Un proyecto de investigación honra a los mártires de El Salvador

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Por Mónica Zorita

“Cuando alguien sacrificó su vida por algo, entonces vale la pena preguntarse por qué lo hizo”. Esa declaración del padre franciscano Tomás Ciaran O’Nuanain, un misionero irlandés en El Salvador, va al corazón de la misión de la recién establecida Oficina de Mártires Laicos de la Iglesia en El Salvador. Su tarea será rendir homenaje a los que fueron asesinados durante la sangrienta guerra civil del país (1980-1992) y reconocer a las víctimas como mártires de la fe. 

El país más pequeño de América Latina tiene un extenso catálogo de mártires. El más importante es el beato arzobispo Óscar Arnulfo Romero, que fue asesinado en 1980 mientras celebraba una misa. En su beatificación, el 23 de mayo de 2015, el Papa Francisco dijo que el arzobispo “prestó especial atención a los pobres y a los marginados. Sabía cómo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio en comunión con toda la Iglesia”.

Durante el conflicto, cuando las tropas del Gobierno de extrema derecha lucharon contra los insurgentes de izquierda, todas las partes en conflicto cometieron crímenes de guerra. Hubo opresión e injusticia en todos los ámbitos. Por ejemplo, los sindicatos estaban prohibidos, y “era peligroso apoyar a los agricultores”, dijo el padre O’Nuanain a la organización benéfica papal internacional Ayuda a la Iglesia que Sufre.

Continuó diciendo: “El clero estaba completamente dividido. Era muy triste porque muchos politizaban el Evangelio. Una minoría fuerte apoyaba a Mons. Romero y su lucha por los derechos de los agricultores, pero otra se oponía a esta postura. Sin embargo, otros no adoptaron una postura clara. Pero todos los que luchamos por la dignidad de los pobres fuimos amenazados y perseguidos. Yo no quería ser torturado antes de morir”.

El misionero está coordinando el proyecto de investigación llamado “Testigos del Evangelio”. Hasta el momento, han sido publicados 5 libros y otros 9 están en proceso, cada uno documentando la historia de los mártires en una provincia diferente del país. “Mirando hacia atrás y revalorizando el pasado, queremos rendir homenaje y honrar a los mártires”, dijo el franciscano de 73 años.

El proyecto ya ha recopilado más de 800 testimonios de familiares o amigos de los asesinados. Un ejemplo es la historia de Noé Arsenio Portillo López, un catequista de 22 años que fue secuestrado cuando salía de misa. Fue torturado durante 3 días. “Sus miembros fueron separados de su cuerpo, uno tras otro, antes de ser finalmente decapitado”: así se registra su destino.

Ayuda a la Iglesia que Sufre ha estado ayudando a financiar el proyecto. Marco Mencaglia, que supervisa las subvenciones de la organización para los proyectos de la Iglesia en El Salvador, dijo que el objetivo es “revalorizar la historia, lejos de todo resentimiento”. Nos gustaría promover una paz real. Nos unimos a la Iglesia de El Salvador para demostrar que el simple y silencioso acto de dar testimonio de miles de creyentes es mucho más fuerte que la terrible violencia que sufrieron”.