India: una hermana que sufrió una agresión sexual en el curso de una masacre de cristianos se ha recuperado para “dar esperanza a su pueblo”

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En agosto de 2008, el distrito de Kandhamal, en el Estado de Odisha, fue testigo de la peor erupción de persecución cristiana de la historia moderna de la India. Esto fue desencadenado por el asesinato de un líder hindú local. Los extremistas hindúes calificaron el asesinato como “una conspiración cristiana internacional”, culpando al Papa, a Europa y a los Estados Unidos. Pidieron venganza contra los cristianos, lo que llevó a la muerte de 100 personas y a la destrucción de 300 iglesias y 6.000 hogares. 7 cristianos, injustamente acusados del asesinato del swami, pasaron 11 años en la cárcel. A principios de diciembre de 2019, los 5 cristianos que seguían presos fueron liberados bajo fianza.

Durante la ola de violencia que azotó el distrito de Kandhamal, la hermana Meena Barwa fue violada y desfiló semidesnuda por las calles. Después de años de trauma y procedimientos legales que aún continúan decidió matricularse en la escuela de leyes y trabajar a favor de los marginados. Recientemente, habló con Ayuda a la Iglesia que Sufre:

“El trauma fue casi insoportable, y me mudé varias veces por mi propia seguridad, a veces a lugares donde no podía hablar el idioma. Incluso usé disfraces. Durante años estuve separada de mi familia, y las noches eran particularmente malas. A menudo. soñaba con la agresión. Saber que los cristianos de Kandhamal estaban sufriendo, solo aumentaba mi dolor”.

Hermana Meena Barwa (l)

“De vez en cuando regresaba a Odisha para los procedimientos judiciales. El primer juicio me traumatizó nuevamente. No pude dormir durante días; fui humillada, ofendida y torturada mentalmente. Por eso, desarrollé una seria aversión al sistema legal de la India”.

“Pero esto no me derrumbó. Decidí actuar en nombre de la gente que sufría conmigo, para buscar justicia también para ellos. En 2009, me inscribí anónimamente en una universidad a las afueras de Odisha; era una de las chicas que vivía en un albergue del convento. En 2015, comencé un programa de leyes de 3 años, mientras continuaba atendiendo mis deberes como monja”.

“Muchas cosas han cambiado en la última década. Actualmente, llevo una vida normal, y me he vuelto mucho más fuerte. La gente que he conocido me ha ayudado a olvidar mi dolor; los considero bendiciones de Dios. Fueron ángeles enviados para guiarme, para que no me revolcara en la miseria. En vez de eso, superé mi trauma y encontré una manera de darle esperanza a mi pueblo. Me he vuelto más humilde, más paciente y más humana”.

“Rezo la oración del Señor todos los días. La oración solo tiene sentido cuando perdono. ¿Cómo puedo rezar el Padre Nuestro si no perdono? Perdonando a mis atacantes me he liberado de mi trauma, de mi miedo, de mi vergüenza, de la humillación y la rabia. Siento que estoy viviendo una vida normal y soy feliz porque los he perdonado. De lo contrario, me hubiera vuelto loca. No tengo ningún sentimiento negativo hacia los que me atacaron. Solo deseo que se conviertan en buenas personas”.

“Estoy agradecida por mi vida, mi fuerza y mi sentido de propósito, que me fueron dados por Dios. Él es mi fuerza, incluso cuando mi prueba se prolonga. Y me ha dado el poder de servir a los demás”.

“El pueblo de Kandhamal ha sufrido mucho, pero están poniendo toda su confianza en el Señor. El sufrimiento en sí mismo es una gracia. Lo veo como un desafío para salir de él. La actitud de la comunidad cristiana hacia lo que pasó en Kandhamal en 2008 no es negativa. Tienen esperanza y una fe más profunda. La tragedia los ha hecho más fuertes. Me vienen a la mente las palabras de San Pablo: “¿Quién puede separarnos del amor de Cristo? La gente de Kandhamal está viviendo esto”.

—Anto Akkara