En Ucrania, las mujeres religiosas están en primera línea en la batalla contra el COVID-19
PARA UCRANIA, la propagación de este coronavirus podría tener consecuencias devastadoras. Ya antes de su llegada, la guerra civil en curso, combinada con un déficit en los pagos de pensiones, había expuesto especialmente a los más débiles y ancianos a la enfermedad y la pobreza. Ayuda a la Iglesia que Sufre acaba de aprobar una ayuda de emergencia para sacerdotes y religiosas que les permita seguir ejerciendo su ministerio pastoral y social entre las personas más vulnerables. Aquí hay una instantánea del trabajo de las religiosas en Ucrania.
La hermana Daniela Pukhalska es una enfermera en un hospital de Odessa, en el Mar Negro. Trabaja en la sección de enfermedades infecciosas y, por consiguiente, es testigo del sufrimiento causado por el virus. “Hace unos días, nos dijeron que a partir de este momento solo debemos aceptar pacientes que hayan dado positivo. Hay tanto trabajo que hacer que al final del día me siento absolutamente agotada. Incluso algunos de los médicos han entrado en pánico y otros se han ido”, informó.
Ella misma no tiene miedo de la infección. Una religiosa del Inmaculado Corazón de María dijo que esta confianza es por la gracia de Dios y porque muchas personas están rezando por ella y por los enfermos. Y añadió: “Sé que mucha gente está rezando por nosotros, por los médicos y todo el personal, y estamos muy agradecidos por ello. Por favor, sigan rezando por nosotros, para que no perdamos nuestras fuerzas”.
La hermana justiniana trabaja en la residencia de ancianos María la Madre de la Misericordia, en Lviv. Allí, las hermanas de San José cuidan a 25 pacientes postrados en cama que requieren atención médica y supervisión las 24 horas del día. Como consecuencia de la pandemia, ahora está prohibido visitar a los pacientes. La religiosa le dijo a Ayuda a la Iglesia que Sufre que el personal tiene que llevar máscaras y ropa protectora. “Tememos que pronto nos quedemos sin el equipo y las medicinas necesarias, porque es difícil conseguir nuevos suministros. Pero, a pesar de todo, estamos tratando de no entrar en pánico, sino de calmar y proteger a nuestros pacientes”.
La hermana Jana Lypivska, religiosa de las Hermanas Benedictinas Misioneras, trabaja en la Parroquia de San Luis, en Zhmerynka, centro del país. Hasta hace poco, su principal tarea era dar catequesis a niños y adultos y prepararlos para los sacramentos. Pero la hermana Jana, además, siempre se había ocupado de los ancianos y los necesitados de la parroquia. Ahora, esto se ha convertido en su deber más importante, explicó.
“En este difícil momento de cuarentena, sobre todo, estas personas necesitan nuestra ayuda y el testimonio de nuestras vidas. Muchos de ellos nos piden nuestras oraciones. Abrimos nuestras capillas para que una persona a la vez pueda rezar allí, y hacemos recados o intentamos simplemente estar para la gente en estos tiempos difíciles”.
La hermana Elena Gnadziuk pertenece a la Congregación de las Hermanas Portadoras de Mirra (las Myronositsi). Su convento es visitado diariamente por una docena de personas que viven en la pobreza. Las hermanas comparten su comida y otras necesidades con ellas. “Cada vez que oigo el timbre y abro la puerta de nuestro convento, veo gente necesitada. Entre ellas se encuentran personas sin hogar y aquellos que han perdido sus trabajos debido al virus y ahora están en dificultades económicas. Ayer, una mujer vino a nosotros pidiendo comida para sus 3 hijos. Después de ella, vino un hombre que pedía comida para su madre. Entre los necesitados hay muchas personas que viven por su cuenta”, dijo la religiosa.
Ayuda a la Iglesia que Sufre lleva años apoyando a todas estas comunidades, lo que permite a las hermanas cumplir mejor con su carisma de atención y servicio a los más pobres entre los pobres. Nuestro apoyo las ayuda a formar nuevas vocaciones, a cuidar a sus propias hermanas enfermas y ancianas y a proporcionar ayuda a aquellos a los que sirven de forma totalmente gratuita.
—Maria Lozano