En Madagascar, el Papa Francisco visitará una nación insular sumida en la pobreza
EN UN PAÍS asolado por la pobreza y la corrupción, una visita del Santo Padre (6-8 de septiembre de 2019) es una buena noticia para su población de 25,5 millones de personas, 58% de las cuales son cristianas.
En los terrenos de la Diócesis de Soamandrakizay, en Androhibe, las autoridades están preparando un vasto campo para la gran misa al aire libre que celebrará el Papa Francisco el domingo 8 de septiembre. Esta será la primera visita de un Papa a la isla, desde la visita de San Juan Pablo II en 1989.
El padre lazarista Pedro Opeka le dijo a Ayuda a la Iglesia que Sufre que la gente ha estado esperando ansiosamente al Papa Francisco. “Será una locura”, dice con una sonrisa, y añade: “vendrá aquí, al antiguo vertedero de basura que transformamos en un pueblo. ¡Es como una consagración!”. La misa papal pondrá de relieve un proyecto iniciado en favor de los más pobres de entre los pobres en 1989, año de la visita del Papa Juan Pablo II, y que en 30 años ha mejorado la vida de más de 500.000 indigentes.
Madagascar ya era pobre cuando el misionero llegó por primera vez en 1975; sin embargo, desde entonces, ha visto aumentar la pobreza. Los pobres de las zonas rurales, que en ese momento eran la mayoría de la población de la isla, se codean hoy con los habitantes de las ciudades que luchan por encontrar trabajo. Las tensiones están aumentando. “Hace 30 años podía viajar a donde quisiera en mi isla adoptiva”, recuerda el sacerdote, pero “hoy en día eso ya no es posible, dada la situación del país, que está al borde de la guerra civil”. Madagascar es el quinto país más pobre del mundo, según el Fondo Monetario Internacional.
El misionero cree que la isla ha sufrido, sobre todo, por el abandono de los políticos. Porque aunque tenga riquezas minerales, especialmente aluminio y níquel, apenas el 1% de estas riquezas regresan para beneficiar al país en su conjunto. “A un nivel más amplio, existe una mentalidad arraigada de corrupción institucionalizada, que sigue minando el futuro de Madagascar”, se lamenta el sacerdote. La tasa de analfabetismo es del 31%, mientras que solo el 15% de la población tiene acceso a la electricidad.
Hay esperanzas en el nuevo presidente de Madagascar, Andry Rajoelina, que fue elegido en 2018. Este joven jefe de Estado, nacido en 1974, obtuvo los votos sobre todo de la gente común de la sociedad, y les ha prometido que “no los olvidará”. “Si no se hacen reformas, la sociedad malgache explotará”, advierte el padre Opeka.
El padre franciscano Jacques Tronchon, a quien la Ayuda a la Iglesia que Sufre apoya actualmente en un proyecto destinado a la reinserción rural de las familias pobres que viven en los enormes barrios marginales de los alrededores de la capital, está de acuerdo. Dice: “Los antiguos antagonismos entre las distintas regiones del país y la situación económica resultante de las luchas de poder entre las principales fuerzas políticas —por no hablar de los problemas climáticos vinculados a los ciclones estacionales— hacen muy difícil lograr un desarrollo armonioso de este hermoso país”.
El país también está dividido a lo largo de las líneas religiosas. Las religiones paganas ancestrales todavía tienen gran influencia en la sociedad y, al mismo tiempo, todo tipo de sectas, a menudo rivales, están proliferando junto con las principales denominaciones cristianas. Sin embargo, el padre Tronchon explica que “el liderazgo de la Iglesia católica está muy presente gracias a la poderosa presencia de las diócesis y las diferentes congregaciones religiosas, junto con los diversos proyectos sociales que han emprendido”.
A pesar de todas las dificultades, está convencido de que “sin duda, hay todo un Pueblo de Dios que vendrá de todos los rincones de esta gran isla para acoger al Papa Francisco y dar gracias junto con él”.
La Iglesia está preocupada por el rápido avance del islam, especialmente en el norte del país. “Hay planes, apoyados desde el extranjero, para islamizar muchas partes de Madagascar”, dice el obispo Rosario Vella de Moramanga. “Recientemente visité pueblos situados en los bosques de la Diócesis de Ambanja y hay numerosas mezquitas en construcción, sin que haya ningún fiel islámico. Los obispos estamos preocupados porque la gente se convierte al islam después de haber sido presionada o con la promesa de incentivos económicos”.
En 2018, con proyectos por un total de más de 1,4 millones de dólares, Ayuda a la Iglesia que Sufre apoyó el trabajo de la Iglesia en Madagascar.
—Thomas Oswald