Burkina Faso: “Los cristianos a los que servimos no saben si vivirán un día más”
EL PADRE PIERRE ROUAMBA, PRIOR GENERAL DE LOS HERMANOS MISIONEROS DEL CAMPO (FMC), habla con Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) sobre su trabajo con los cristianos en Burkina Faso, uno de los países más peligrosos del mundo.
Su congregación trabaja en varios países de África Occidental. ¿Cómo es la vida en esta región?
Políticamente es muy turbulenta. Burkina Faso, donde está nuestra sede regional, ha sufrido recientemente dos golpes de Estado, y en 2022 sufrió más ataques anticristianos que ningún otro país del mundo. La inseguridad es generalizada aquí, así como en Malí, Togo y Benín. Los cristianos de la zona sufren.
Y la evangelización en estos países es todavía reciente, no data de hace más de 150 años. Los cuatro países que he mencionado han sido duramente golpeados por el terrorismo islámico, y en Burkina Faso las tensiones y la persecución van en aumento. Los cristianos se ven afectados a diario por las atroces acciones de Al Qaeda y el ISIS.
¿Puede contarnos cómo es ejercer el ministerio en medio del peligro?
Pasé la Semana Santa en Kompienga, en Burkina Faso, en un ambiente muy especial, porque este lugar está aislado del resto del mundo, cortado por minas y puestos de control, que están tripulados por terroristas. Solo podemos entrar en helicóptero. Pero alrededor de Pentecostés de este año, los terroristas empezaron a atacar a la población local. Muchas personas murieron o resultaron gravemente heridas y tuvieron que ser evacuadas por aire. Los terroristas también se han apoderado del ganado y hacen todo lo posible para que la gente se convierta al islam. Y si la gente se niega a convertirse, les obligan a marcharse y, como las carreteras están bloqueadas, deben vagar indefinidamente por el bosque, donde muchos mueren por falta de alimentos y cuidados.
En una de nuestras parroquias, las mujeres intentaron romper el bloqueo, pensando que los terroristas no las atacarían. Pero muchas de ellas fueron secuestradas y violadas. Algunas fueron retenidas durante mucho tiempo, para ser utilizadas como esclavas sexuales y volvieron embarazadas al cabo de varias semanas. Son tragedias reales de las que los medios de comunicación no informan.
¿Qué planes tiene la congregación para el futuro?
Nuestro próximo gran proyecto es la apertura de nuestra casa regional en la diócesis de Uagadugú, en Burkina Faso. Allí también queremos formar a laicos, para enviarlos a misiones en lugares difíciles y que puedan llevar el Evangelio a las poblaciones rurales.
Nos preocupa el futuro. ¿Cómo lograr el perdón a largo plazo? Porque el olvido es imposible. Esta es una de las razones por las que nos gustaría crear unidades de apoyo para la ayuda espiritual y psicológica. La gente acude a nosotros simplemente para que la escuchemos.
También queremos servir a las víctimas de la violencia. Muchas personas han presenciado el asesinato de un ser querido, o han sido violadas o esclavizadas sexualmente; de estas violaciones han nacido niños. Cuando todo esto acabe, ¿cómo llevaremos un discurso coherente con el Evangelio? Tendremos que curar estas heridas. El trabajo pastoral necesario será inmenso.
También hay peligros para el clero. Por ejemplo, dos de sus hermanos fueron secuestrados en 2021.
Sí, y lo que sucedió es, me atrevo a decir, un milagro. Fueron detenidos en un puesto de control por terroristas, que los llevaron con los ojos vendados al bosque, los registraron, los maltrataron, los interrogaron sobre su misión y les pidieron que se convirtieran al islam.
Nuestros hermanos hablaron con ellos con auténtico espíritu de paz, sin ira ni acritud. Cuando los terroristas les pidieron que rezaran una oración islámica, se negaron amablemente, explicándoles que, como cristianos, rezaban con los Salmos, y que la verdadera oración es una relación de corazón a corazón con Dios y no puede imponerse. A pesar del acoso, permanecieron pacíficos, respondiendo a la violencia con caridad. Los terroristas quedaron impresionados por ello, los condujeron de nuevo a la carretera y los liberaron. Damos gracias a Dios por ello. Es una señal de que el amor puede triunfar sobre el odio.
¿Cómo afecta esto a la fe de la gente?
Es realmente sorprendente observar que los cristianos que, en cierta medida, habían abandonado la práctica religiosa están volviendo a la fe, a pesar de que los terroristas están haciendo todo lo que pueden para extinguir el cristianismo. Los terroristas impiden que los cristianos se reúnan en iglesias, pero las familias se reúnen en sus casas para reavivar su fe mediante clases de catecismo y celebraciones conjuntas.
Precisamente porque estos cristianos son directamente perseguidos, profundizan su vínculo con Cristo. La sangre de los mártires es la semilla del cristianismo. En Kompienga, una provincia bajo el fuego, llueven las peticiones de bautismo y se imparten clases de catecismo.
Los cristianos que sufren el odio por su fe tienen dos opciones. Pueden buscar la salvación fuera de Dios, rebelándose contra Él, o pueden buscarla en el corazón del propio Jesucristo. Nuestros cristianos tienen esta gracia especial que les permite comprender, y ponen sus vidas en manos de su Salvador.
¿Cuál es el carisma de su comunidad?
Nuestra congregación se fundó en Francia en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, y se dedicó al trabajo pastoral en las zonas rurales. Este sigue siendo hoy el núcleo de nuestro trabajo, especialmente en África Occidental. Permanecemos en las zonas más desfavorecidas económica y socialmente, promoviendo el Evangelio y compartiendo la vida de las poblaciones rurales. Y a menudo estamos en contacto con musulmanes y personas que aún no han oído hablar de Cristo.
Nuestro carisma es llevar a todos a Jesucristo, y hacerles volver en acción de gracias, a pesar de sus muchas dificultades. Queremos ser un signo de esperanza cristiana en medio de la desolación. Nos acompaña Cristo porque Él mismo sufrió como nosotros. Para los cristianos a los que servimos, el tiempo no va más allá de las próximas 24 horas. No sabemos si viviremos un día más. Esto profundiza nuestra relación personal con Jesús.
Gracias a nuestra colaboración con ACN, estamos experimentando una verdadera solidaridad, especialmente a través de un reciente proyecto de alimentos para refugiados y desplazados que hemos puesto en marcha en una de nuestras parroquias.
—Frank Paulin & Felipe d’Avillez