Burkina Faso: “La fe, no las armas, nos salvarán”
DURANTE UNA VISITA A LA SEDE INTERNACIONAL DE ACN, EN ALEMANIA, el padre Honoré Quedraogo, sacerdote de la diócesis de Tenkodogo, en el centro-este de Burkina Faso, habló de la situación que vive su país.
Oficialmente, el 40% del país no está controlado por el Estado, pero en el 60% restante también hay algunas zonas que están en manos de los terroristas, explica el padre Honoré. La situación, dice el padre Honoré, rector del seminario de Tenkodogo, se ha agravado desde el primer ataque terrorista de 2015, y el terrorismo afecta ahora a todos los rincones del país. “La gente se despierta por la mañana y no sabe si se convertirá en la última víctima de un atentado, y ya nadie se siente seguro”.
Lo cierto es que desde que el teniente coronel Damiba asumió la jefatura del Estado, en enero de este año, nada ha cambiado. Derrocó al régimen de Kaboré, prometiendo una lucha radical contra la corrupción y el terrorismo, pero, en todo caso, la situación ha empeorado, afirma el sacerdote. “Al proclamar a bombo y platillo que quería luchar contra los terroristas, parece que Damiba les estaba lanzando un desafío. El resultado es que hemos tenido más ataques que nunca. ¿Es una coincidencia o una consecuencia? Por ahora, nadie puede estar seguro”.
Según el sacerdote, es difícil señalar los verdaderos motivos que mueven a los terroristas, que pueden ir desde la pura delincuencia hasta el deseo de hacer la yihad. Sin embargo, las víctimas dicen que hay elementos de fundamentalismo islámico en los ataques. “Los atacantes obligan a los burkineses a seguir la sharia. Obligan a los hombres a llevar pantalones de longitud adecuada y les prohíben afeitarse la barba, y las mujeres deben llevar velo. La educación de estilo occidental está prohibida, y se obliga a los niños a asistir a escuelas coránicas, llamadas madrasas. Las iglesias no deben tocar las campanas y todos deben participar en las oraciones de las mezquitas”, explica el padre Honoré.
La situación se ve agravada por la pobreza generalizada. “Al menos el 60% de la población está en paro. No tienen nada que hacer en todo el día, ni dinero, así que si les ofrecen $100 dólares para ir a matar a alguien, aceptan”.
Muchos sacerdotes y catequistas han tenido que huir de la diócesis de Tenkodogo, de mayoría musulmana, por razones de seguridad. Algunas parroquias han suspendido la mayor parte de sus actividades, y los fieles deben recorrer grandes distancias para obtener los sacramentos.
Afortunadamente, muchos pueden seguir la misa y las oraciones a través de las emisiones de radio cristianas, que son cruciales en estas situaciones. Muchos seminaristas, explica el rector de Tenkodogo, no han podido volver a casa con sus familias durante las vacaciones de verano, debido a la terrible situación de seguridad en todo el país.
Sin embargo, los cristianos burkineses mantienen la fe. “Algunos de mis feligreses pasan las noches rezando por la paz. Esta dolorosa situación ha reforzado la fe de los cristianos en todo el país. Algunos han llegado incluso a martirizarse, prefiriendo morir a renunciar a su fe”, afirma el padre Honoré.
De hecho, el sacerdote cree que su país se salvará gracias a la fe. “La fe y la oración son lo que nos salvará, no las armas. Lo que estamos viviendo nos sobrepasa, estos atentados son de naturaleza diabólica y, por tanto, solo Dios puede ayudarnos.” Recuerda que en 2018 todos los obispos del país, acompañados por un millón de fieles, peregrinaron al santuario mariano de Yagma, para consagrar Burkina Faso al Inmaculado Corazón de María, siguiendo la oración enseñada por la Virgen, en Fátima.
“Al año siguiente, en 2019, casi no hubo atentados en el país”, dice el sacerdote. Sabiendo lo que está en juego, el sacerdote pide ardientemente a todas las personas de buena voluntad que recen por la paz en Burkina Faso, por intercesión de la Santísima Virgen.
—Amélie Berthelin de la Houge