Los cristianos siguen enfrentando circunstancias brutales en Siria

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ESTE MES se cumplió el 9° aniversario del inicio de la guerra civil en Siria. “La situación es terrible”, dijo la hermana Maria Lúcia Ferreira, del monasterio de Mar Yakub en Qara, en la región cristiana de Qalamoun. Su mensaje llegó en una declaración a la sede portuguesa de Ayuda a la Iglesia que Sufre.

Según la religiosa de origen portugués, más conocida como la hermana Myri, “tras la crisis del Líbano y las nuevas sanciones impuestas al país, la situación económica se ha vuelto realmente terrible. La gente se queja de que apenas pueden comprar [algo] para comer”.

Las condiciones climáticas han empeorado una situación ya de por sí difícil. “El invierno fue suave hasta enero, cuando varias tormentas de nieve nos golpearon aquí en Qalamoun, uno de los lugares más fríos de Siria”. Qalamoun está en una zona montañosa y es una región tradicionalmente cristiana, situada en el oeste de Siria, cerca de la frontera con el Líbano.

Miembros de una familia cristiana siria

La hermana Myri también explicó que tenían muy poca electricidad en los últimos días. “Aquí en Qalamoun, tenemos 2 horas con electricidad y 4 horas sin ella, pero creo que la zona está mejor que otras porque hemos oído que en la ciudad de Homs, a veces pasan 2 días sin electricidad. Depende de la parte del país”.

Como resultado directo de la escasez de electricidad y gas, de la crisis económica y del empeoramiento de las condiciones climáticas, las familias más pobres están pasando por momentos muy difíciles. La monja portuguesa dio como ejemplo la trágica historia de una familia:

“Una mujer de la localidad, a la que conocemos bien porque tiene una hija discapacitada, nos dijo que no tenía ni electricidad ni gas. Es muy difícil conseguir gas en el país, o cualquier tipo de combustible para calentar el horno. Así que nos dijo: ‘Para mantener caliente a María, mi niña, hemos estado quemando ropa que ya no usamos'”.

La escasez de electricidad también ha obligado a las hermanas a cambiar algunas rutinas diarias en el monasterio. “Ahora cocinamos con leña. Tenemos que encontrarla para poder cocinar y comer algo caliente”.

“Es horrible, la gente ya no puede comprar nada para comer. Algunas personas sobreviven a pan y agua”, dijo la hermana Myri. Por esta razón, pide una muestra de solidaridad y oraciones para el pueblo sirio. “Me gustaría pedirle a la gente que se una a nosotros para rezar por estas personas que están en tal situación”.

Al igual que la ciudad de Qara, donde viven las hermanas, toda Siria sigue sufriendo una economía extremadamente débil causada por 9 años de guerra que ya han dejado más de 380.000 muertos y han convertido a millones de personas en refugiados y desplazados internos. La situación se ve agravada por la violencia que continúa en el noreste del país, en la provincia de Idlib, donde las fuerzas gubernamentales están tratando de capturar el último bastión que aún está en manos de los grupos yihadistas. Los niños sirios son víctimas directas de este clima de guerra.

Según UNICEF, más de 300.000 niños han sido desplazados de sus hogares y barrios solo desde diciembre. Aproximadamente, 1,2 millones de niños están en una situación considerada extremadamente vulnerable.

Ayuda a la Iglesia que Sufre está realizando varios proyectos de ayuda humanitaria para las poblaciones más necesitadas de Siria, incluidos los niños. Un ejemplo de ello es la campaña Combustible para la Calefacción, con la que se está apoyando 4 grandes proyectos en Alepo y Damasco. Esto está permitiendo a más de 1.700 familias necesitadas, incluidos los ancianos y los enfermos, cocinar alimentos y calentar sus hogares durante al menos unas horas cada día.

—Paulo Aido