En Zambia, los sacerdotes actúan de manera “ejemplar”
Por María Lozano
Tony Zender, que supervisa proyectos en varios países africanos de habla inglesa para la organización benéfica papal internacional Ayuda a la Iglesia que Sufre, visitó recientemente Zambia. Es una nación políticamente estable, aunque le queda mucho por hacer en términos de desarrollo y sacar a su pueblo de la pobreza.
¿Qué desafíos enfrenta la Iglesia en Zambia?
La Iglesia, con sus 11 diócesis, está presente entre la población en muchas iniciativas sociales, además de su labor pastoral. Está haciendo frente a la llegada del islam, pero la mayor preocupación son las sectas evangélicas que predican el siguiente mensaje: “Si vienes a nosotros, serás recompensado aquí y ahora, y cuanto más reces, más rico te harás”. Esto es problemático porque ellos también pierden muchos católicos. Sin embargo, la Iglesia de Zambia está tratando de responder.
A nivel práctico, la Iglesia local necesita apoyo para la construcción de parroquias y la compra de autos y motocicletas. También hay una gran necesidad de educación católica, formación en catequesis y espiritual. También se nos pide a menudo que financiemos proyectos diseñados para promover y proteger a la familia católica.
El papel de los catequistas laicos parece ser crucial
La formación dura 2 años. Durante ese tiempo, los catequistas residen en pequeñas casas con sus familias. Mientras que los hombres se preparan para su servicio como catequistas, las mujeres se preparan para convertirse en educadoras, de modo que también pueden enseñar el catecismo, además de ciertos oficios, como la sastrería. Los sacerdotes a menudo solo pueden visitar las parroquias durante unos días cada tres meses, o a veces solo durante unos días al año; por lo tanto, los catequistas laicos están llamados a realizar la labor de evangelización en ausencia de los sacerdotes.
Se preocupan por la gente y, junto con sus familias, también sirven como modelo a seguir. Su ejemplo de dedicación desinteresada a su trabajo en nombre de la Iglesia es también una importante fuente de motivación para algunos de los sacerdotes.
En particular, Ayuda a la Iglesia que Sufre apoya un centro de formación en catequesis en el norte del país, en la Diócesis de Mansa. Recientemente, hemos entregado bicicletas para que los catequistas puedan desplazarse; también ayudaremos en la renovación del centro, porque los edificios están en mal estado.
¿La gente por sí misma no puede cubrir este tipo de gastos?
Eso es un problema. La Iglesia está haciendo todo lo posible para enseñarle al pueblo que cada laico está llamado a apoyar a la Iglesia, también económicamente, y que la situación actual es diferente de la del pasado, cuando todavía había muchos misioneros extranjeros y las cosas se transmitían desde arriba hacia abajo. Ahora, la Iglesia necesita la ayuda de todos los fieles. La Iglesia se está convirtiendo cada vez más en una Iglesia local. Este es un proceso bueno y necesario, pero está naturalmente asociado con un cambio de actitudes. El pueblo debe aprender que ha sido llamado por el Señor para apoyar a la Iglesia, y que cada persona, rica o pobre, debe hacer una contribución. Uno debe considerar no solo el aspecto financiero, sino cada sacrificio que uno pueda hacer por la Iglesia.
¿Qué le impresionó en particular en este viaje?
Algo que me impresionó una y otra vez fue la forma ejemplar en que algunos sacerdotes realizan su servicio. A veces, viven en lugares donde no hay electricidad, donde tal vez tienen que sacar agua corriente de un tanque, y donde a veces tienen que vivir completamente solos. Están dando un ejemplo, en el sentido de que se enfrentan a su situación.
En 2016, Ayuda a la Iglesia que Sufre entregó más de 600.000 dólares en proyectos para apoyar a la Iglesia en Zambia.