Un sacerdote regresa a Gaza para prestar ayuda en medio de la guerra

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El padre Gabriel Romanelli, párroco de la parroquia de la Sagrada Familia de Gaza, ha decidido regresar a Gaza y permanecer al lado de su comunidad. A pesar de los peligros y desafíos, el padre Gabriel está decidido a proporcionar ayuda espiritual, moral y material a los necesitados, sea cual sea su afiliación religiosa.

«Muchas gracias por vuestro apoyo durante este tiempo. He podido volver a mi parroquia, la Sagrada Familia de Gaza. Es difícil explicar mis sentimientos porque he sido misionero en Gaza durante casi 19 años, y ahora, cuando por fin he podido volver, mucha de mi gente ya no está aquí”, dice el padre Gabriel Romanelli a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). Pero el sacerdote siente que su propósito es hacer todo lo que pueda para aliviar el sufrimiento y llevar esperanza a las personas afectadas por la guerra.

El reciente conflicto en Gaza ha dejado un rastro de destrucción y pérdidas, con innumerables vidas destrozadas. La comunidad cristiana, tanto ortodoxa como católica, se ha reducido mucho. Algunos cristianos pudieron huir a Egipto, pero el padre Gabriel lamenta «la pérdida de 36 personas, 20 de las cuales murieron por bombardeos del ejército israelí o disparos de francotiradores. Los demás sucumbieron principalmente por falta de medicinas. Perdimos a un niño del orfanato de la Madre Teresa. Así que, sí, es doloroso, pero al mismo tiempo sabemos que están con Dios. Están presentes en el Cielo para interceder por la paz, la justicia y el perdón de los pecados, por todos nosotros y por los que están en guerra».

El Padre Romanelli diciendo misa en la Iglesia de la Sagrada Familia (Sagrada Familia Gaza)

El sacerdote argentino se encontraba en Belén cuando comenzó el conflicto. Tras más de siete meses en Jerusalén, en los que no pudo regresar a su parroquia, acompañó a Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, en su visita a Gaza del 15 al 19 de mayo.

Cuando se le pregunta por qué quiere quedarse en Gaza, mientras que la mayoría de la gente quiere abandonar la zona de guerra, el padre Gabriel explica que su misión está arraigada en su fe y en la guía de sus superiores. Cree firmemente que su lugar está en Gaza, donde puede proporcionar apoyo espiritual, moral y existencial a cristianos, musulmanes y personas de todos los orígenes.

«Quiero quedarme aquí porque ésta es mi misión», afirma el misionero. «Aunque en el futuro me llamen para servir en otro lugar, estoy convencido de que, por ahora, mi deber como párroco y pastor es estar aquí, ofreciendo ayuda de todas las formas posibles».

En medio del caos, el padre Gabriel y su comunidad siguen rezando fervientemente por el fin del azote de la guerra que asola a la humanidad. Creen firmemente que la guerra no es la voluntad de Dios, sino el resultado de las acciones humanas. Sus oraciones se extienden a todas las víctimas, y abogan incansablemente por la justicia, la paz y la reconciliación. «Yo no soy un salvador. Nuestro Salvador es nuestro Señor Jesucristo, pero siento que aquí, al menos, puedo hacer algo para que nadie se quede atrás y sembrar un poco de justicia y paz. Debemos alzar la voz por la justicia, la paz y la liberación de los privados de libertad. Necesitamos la entrada de ayuda humanitaria para curar a los miles de heridos y para que los desplazados vuelvan a sus hogares en la Franja de Gaza. Del mismo modo, los miles de desplazados del norte de Israel deben poder regresar a sus hogares».

Reconociendo los inmensos retos a los que se enfrenta la población de Gaza, el padre Gabriel da las gracias a organizaciones como Ayuda a la Iglesia que Sufre y al Patriarcado Latino de Jerusalén por facilitar la entrega de una ayuda muy necesaria. El Padre Gabriel expresa su gratitud a Ayuda a la Iglesia que Sufre, declarando: «La situación en las ciudades es terrible, sin una sola estructura que no haya sufrido daños. Aquí, en la parroquia, tenemos unos 500 refugiados. De ellos, unas 50 personas, principalmente niños, están bajo el cuidado de las Hermanas de la Madre Teresa. Además, ayudamos a miles de personas del barrio, ofreciéndoles agua, alimentos y medicinas. Agradecemos a los bienhechores de ACN todo lo que hacen y les animamos a seguir proporcionando ayuda espiritual, existencial y material para consolar a estos corazones que sufren. Que la Virgen María nos bendiga y gracias de nuevo por todo».

—Maria Lozano y Christophe Lafontaine