El gobierno de EE.UU. recurre a organizaciones religiosas para ayudar a entregar ayuda, promover la libertad religiosa

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Bajo el título “Caminos para lograr la dignidad humana: Asociación con organizaciones basadas en la fe”, el simposio de un día, patrocinado conjuntamente por la Secretaría de Estado de la Santa Sede y la Embajada de EE. UU. ante la Santa Sede, se celebró el 2 de octubre de 2019, en el Vaticano. Entre los oradores, se encontraban el secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, y el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, así como el secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, el arzobispo Paul Gallagher. Mark von Riedemann, director de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de Ayuda a la Iglesia que Sufre, moderó un panel sobre ayuda humanitaria. Habló con Ayuda a la Iglesia que Sufre sobre la importancia del evento.

¿Qué motivó este simposio?

El simposio marcó 35 años de cooperación positiva entre el gobierno de EE. UU. y la Santa Sede. Fue un reconocimiento a la labor del Papa Juan Pablo II y Ronald Reagan, y a sus esfuerzos combinados para lograr el fin del comunismo en la antigua Unión Soviética.

La intención era resaltar las nuevas iniciativas tomadas por el Gobierno de los EE. UU. para trabajar directamente con las Organizaciones Basadas en la Fe (OBF) sobre el terreno. Como observó la embajadora de los Estados Unidos ante la Santa Sede, Callista Gingrinch, en su discurso de apertura, los Gobiernos por sí solos no pueden hacer mucho. Incluso para los Estados Unidos, que es uno de los principales proveedores de ayuda humanitaria en todo el mundo, señaló, para prestar ese apoyo de manera eficiente necesita establecer asociaciones con las organizaciones sobre el terreno. Los organismos católicos y otras organizaciones religiosas pueden influir en los lugares donde los Gobiernos no tienen la experiencia ni la red para hacerlo.

Es significativo que el representante de la Unión Europea ante la Santa Sede, el embajador Jan Tombinski, anunciara la puesta en marcha de una iniciativa de la UE denominada “Intercambio mundial sobre la religión en la sociedad”, que apoyará proyectos destinados a reducir la ignorancia o el “analfabetismo” religioso en la UE y en todo el mundo. El objetivo es reconocer la importancia de la fe en la vida cotidiana. Esta es una novedad absoluta para Europa, que hasta la fecha se enorgullecía de ser “ciega a la religión”.

El secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, y la Embajadora de los Estados Unidos, en el Vaticano. Calissa Gingrich; Giulio Napolitano (va.usembassy.gov)

El cardenal Parolin elogió las nuevas iniciativas, pero insistió en que los Gobiernos evitaran, al patrocinar organizaciones basadas en la fe, lo que el Papa Francisco ha llamado una “colonización ideológica o cultural”. Esto significa “imponer una visión del mundo o un conjunto de valores diferentes a las sociedades más pobres, a menudo haciendo que la adopción de esos valores sea un requisito previo para recibir ayuda humanitaria o para el desarrollo”. La práctica de hacer que la ayuda alimentaria dependa de la aceptación de programas que promuevan la anticoncepción y el aborto está bien documentada.

Las cuestiones de libertad religiosa aparecen cada vez más en los titulares e impulsan a los Gobiernos a tomar alguna forma de acción. ¿Ha notado una tendencia?

Cada vez más, la libertad religiosa se reconoce como un derecho fundamental; hay una creciente conciencia de que dos tercios de la población mundial vive en países con restricciones a la libertad religiosa y que los cristianos representan el grupo que más sufre persecución religiosa.

Esta conferencia sigue de cerca el “Llamado Mundial para Proteger la Libertad Religiosa” del 23 de septiembre de 2019, el primer evento de las Naciones Unidas sobre libertad religiosa, organizado por un presidente de los EE. UU.; en julio se celebró la segunda reunión ministerial para promover la libertad religiosa, convocada por el Departamento de Estado de los EE. UU.; y en mayo las Naciones Unidas aprobaron una resolución que marca el 22 de agosto como el “Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia Basados en la Religión o las Creencias”. En los últimos 2 años ha habido un aluvión de iniciativas, entre ellas la creación de una Secretaría de Estado para la Persecución Cristiana en Hungría, la Alianza Internacional para la Libertad Religiosa iniciada por los Estados Unidos y un número creciente de naciones que han instituido o reactivado embajadores para la libertad religiosa y las creencias en países como Dinamarca, los Países Bajos, Estados Unidos, Noruega, Finlandia, Alemania y el Reino Unido, entre otros.

En 2019 se cumple el 20º aniversario del Informe sobre Libertad Religiosa de la Ayuda a la Iglesia que Sufre
El informe ha sido profético. En 1999, la libertad religiosa no era un tema importante en la mayoría de los radares de los Gobiernos. Sin embargo, Ayuda a la Iglesia que Sufre, en ese momento, recibía muchos informes de persecución cristiana de nuestros socios de proyecto. Desde entonces, hemos sido testigos de dramáticos acontecimientos en Medio Oriente, África y Asia, donde incontables millones de personas han sufrido persecución a causa de su fe. Finalmente, el mundo ha comenzado a prestar atención y a tomar medidas.

Un momento crucial llegó en 2016, cuando la Unión Europea y los EE. UU. aprobaron resoluciones que calificaron como genocidio las atrocidades de ISIS contra los cristianos en Siria e Irak. ¿Es la persecución de los cristianos una sorpresa? No, ha crecido a lo largo de los siglos desde las raíces de la intolerancia, la discriminación, la persecución y finalmente el mundo despierta con el genocidio de los cristianos en Irak y Siria. Un síntoma de esto es la reducción de la presencia cristiana en Medio Oriente: en 1910, los cristianos representaban el 13,6% de la población; en 2010 esa cifra ha disminuido al 4,2%. El llamado del Gobierno de EE. UU. para una nueva asociación entre los Gobiernos y las organizaciones religiosas para ayudar a las minorías que sufren es un signo más de que los países occidentales están poniendo atención a la persecución religiosa. Es un paso importante en la dirección correcta.

—Maria Lozano