través de la lente de la persecución.

Tony Ghali y sus hijas con camisetas egipcias de la Copa de África 2022. (Foto cortesía de Tony Ghali)

Tony Ghali dice a Ayuda a la Iglesia que Sufre que “quizás los clubes temen elevar a un egipcio cristiano a la categoría de héroe”.

A un aspirante a jugador con un nombre inequívocamente cristiano, Mina Bindari, un club le pidió que jugara con el nombre de Ibrahim. Al principio, aceptó, pero después prefirió abandonar el fútbol profesional y formar una academia para dar a los jóvenes jugadores cristianos una oportunidad de mejorar. Como se negó a sustituir una forma de discriminación por otra, la academia Je Suis está abierta también a los musulmanes, que constituyen alrededor del 1% de los jugadores.

Otros, sin embargo, dicen que el problema no es la discriminación. Afirman que los padres cristianos desaniman a sus hijos para que jueguen al fútbol y que la percepción de que los prejuicios son generalizados da a los jóvenes jugadores coptos una excusa para abandonar cuando no superan las pruebas en primer lugar, en lugar de luchar por sus sueños.

Cuando habló con Ayuda a la Iglesia que Sufre, Manuel José parecía ajeno a la idea de que los cristianos sufren discriminación en el fútbol: “Estuve allí durante la Primavera Árabe. Vi cómo aficionados al fútbol, coptos y musulmanes, codo con codo, protegían a los manifestantes de la policía. Todavía tengo en casa dos camisetas que pertenecían a dos aficionados que fueron asesinados. Después de la revolución hubo algunos problemas, se quemaron algunas iglesias, pero luego las cosas se calmaron y ambas comunidades se llevan bien”, dice.

Los críticos de la teoría de la discriminación suelen señalar a Hany Ramzy, antiguo jugador y entrenador que cosechó grandes éxitos en Egipto y en el extranjero, incluso como capitán de la selección nacional, a pesar de su religión cristiana. El propio Ramzy dice que nunca fue discriminado. Sin embargo, su nombre no es claramente cristiano y él mismo admite que durante años nadie en el fútbol sabía que era copto.

La derrota final de Egipto en Camerún —donde perdió en la final contra Senegal— impidió las celebraciones en casa, pero los aficionados tendrán otra oportunidad pronto, cuando sus jugadores se enfrenten a Senegal en una difícil eliminatoria en marzo, para intentar clasificarse para el Mundial de Qatar, este año. En la victoria o en la derrota, el fútbol sigue demostrando que tiene el poder de unir a la gente a pesar de sus diferencias. Para los coptos, sin embargo, parece que este factor de unión podría explorarse más profundamente, en beneficio de todo el país.

—Filipe D’Avillez