La Iglesia Católica en Camboya: una pequeña comunidad cobra vida
CUANDO EL KHMER ROUGE estaba en el poder en Camboya, el partido asesinó cerca de 1,7 millones de personas, incluyendo casi la mitad de todos los católicos. Pero entonces, hace 30 años, la devastada Iglesia experimentó un renacimiento en un país en el que la mayoría de la población es budista. Hoy en día, la comunidad católica sigue siendo una minoría diminuta —solo el 0,15% de una población de 16,7 millones—, pero se ha integrado en el país.
La Iglesia católica en Camboya ha recorrido un largo camino. Durante el régimen de Pol Pot (1975-1979), se suprimieron todas las costumbres religiosas y culturales tradicionales, incluidas las prácticas religiosas budistas y cristianas. Casi todas las iglesias fueron destruidas durante este tiempo, y un gran número de sacerdotes y religiosos murieron. La mitad de la comunidad católica falleció.
En 1979, a la guerra entre Camboya (que en ese momento se llamaba Kampuchea Democrática) y Vietnam le siguió una guerra civil que duró hasta finales de la década de 1990. Camboya estuvo gobernada por comunistas vietnamitas desde 1979 a 1989, y todas las formas de práctica religiosa siguieron estando prohibidas durante ese período. Tras la caída del régimen, se reconoció oficialmente la presencia de los cristianos en el país el 7 de abril de 1990. Siete días después, ahora hace 30 años, se celebró la misa por primera vez en 15 años. Esa celebración de la Vigilia Pascual se recuerda como el signo del renacimiento de la Iglesia en Camboya. En ese momento, había solo 3.000 católicos en el país.
Uno de ellos es una mujer mayor que había sido la única católica en su pueblo de Prek-Toal durante 15 años. La aldea está formada por casas construidas en balsas de bambú amarradas en la desembocadura de un río que fluye desde Battambang hasta el lago Tonlé Sap. “No había sacerdotes, no había comunidad cristiana que la apoyara. Sin embargo, en Navidad reunía a sus vecinos para celebrar con ella el nacimiento de Jesús”, dijo el padre misionero Totet Banaynaz. Desde entonces, se ha construido una iglesia flotante móvil. Hoy en día, 50 católicos bautizados viven en el pueblo y un número creciente de niños y adultos se preparan para el bautismo y la primera comunión.
Durante 30 años, la Iglesia Católica, que hoy cuenta con unos 20.000 miembros, ha estado trabajando para promover la fe, manteniéndose fiel a la doctrina de la Iglesia y, al mismo tiempo, haciendo comprensibles las parábolas de Cristo para la población local. El obispo Oliver Schmitthaeusler, vicario apostólico de la capital camboyana de Phnom Penh, habló de “evangelización a través del arte”, diciendo que “el arte corre en la sangre del pueblo camboyano”. “Para toda la gente, tanto niños como adultos, es absolutamente natural bailar y cantar”, dijo el obispo, explicando cómo la rica herencia artística y cultural de Camboya puede ser utilizada para el teatro al servicio de la evangelización.
La Biblia fue traducida al idioma jemer, lo que también es beneficioso para las iniciativas teatrales. El obispo explicó: “La gente viene aquí y ve que respetamos su cultura. Muchos de ellos son budistas. Sin embargo, están llegando a entender el significado del Evangelio.” Añadió: “Poco a poco estamos comprendiendo cómo el arte, la evangelización y el respeto a la cultura pueden trabajar juntos para ayudarnos a entendernos unos a otros”.
Aún así, las cicatrices dejadas por los muchos años de terror son todavía palpables en la comunidad católica de Camboya. Muchas iglesias fueron destruidas, otras fueron profanadas. El padre Banaynaz habló de una iglesia que había sido construida en 1881 por misioneros franceses. Puede que la iglesia no haya sido destruida, pero su fachada está plagada de agujeros de bala; y bajo el régimen de Pol Pot, se convirtió en “un lugar completamente profano, que no inspira el más mínimo respeto; se usó como establo de vacas y más tarde como molino de arroz. Ya no quedaba absolutamente nada sagrado en esta iglesia”, dijo el sacerdote.
Hoy en día, no será posible renovar la iglesia sin ayuda externa. Por lo tanto, el padre invitó a todos “los que quieran ser misioneros activos con nosotros” a involucrarse en el proyecto. Añadió: “Tenemos algo que podemos darles: el ejemplo de nuestras vidas, nuestra sencillez y nuestro sufrimiento. Siempre les digo a los fieles de aquí: nadie es tan pobre como para no poder dar. Y nadie es tan rico que no pueda recibir”.
Tras el reconocimiento oficial del cristianismo en Camboya en 1990, el derecho a la libertad de religión se adoptó en la nueva constitución que se ratificó en 1993. Camboya y la Santa Sede establecieron relaciones diplomáticas en marzo de 1994. En el curso de esos acontecimientos, se permitió una vez más que los misioneros extranjeros vinieran a Camboya. En julio de 1995 se consagró un sacerdote camboyano nativo, el primero en 22 años. Durante todo este período, Ayuda a la Iglesia que Sufre ha prestado un apoyo constante a la labor pastoral, que es vital para la regeneración de la Iglesia católica en Camboya.
—Christophe Lafontaine