Navidad; la Iglesia que sufre cuenta con la presencia de Dios

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La homilía del cardenal Mauro Piacenza, presidente internacional de Ayuda a la Iglesia que Sufre (14 de diciembre de 2017, segunda semana de Adviento), ofrece esperanza a la Iglesia que sufre.

“NO TEMAS, yo estaré contigo”: estas son las palabras del Señor a sus siervos en el Antiguo Testamento, y las repite de forma sencilla y con una presencia mucho más consoladora en el Nuevo Testamento.

In helping the Suffering Church, we love Christ
Vista de Belén

“No temas, yo estaré contigo”: estas son las palabras que Dios le dice a Moisés cuando este, llamado a cumplir una difícil misión, intenta echarse atrás, al decir que no es capaz de hacerlo y protestar porque los obstáculos son simplemente demasiado grandes. ¿Cómo es posible que él, un pastor miserable, se enfrente al faraón de Egipto y le diga que libere a Israel? El Señor simplemente le dice: “Yo estaré contigo”.

Más tarde, cuando Josué es llamado a ponerse a la cabeza de este pueblo errante y conquistar ciudades fortificadas, se le da la misma seguridad: “No temas, yo estaré contigo”.

En varias ocasiones, el apóstol Pablo, enfrentado a dificultades insuperables y a una terrible oposición en Corinto, mientras estaba en la cárcel y cuando se lo llamó para que enfrentara su muerte, se le permitió escuchar estas palabras: “No temas, yo estoy contigo.”

Esto es lo que cambia todo, y esto es lo que esperamos oír en Navidad: que el Señor venga en nuestra ayuda y permanezca con nosotros. Y es precisamente lo que ha hecho, ha venido “para estar con nosotros”, que es el más profundo deseo de amor; es lo único que importa: estar con quien amamos, estar con quien nos ama. Todo lo demás es secundario. No importa si nuestra situación no cambia, siempre y cuando el que amamos esté con nosotros.

Esto es precisamente lo que el Señor nos promete y nos da. Él no cambia las cosas que nos rodean, pero se coloca en medio de ellas y así ya por su presencia todo cambiado interiormente.

Dios no le proporcionó a Moisés ejércitos para que pudiera llevar a cabo su misión, sino que estuvo con él. Y como era el Señor, las cosas imposibles se hicieron posibles. Lo mismo ocurre con nosotros. El Señor no cambiará las circunstancias externas, pero está presente entre nosotros, y así todo cambia. Ahora sabemos por qué el Señor, al venir a nosotros, no eligió una vida de triunfo, sino una vida humilde, la vida de un pequeño, de un perseguido y, finalmente, de un condenado a muerte y ejecutado. Él quiso colocarse entre nosotros, en cada situación humana y especialmente en las más difíciles.

La profunda certeza de nuestra fe, de que Jesús está con nosotros de una manera particular cuando nuestra vida se ajusta más a su cruz, es la fuente de una fuerza y una confianza extraordinarias, de modo que aquellas situaciones que de otra manera hubieran sido fuente de desolación sin fin, ahora se han iluminado con alegría.

Demos gracias al Señor, que ha venido a estar con nosotros, y pidámosle que nos conceda también la gracia de decirle: “Yo estoy contigo”. Nuestro Salvador ha venido a estar con nosotros, y nos pide a su vez que estemos con él, en obediencia a su voluntad, a su enseñanza en la vida, a su gracia. En particular, en estos tiempos de confusión y consternación, nos pide que estemos con él y, por lo tanto, con el magisterio constante de la Iglesia a lo largo de los 2.000 años de su peregrinación por la historia, con la ininterrumpida “Traditio Ecclesiae” ilustrada por los padres, los doctores y todos los santos; que estemos con él para que su doctrina sea para nosotros no una exposición de museo, sino la vida algo traducido en nuestra vida diaria y fermentado por nuestras acciones—, que sea un impulso misionero para nuestra fundación. Solo así podremos estar seguros de estar “con Él”, con el Señor, y no con nosotros mismos, con nuestros propios y estrechos puntos de vista o con el espíritu del mundo.

Estar “con Él”. ¡Esto es lo único que importa! Y poco interesa si esto va acompañado de honor y aplausos o de marginación y humillación. Con Él, con Aquel que nos ha prometido: “Estaré contigo hasta el fin del mundo”.