Sin cristianos no habrá paz en el Líbano

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Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) apoya la formación de seminaristas en todo el mundo. Sin embargo, en el Líbano se trata de algo más que de preparar a hombres para ser buenos sacerdotes; tiene que ver con garantizar un futuro pacífico para el país, y un entorno estable para que los cristianos prosperen.

El Seminario Patriarcal Maronita de Ghazir es el principal seminario de la Iglesia maronita en el Líbano y en el mundo. Con la crisis económica y política que ha golpeado tan duramente al Líbano en los últimos años, provocando el empobrecimiento generalizado de la sociedad, se ha hecho cada vez más difícil mantener el seminario y costear la formación de decenas de candidatos al sacerdocio. Fiel a su vocación de ayudar a los seminaristas de todo el mundo, ACN ha intervenido con ayuda financiera. Los jóvenes están agradecidos, pero la ayuda más importante que necesitan, dice Joseph Loutfi, de 25 años, es la oración.

En 2019, la mayoría de las diócesis libanesas vieron desaparecer de la noche a la mañana el dinero que tenían en el sistema bancario, lo que les dificultó poder pagar la matrícula y la formación de sus seminaristas. En la actualidad, el país vive una crisis política y económica, a falta de un gabinete y residente debido a un bloqueo político, que muchos cristianos achacan a la influencia del movimiento islamista Hezbolá, financiado por Irán.

“En el seminario descubrimos nuestras fortalezas y debilidades, y aprendemos a desarrollar una relación personal con Dios, que es crucial para la vida de una persona consagrada. Pero las circunstancias están dificultando que nos centremos en nuestra formación, así que, por favor, rezad por nosotros”, dice Loutfi.

Su amigo Chadi Chata, de 26 años, está de acuerdo. “Nos enfrentamos a una situación muy difícil, y aún puede empeorar. Pero, a pesar de todo, ¡Dios ha elegido enviar a decenas de jóvenes a servir en su campo!”.

En un momento en que el cristianismo parece estar en retirada en Oriente Próximo, debido a la persecución y a la emigración económica, estos seminaristas hacen brillar una luz para el Evangelio, explica. “Hablamos el idioma del Corán. Podemos mostrar a nuestros hermanos musulmanes la verdad de Dios y cambiar sus vidas. Por favor, recen para que podamos convertirnos en sacerdotes verdaderos y fuertes”.

Líbano tiene 18 comunidades religiosas reconocidas oficialmente, entre las que se encuentran diversas confesiones cristianas y musulmanas. Durante 15 años, entre 1975 y 1990, una sangrienta guerra civil las enfrentó entre sí, y tras 30 años de paz algunos temen que la crisis económica pueda agudizar de nuevo las divisiones. En este contexto, los cristianos son una presencia muy necesaria en un país que “lleva las huellas de Jesús, lo que hace de ésta una tierra sagrada”, afirma Johnny Estephan, de 24 años. Según el Evangelio, Jesús visitó las tierras que actualmente forman el Líbano, incluidas las ciudades meridionales de Tir y Sidón.

Bendición del seminarista Marc Rahme.

“En regiones donde conviven cristianos y musulmanes somos testigos de Jesucristo para los musulmanes, y un puente entre Oriente y Occidente”, añadió.

Raymond Elia, de 41 años, aún tiene sus apuntes de teología sobre la mesa. “Es importante estudiar”, dijo, “pero estudiar no es suficiente. Podemos leer todos los libros de teología, y la Biblia de cabo a rabo, y aun así no saber nada de Jesucristo. Tenemos que conocerle aquí dentro”, añadió señalando su corazón.

Raymond es miembro de un movimiento carismático y en su parroquia natal se encargaba de acoger y preparar a los musulmanes que deseaban convertirse al cristianismo. A diferencia de muchos otros países de Oriente Próximo, la conversión es legal en Líbano, aunque sigue estando mal vista socialmente. Sin embargo, no le faltó trabajo. “Muchos musulmanes quieren conocer mejor a Jesucristo. Hay muchas conversiones”, dice.

Una lengua que todos ellos necesitan estudiar es el siríaco, la lengua litúrgica de la Iglesia maronita. A petición del rector del seminario, Roy Zeidan, de 25 años, se puso en pie y marcó la pauta para una impresionante interpretación colectiva del Ave María en la lengua viva más cercana al arameo hablado por Jesús.

A pesar de la libertad religiosa y de expresión que existe en Líbano, Johnny Estephan se quejó de la “discriminación enmascarada”, pero afirmó que aun así “seguimos vigilantes para proteger la armonía interreligiosa”. Hay cristianos que viven en pueblos con musulmanes o drusos, pero no hay dos ramas diferentes del Islam que convivan pacíficamente. Somos buenos modelos para los demás”.

La crisis económica ha llevado a muchos libaneses a buscar una vida mejor fuera de su patria. Al estar en general mejor educados, más a gusto con la cultura occidental y menos cómodos con la creciente influencia militar y política de Hezbolá, los cristianos tienden a emigrar en mayor número, proporcionalmente, y a lo largo de las décadas han pasado de ser mayoría a sólo un 30% de la población.

Sin cristianos, la existencia de Líbano no está en juego, insiste John, pero en realidad depende del tipo de Líbano que queramos ver. “Sin cristianos seguirá habiendo un Líbano, pero no un Líbano pacífico y armonioso”, advierte.

La vida y la práctica religiosas son cruciales para los libaneses de todas las religiones, y la existencia de una vida parroquial fuerte es un ancla que impide que muchos cristianos abandonen su tierra. Esto sólo es posible con sacerdotes buenos y bien formados, como las docenas de jóvenes del Seminario Patriarcal que siguen prosperando en sus estudios y en la búsqueda de su vocación, gracias al generoso apoyo de los benefactores de ACN de todo el mundo.

—Felipe d’Avillez