Remando contra la corriente en Damasco
Por el arzobispo Samir Nassar
Este 7! año de la guerra civil de Siria está cosechando los amargos frutos de sucesivas tormentas de violencia que han destrozado la paz de la sociedad. Aquí están las 3 principales víctimas: las familias, los jóvenes y la Iglesia.
Familias destrozadas: esta unidad básica de la sociedad siria, que anteriormente había salvado a su país en crisis, ha perdido su identidad. Dispersos, privados de recursos, sin refugio, afligidos, asolados por la enfermedad, los ancianos —los jefes de familia del pasado— están cada vez más aislados y no encuentran ningún tipo de ayuda. Obligados a remar contra corriente durante estos 7 años de violencia, ¿puede esta familia destrozada y frágil mantenerse en pie?
Jóvenes atormentados: en el pasado, los jóvenes eran la fuerza de nuestra sociedad; hoy en día están divididos entre los frentes del campo de batalla de la guerra y tratando de escapar del reclutamiento masivo y prolongado del servicio militar que es parte de la movilización general del país. Un gran número de jóvenes eligen el exilio, dejando un enorme vacío. Su ausencia se hace sentir en la economía siria, que sufre una pronunciada escasez de mano de obra y está muy debilitada. ¿Cómo se puede garantizar la supervivencia de un país privado de su fuerza de trabajo activa?
Una Iglesia que se cuestiona a sí misma: no ha habido ni un solo bautismo o matrimonio en los últimos 8 meses. Esta disminución de los sacramentos se ha sentido en los últimos 5 años. La ausencia de jóvenes tiene grandes repercusiones en la vida parroquial.
La liturgia dominical, el catecismo, la primera comunión y las actividades parroquiales en general han disminuido considerablemente y han contribuido al éxodo de los sacerdotes que han visto sus deberes pastorales reducidos a un nivel mínimo; están muy desanimados.
¿No podemos ver en estos cambios el comienzo de un crepúsculo?
Estas mutaciones estructurales nos invitan a cuestionarnos sobre las tradiciones pastorales.
Una Iglesia apostólica tan antigua, enraizada en la tradición y las costumbres, ¿puede dar pasos hacia un nuevo tipo de testimonio cristiano?
Para salvar a los últimos testigos del Evangelio, nuestra pequeña Iglesia se apoya en el Espíritu Santo, que es el único que nos guía hacia un nuevo Pentecostés. ¡VEN ESPÍRITU DE LUZ!
Esta carta fue obtenida por la caridad católica internacional Ayuda a la Iglesia que Sufre.