La Iglesia venezolana rechaza las elecciones y advierte de una “catástrofe”
SEGÚN el último informe de Cáritas Venezuela, la inflación de los precios de los alimentos superó el 1.300% en 2017. El Fondo Monetario Internacional estima que la inflación en Venezuela alcanzará el 13.000% en 2018, la tasa más alta del mundo. El 1 de mayo de 2018 se incrementó el salario mínimo mensual de 1,3 millones de bolívares a 2,5 millones, el noveno aumento desde enero de 2017 y el tercero este año solamente, y aún así la mayoría de las compras cotidianas están fuera del alcance de los ciudadanos comunes. Ahora bien, esta crisis económica se ha visto agravada por una crisis política, ya que el Gobierno ha decidido repentinamente celebrar elecciones presidenciales el 20 de mayo de 2018, en lugar de en octubre o diciembre como estaba previsto originalmente.
En su más reciente comunicado, la Conferencia Episcopal Venezolana declaró que estas elecciones carecen de legitimidad porque, según la declaración, “tal como está concebida, y sin las necesarias garantías comunes a todo proceso electoral libre, confiable y transparente, y con las innumerables descalificaciones de posibles candidatos, la elección, lejos de aportar una solución a la crisis que enfrenta el país, puede incluso agravarla y conducir a una catástrofe humanitaria sin precedentes”. Ayuda a la Iglesia que Sufre habló con el cardenal Jorge Urosa, arzobispo de Caracas, sobre la situación.
Los miembros de la oposición, argumentando que no hay tiempo para organizar una campaña con tan poco tiempo de antelación, han pedido a la gente que boicotee las elecciones.
Este adelanto de las elecciones presidenciales al 20 de mayo es una afrenta a los derechos políticos del pueblo venezolano. Tenemos el derecho de elegir a nuestros líderes en libertad y de manera apropiada, con la posibilidad de lograr un resultado democrático viable. Esto es como jugar un partido de fútbol, en el que un equipo adelanta la fecha del partido 10 días a partir de la fecha acordada, sin dar al otro equipo la oportunidad de reunir a sus mejores jugadores. Estas elecciones deben ser organizadas para el último trimestre del año, como lo establece la Constitución.
El comunicado de prensa de la Conferencia Episcopal también habla de que las elecciones no tienen ninguna legitimidad.
Estas elecciones no resolverán el problema de la crisis social, y por eso no tienen legitimidad. Estas elecciones deben ser pospuestas porque, en realidad, no son legales ni democráticas.
Parece que la oposición no es muy activa. No parece haber una verdadera movilización antes de las elecciones. Parece que Venezuela está en shock. ¿Es así?
El año pasado, 140 personas murieron en la represión de las marchas de protesta. Algunas víctimas no tuvieron nada que ver con las manifestaciones. Vi un video de una mujer que caminaba por la calle, no era parte de las marchas, de hecho se alejaba de la multitud, y luego “bang” —un disparo sonó y cayó al suelo, muerta—. Eso realmente me estremeció. Todos estamos conmocionados. Parece como si el mal se impusiera, y que no importa si los niños mueren o si alguien se rinde y aún así es asesinado. Ante tanto sufrimiento y sin respuesta, la gente está desesperada y desanimada.
¿La única institución en Venezuela que levanta su voz de protesta es la Iglesia?
No. Hay muchos otros grupos que no están de acuerdo y que se están pronunciando, por ejemplo, grupos políticos, la Asamblea Nacional. Pero están muy fragmentados y debilitados, y todos están amenazados. La Iglesia no es la única voz, en absoluto, pero quizá tengamos más impacto porque la confianza en los obispos dentro de la sociedad venezolana es muy alta. Y no solo ahora, sino desde hace muchos años.
Algunos sugieren que las elecciones se adelantaron debido a la grave situación económica del país. ¿Es esa una de las razones?
No puedo decirlo. Lo que sí sé es que la realidad de la vida en Venezuela es deplorable. La escasez de medicinas y suministros médicos es extremadamente grave, incluyendo la atención médica en los hospitales; la escasez de alimentos básicos y el alto costo de los alimentos, el problema del transporte, y la falta de dinero en efectivo. 2 libras de carne cuestan el equivalente al salario mínimo mensual; lo mismo ocurre con 2 libras de leche en polvo. ¿Quién puede permitírselo? ¿Cómo puede ser que no haya dinero disponible en un país? Eso es suficiente para matar cualquier economía. Nosotros, en la Conferencia Episcopal Venezolana, hemos levantado la voz para denunciar la emergencia social y la crisis humanitaria que existe en nuestro país. La falta de electricidad y agua, por ejemplo, nadie se ha preocupado de cuidar estas estructuras o de mantener los sistemas de suministro. Es desesperante, es terrible ver al país en ruinas.
Venezuela parece estar desangrándose. Cáritas Internacional habla en términos de más de 4 millones de personas que han abandonado el país. ¡Eso es el 10% de la población!
Hay éxodo porque no hay futuro. Hay gente que cruza la frontera hacia Cúcuta (Colombia). La situación es crítica. En la actualidad, prácticamente todas las familias venezolanas tienen un miembro que ha abandonado el país. Este éxodo también está afectando a la Iglesia; por ejemplo, aquí en la Arquidiócesis de Caracas, ya hemos perdido 4 de nuestros diáconos permanentes. Y también hay muchas congregaciones religiosas que están sacando a sus hermanas del país porque no tienen los recursos para alimentarlas o darles atención médica.
¿Qué hay que hacer para sacar a Venezuela de esta crisis?
La situación es difícil de cambiar. ¿Cómo puede haber un cambio cuando el Gobierno ha ocupado todas las posiciones en las instituciones públicas? No hay nadie a quien recurrir. Tenemos la Asamblea Nacional, pero está prácticamente paralizada, así como los partidos políticos han sido marginados. Al mismo tiempo, podría decirse que Venezuela está “hipotecada” en el gran juego geopolítico internacional. El país ha abandonado la cooperación con algunas naciones y ha establecido asociaciones estratégicas con otras, por ejemplo, en la explotación de reservas de petróleo y minerales.
En el sur de Venezuela hay minas de diamantes, oro y reservas de coltán. Es como el famoso El Dorado. Ciertamente, el daño al medio ambiente como resultado de la explotación incontrolada de minerales plantea otros problemas preocupantes. Hoy podemos decir que cualquier conflicto en Venezuela no es solo un conflicto entre venezolanos. El país es un peón en el juego geopolítico y económico internacional. Esto hace que todo sea aún más difícil, pero no debemos dejar de rezar por nuestro país o de esperar una solución pacífica.
—Maria Lozano