En El Cairo, una temporada navideña teñida de dolor
MARIAN NABIL HABIB acaba de celebrar el 1° aniversario de lo que ella llama “el martirio de mi padre”. Nabil Habib tenía 48 años; estaba entre las 29 personas que murieron el 11 de diciembre de 2016 en un ataque suicida en El Cairo, que ISIS se adjudicó. Los objetivos eran adoradores de la Iglesia Copta de San Pedro y San Pablo, también conocida como la Iglesia de El-Botroseya. Marian, que tiene 15 años, cuenta su historia, con algunos de los detalles de ese oscuro día obtenidos por las cámaras de seguridad de la iglesia:
“Ese día fue un punto de inflexión en mi vida y en la de mi familia. Siempre temí que perdería a uno de mis familiares, y luego resultó ser mi padre, que era un buen amigo para mí. Nunca olvidaré los detalles”.
“Vivimos en un apartamento en el recinto de la Catedral Ortodoxa Copta de San Marcos, donde se encuentra la Iglesia de El-Botroseya. Mi padre trabajaba como guardia de la iglesia. Yo había celebrado mi cumpleaños 2 días antes del ataque e intercambié risas y bromas con él ese día. Entonces, un día antes del ataque, mi padre no parecía normal. Volvió repetidamente a nuestro apartamento para ver cómo estaba mi hermano menor, Fadi, que tiene 2 años”.
“Ese sábado por la tarde, el terrorista suicida había venido a la iglesia y le había preguntado a papá sobre los libros religiosos, diciendo que quería saber más sobre el cristianismo; un diácono escuchó la conversación y le dijo al joven que volviera a la mañana siguiente a las 10 am”.
“El domingo por la mañana, tan pronto como mi padre vio al joven lo reconoció; el terrorista se dirigió rápidamente a los bancos de las mujeres, con aspecto confuso. Mi padre se puso al teléfono con mi tío para hablarle del hombre, pero rápidamente terminó la llamada para darle seguimiento. A continuación, el terrorista suicida se voló a sí mismo”.
“Unos minutos antes de la explosión, mi padre me había pedido que fuera a nuestro apartamento y le preparara una taza de té. Cuando escuché el ruido, pensé que la tetera había explotado, pero pronto hubo un humo espeso y cayeron ladrillos de las paredes de la cocina. Salí corriendo y encontré gente que huía en todas direcciones, gritando histéricamente. Hubo una escena de completa destrucción, pero aún no sabía lo que había pasado”.
“Pregunté por mi padre, pero nadie sabía dónde estaba. Continué buscándolo; luego, a la entrada de la iglesia, lo encontré tirado en el suelo y sangrando muchísimo por la cabeza. Me quité la chaqueta para que su cabeza descansara. Tenía heridas en todo el cuerpo; su mano parecía destrozada; mi pelo se mojó con su sangre”.
“Todavía estaba vivo y, mirándome a los ojos, me dijo que cuidara de mi hermana menor y de mi hermano; y me dio las llaves de la puerta de la iglesia y de nuestro apartamento. Siempre recordaré su sonrisa justo antes de morir”.
“Antes de que todo esto ocurriera, me preocupaba desde hacía tiempo perder algo precioso. El hecho de perder a mi padre me puso en un estado de shock durante más de un mes y un psiquiatra me visitó. Finalmente, fue la misericordia de Dios, su consuelo, lo que me ayudó a recuperarme”.
“Siento un gran consuelo de Dios y también recibí el apoyo de la Iglesia, de mis amigos y de muchas personas de nuestro entorno; también ha habido un gran interés por parte de personas de otros países y organismos internacionales que nos visitan hasta el día de hoy”.
“Ya no me siento asustada, pero todavía añoro a mi padre y mi hermanito necesita sus abrazos; lo extrañamos mucho. No quiero dejar mi país y el lugar donde mi padre sirvió y vivió toda su vida. Todos mis recuerdos de mi padre están aquí”.
“A pesar del dolor, mi vida ha cambiado para mejor: me siento más fuerte que antes y me preocupo más que nunca por mis estudios; el futuro ya no me asusta. Me he unido al coro de la iglesia, lo que me da paz interior, porque es una de las cosas que me acercan a Dios”.
“Mi mensaje a todos los que sufren, y que podrían leer mis palabras: no tengan miedo. Dios es grande y pido a todos que recen por las personas que se enfrentan a la violencia y al odio; debemos rezar por la paz en todo el mundo”.
Mirando hacia el futuro, Marian dice que quiere estudiar Medicina, “porque ese era el sueño de mi padre”.
—Engy Magdy