Patagonia: Argentina es un país de misión

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La Iglesia en la Patagonia argentina se enfrenta a grandes retos, como las grandes distancias y la falta de recursos. Uno de los obispos que supervisa el desarrollo de la Iglesia allí es Mons. Roberto Álvarez, que habló con Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) sobre sus sueños y dificultades.

Mons. Roberto Álvarez ha asumido múltiples responsabilidades desde octubre de 2023, cuando fue nombrado titular de la recién creada Diócesis de Rawson, así como Administrador Apostólico de la Diócesis de Comodoro Rivadavia, ambas en la Patagonia. El próximo 17 de febrero tomará posesión como Obispo de Rawson. “La Iglesia patagónica es especial y muy diferente al resto de la Argentina. Por ejemplo, somos una tierra de evangelización, un país de misión. Esta región no tiene raíces cristianas profundas. En ese sentido, nos parecemos más a Uruguay”, explica monseñor Álvarez, quien añade que la provincia de Chubut, donde se encuentra Rawson, se ha caracterizado históricamente por una fuerte migración. “Esta zona estaba habitada por mapuches-tehuelches, pero en el siglo XIX fue colonizada por inmigrantes galeses. Actualmente, llega gente de Bolivia y Paraguay, lo que le da una diversidad cultural y religiosa única en comparación con el resto de Argentina. También hay aquí una gran presencia protestante, lo que tampoco es habitual en otras partes del país”, afirma.

Una diócesis, 65.000 kilómetros
Quizá el mayor reto sea la distancia entre comunidades. La nueva diócesis abarca unos 40.000 kilómetros cuadrados, una superficie mayor que Austria o Portugal. La realidad que describe el obispo puede exigir un sacrificio extremo. “Aquí no hay trenes, y apenas vuelos, así que utilizamos el coche para desplazarnos. Para ir a misa en algunas de las zonas rurales, viajamos 250 millas ida y vuelta”.

Para asistir a la reunión pastoral de toda la Patagonia, algunos participantes se afanan en conducir más de 900 millas. “Pero lo hacen, y con mucha alegría, porque saben lo importante que son estos encuentros para el futuro de la evangelización. A veces podemos contar más con la gente de la Patagonia que en otros lugares donde he trabajado, donde las distancias eran mucho más cortas”, comenta el obispo. A fines de enero, recorrió 800 kilómetros para asistir al encuentro binacional de paz y fraternidad entre Chile y Argentina, que se realiza en el paso fronterizo de la provincia de Chubut.

Monseñor Álvarez

Dadas las circunstancias, Mons. Álvarez destaca la importancia de la formación del clero. Tiene 12 sacerdotes en la diócesis de Rawson; solo seis son argentinos y tres son de la Patagonia. “Solo tengo un puñado de sacerdotes, lo que significa que los laicos están llamados a cumplir verdaderamente su misión bautismal. Los necesitamos de verdad. Debido a las enormes distancias, necesitamos cuidar a nuestros sacerdotes y acompañarlos. Este año hemos tenido el primer encuentro de clero joven, y estaban muy contentos”.

Retos financieros
Otro reto al que debe enfrentarse el obispo Álvarez es la falta de recursos, que se ha agravado en los últimos diez años. “Cuando no tienes nada, no tienes preocupaciones personales. Lo único que me preocupa es el mantenimiento económico de mis agentes de pastoral en la diócesis”, afirma. “Mire, acabo de terminar de planchar mi ropa. No tengo casa propia. Lavo, plancho, hago de todo. Vivo de la caridad de mis sacerdotes, que me dan cama y comida. Siempre hay un cura que te da una almohada en su parroquia”, dice el obispo. “A pesar de las dificultades económicas y geográficas, soy muy feliz”.

Pero estos problemas dificultan el sostenimiento de la nueva diócesis. Para los sacerdotes, un simple viaje puede tener costes considerables, a veces equivalentes a un mes entero de los ingresos de la parroquia. “Por eso es tan importante la ayuda que me dan para los cursos de formación y los estipendios de misa. Sin la ayuda de ACN, sería imposible cubrir todos los gastos de combustible para nuestro trabajo pastoral”, dice el obispo Álvarez.

ACN también ayuda a las hermanas de San Juan Bautista, una comunidad religiosa mexicana que realiza una labor extraordinaria en un radio de 160 kilómetros cuadrados, que incluye partes de la nueva diócesis, como Las Plumas, Dique Ameghino y Escorial. En esta región, donde los caminos son poco más que piedras y arena, las hermanas realizan una labor pastoral y social en beneficio de las familias más pobres, llevándoles el consuelo de Dios, además de alimentos y medicinas. “Viven con gran austeridad, soportando temperaturas de hasta 15 grados. Tienen permiso para celebrar bautizos y bodas porque el sacerdote más cercano está a varias horas de distancia. La ayuda que reciben de ACN también es indispensable. Sin ella, no podrían cubrir sus gastos”, dice agradecido el obispo Álvarez.

—Maria Lozano