Etiopía vive una pesadilla
“LA SITUACIÓN EN EL NORTE DE ETIOPÍA ES ALARMANTE. Las comunicaciones son muy precarias y desde hace casi tres semanas la región de Tigray está totalmente aislada del resto del mundo. No hay Internet ni teléfono. Pero las noticias que nos llegan de quienes han podido visitar la zona son terribles”. Este es el balance de Regina Lynch, directora de proyectos de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).
La región de Tigray, cuya capital es Mekele, es la más septentrional de Etiopía y limita con Eritrea y Sudán. Alrededor del 95% de la población es cristiana y pertenece a la Iglesia Ortodoxa Copta Etíope y a la etnia Tigray.
“Cientos de ciudadanos están siendo asesinados en los conflictos de la región de Tigray. Nadie sabe con certeza el número de muertos, pero nos han dicho que hay sacerdotes y líderes de la Iglesia entre ellos. Han robado y destruido tiendas, escuelas, iglesias y conventos. Miles de personas han huido de sus hogares. Muchos han cruzado la frontera con Sudán, pero otros han buscado refugio en zonas remotas, en las montañas, sin agua ni acceso a alimentos”, informa Lynch.
Las noticias que se han difundido en los últimos días en muchos medios de comunicación sobre el posible asesinato de 750 personas en un asalto a la iglesia ortodoxa de Santa María de Sion (Maryam Tsiyon) en Axum el pasado mes de noviembre, donde según la tradición local se guarda el Arca de la Alianza, Lynch afirma que “no hemos podido verificar los detalles exactos de lo que sería una auténtica masacre”. Actualmente no es posible viajar por la región y las comunicaciones están muy restringidas, pero hemos recibido la confirmación de una serie de asesinatos y ataques a personas inocentes en muchas partes de la región y también en la zona de Axum. La población está aterrorizada”.
Según la información recibida por ACN, podría haber habido otra masacre con más de cien víctimas en la iglesia de Maryam Dengelat en diciembre.
Aunque el conflicto ha provocado la muerte de cientos de cristianos, las fuentes reiteran que la violencia no está motivada por la religión, sino por la política: debido a la pandemia de COVID19, las elecciones parlamentarias previstas para el 29 de agosto de 2020 se pospusieron hasta después de la pandemia, pero el partido nacionalista Frente Popular para la Liberación de Tigray (FPLT) organizó de forma independiente —y sin el permiso del gobierno nacional— unas elecciones regionales en Tigray a principios de septiembre, lo que creó una crisis política que condujo a la intervención militar.
El pasado mes de noviembre estallaron los combates en la región norteña después de que el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, enviara tropas federales, a las que supuestamente se unieron tropas eritreas, para luchar contra el FPLT.
Así lo ha confirmado otra fuente contactada por la ACN, que desea permanecer en el anonimato por temor a represalias: “Francamente, el problema es que las tropas eritreas han estado involucradas desde el principio. El gobierno lo ha negado, pero son las tropas eritreas las que están cometiendo asesinatos en el este y el noroeste de Tigray”.
“Es casi imposible confirmar las cifras, pero hemos recibido información de personas asesinadas por las tropas eritreas en Irob, en Zalambassa y en Sebeya. También he oído hablar de decenas de personas, incluidos sacerdotes, asesinados en una iglesia de Gietelo, en Gulemakada”, informa la misma fuente.
El aislamiento de la región hace muy difícil el envío de ayuda, explica Lynch, que pide apoyo para Etiopía y especialmente para la región de Tigray: “Es un problema político, pero quienes están pagando con sus vidas son los civiles de a pie. Es una situación terrible. Hay que aliviar el sufrimiento de tanta gente, y dar consuelo a nuestros hermanos cristianos que están aislados del mundo en una situación de angustia, amenazados por la violencia y el terror.
“En este momento es casi imposible acceder a la información, pero nos unimos en oración por este país, su Iglesia y su gente”, dice Lynch.
—María Lozano