Brasil: Un amor que no se oxida
La Amazonia, conocida como el «pulmón del planeta» por su rica biodiversidad, es también el hogar de historias inspiradoras y alentadoras. Una de esas historias se centra en un viejo camión en un garaje de Altamira, en lo profundo del estado de Pará (Brasil), que contiene recuerdos imperecederos, aunque esté rodeado de chatarra vieja y oxidada.
«Este camión se utilizó durante la Segunda Guerra Mundial y procedía de Suiza. Pero aquí se utilizó en otro tipo de guerra, una guerra por la paz. Aquí, sirvió como parte del proyecto de Dios para luchar por la paz y por las familias», dice Orlando Bragança, el propietario del taller, mientras admira el ahora jubilado vehículo que repartió tanto amor por el Amazonas.
Gracias al apoyo de Ayuda a la Iglesia que Sufre – ACN a los Salesianos, un total de 320 camiones como éste llegaron a Brasil. Los Salesianos estaban involucrados en el Proyecto AMA, que solía significar «Ayuda Motorizada para la Amazonia», pero que más tarde se cambió a «Asistencia Misionera Móvil».
Los camiones de AMA han sido algo más que una ayuda pastoral para la región. Ayudaron a garantizar que los sacerdotes tuvieran contacto con la gente, a promover el crecimiento de las comunidades cristianas y a transportar alimentos y medicinas, así como materiales educativos y de construcción. También ayudaron a llevar los productos locales a los mercados, para que muchas personas que antes eran explotadas pudieran obtener un precio justo por el fruto de su trabajo. «Se ha encendido un faro de esperanza en el Amazonas, y esta luz sigue viajando», dijo el padre Werenfried hace años, al describir el proyecto de ACN.
Aunque este camión en concreto ya no viajará, permanece en el garaje de Altamira como monumento a un amor que nunca se rompe. «En una época en la que era casi imposible viajar sobre ruedas por el Amazonas, estos camiones desempeñaron un papel crucial en la expansión de la atención pastoral en la región. Transportaban materiales de construcción para las casas parroquiales y las iglesias», recuerda Orlando. «¡Estos camiones son verdaderas reliquias!».
«No nos han olvidado»
Gracias a AMA, obispos, sacerdotes y religiosos pudieron visitar y llevar ayuda a muchas comunidades. El proyecto incluyó la entrega de 45 cargamentos de camiones en el Puerto de Belém, en Pará; la formación de 300 mecánicos en la región; la formación de conductores en Belém, Manaus, Cuiabá y Boa Vista; y la distribución de camiones a 67 centros de 44 diócesis.
El proyecto se inspira en los Camiones Capilla del ACN que se extendieron por Europa tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, cuando docenas de camiones se convirtieron en «iglesias sobre ruedas», alimentando la fe de grupos de católicos en la diáspora al proporcionarles los sacramentos. En una carta a la fundación, un joven católico expresó su gratitud por la visita del camión, diciendo que no solo traía la posibilidad de la comunión con Cristo, sino también con el prójimo: «Estamos especialmente agradecidos por sentir que no nos han olvidado». En la desesperada situación de necesidad y abandono general, el sonido de los motores acercándose a pueblos y aldeas era un feliz recordatorio de que alguien se preocupaba por ellos y buscaba formas innovadoras de aliviar su sufrimiento, porque el amor siempre es creativo.
Alimentados por la esperanza
Los camiones que llegaron a Brasil también iban cargados de amor fraternal y esperanza. Muchos aún recuerdan la llegada de estos camiones cuando eran jóvenes, y cómo ayudaron a construir muchas de las estructuras de la Iglesia que aún hoy podemos ver, como casas parroquiales e iglesias. Esto permitió que la fe se extendiera por pequeños pueblos que ahora son ciudades de hasta 100.000 habitantes.
Una delegación de ACN descubrió este camión en particular durante un viaje de proyecto a Pará en septiembre de 2024. El camión está desgastado por el tiempo, pero la ayuda permanece. Gracias a la generosa ayuda de los benefactores, ACN sigue apoyando la construcción de estructuras pastorales e iglesias, además de proporcionar ayuda directa a las comunidades religiosas y a los misioneros, mediante la provisión de barcos, coches y motocicletas que pueden cubrir mayores distancias. A ello se suman los proyectos de paneles solares, que ayudan a reducir los costes energéticos, permitiendo una mayor inversión en evangelización.
AMA no son solo las iniciales del nombre del proyecto en portugués, sino también una forma del verbo «amar», en tiempo presente, que es una descripción apta para una iniciativa que resultó de un acto de amor inquieto, destinado a proporcionar el único consuelo duradero: el amor de Dios.
— Tatianna Porto