República Centroafricana: la guerra religiosa puede evitarse
El arzobispo de Bangui, capital de la República Centroafricana, visitó recientemente la sede de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) en Alemania. En esta entrevista, el cardenal Dieudonné Nzapalainga habla de la decisiva actuación de los líderes religiosos para evitar que el conflicto en el país se convierta en una guerra religiosa.
Háblenos un poco de lo que está viviendo actualmente su país. ¿Por qué no hay paz?
En 2020 el presidente Faustin-Archange Touadéra fue reelegido, en circunstancias difíciles. El anterior presidente tenía tropas a su disposición y amenazaba con volver al poder mediante un golpe militar. Faustin-Archange Touadéra forjó alianzas con Ruanda y con Rusia para expulsar a los rebeldes del país. El grupo Wagner, en particular, participó en la lucha contra los rebeldes y los expulsó de las principales ciudades.
Sin embargo, los rebeldes siguen presentes en los asentamientos más pequeños, por lo que la población no puede viajar libremente, debido a la inseguridad. Temen los controles de carretera y los artefactos explosivos. Recientemente, un misionero italiano, el padre Norberto Pozzi, fue alcanzado por una mina que hizo estallar su coche, y resultó gravemente herido, aunque obviamente no tenía nada que ver con el actual conflicto político. Tuvieron que amputarle el pie.
¿Por qué ha resultado tan difícil acabar con la violencia en su país?
Nuestro país es más grande que Francia y es difícil de controlar para una administración débil. No existe realmente una línea de frente. Las milicias hostiles al gobierno están repartidas por todo el país y son difíciles de localizar. Los motivos políticos de estos rebeldes no están claros, pero me temo que se trata más bien de personas que se unieron a las milicias y ahora no pueden dejar las armas porque no tienen otro medio de ganarse la vida. Los que pertenecen a grupos más estructurados toman posesión de las tierras que saquean. Naturalmente, son más activos en los lugares donde hay más riquezas, como madera y minerales valiosos. El Estado intenta imponer el imperio de la ley, y mientras tanto todos nuestros ciudadanos sufren.
En los primeros días de la guerra en la RCA oíamos hablar de que la milicia Séléka, de mayoría musulmana, atacaba a los cristianos. ¿Existe una dimensión religiosa en el conflicto?
Nos unimos a otros líderes religiosos del país, a pastores e imanes, y proclamamos alto y claro que éste no es un conflicto religioso. Siempre nos hemos mantenido unidos contra el riesgo de que esto se convirtiera en una guerra confesional, y esta postura ha dado sus frutos. Como líderes religiosos somos como los padres de una familia, debemos predicar con el ejemplo. Nuestros ciudadanos pueden ver que seguimos manteniendo buenas relaciones entre nosotros y que siempre seguimos diciendo que las divisiones en nuestro país venían impuestas desde fuera. Nuestros esfuerzos en pro de la paz se vieron facilitados por el hecho de que en la sociedad centroafricana muchas familias son mixtas, y todo el mundo tiene un primo, un tío o alguien cercano que pertenece a otra religión pero que sigue formando parte del mismo árbol genealógico. En Bangui fuimos testigos de hermosos momentos de fraternidad, en los que jóvenes musulmanes ayudaron a reconstruir iglesias y jóvenes cristianos ayudaron a reconstruir mezquitas. Al fin y al cabo, aunque esta crisis ha sido terrible, ha tenido el efecto positivo de promover la unidad entre nosotros.
Pero en un momento en el que hemos visto cómo tantos países de los márgenes de la región del Sahel, como Malí, Burkina Faso, Nigeria y Níger, se han convertido en zonas de guerra entre cristianos y musulmanes… ¿Teme un efecto contagio?
Nuestra experiencia demuestra que los conflictos religiosos pueden evitarse. Hay ejemplos opuestos, como en Senegal, donde los musulmanes son mayoría y no hay conflictos interreligiosos, y donde incluso han elegido presidentes cristianos. Creo que los líderes religiosos tienen un papel muy importante que desempeñar para evitar la división religiosa.
Aunque el país atraviesa una crisis terrible, la Iglesia muestra una vitalidad extraordinaria, que se manifiesta también en el número de vocaciones al sacerdocio. ¿Ve usted aquí una paradoja?
Este periodo de crisis beneficia al crecimiento de la Iglesia. Para nuestros compatriotas más pobres, que viven en el dolor, la inseguridad y la pobreza, Dios es verdaderamente la roca en la que pueden apoyarse. Durante los disturbios, cuando tanta gente se vio desplazada, muchos encontraron refugio en nuestras iglesias, e incluso algunos niños nacieron allí.
La Iglesia católica de la República Centroafricana intenta ahora llegar a las periferias, como la diócesis de Bossangoa, en el noreste, asolada por los grupos armados. Allí tenemos una escuela y preparamos a jóvenes sacerdotes, tanto en el plano humano como espiritual, para ir a esta zona de peligro. También invitamos a parejas de católicos laicos a ir a esos lugares donde nadie más quiere ir.
¿No es demasiado riesgo?
Las personas que viven en estas zonas difíciles necesitan los sacramentos y el testimonio fraterno de la Iglesia universal. Esto es muy importante. Cuando me nombraron cardenal, me dijeron, y con razón, que debía representar a todo el país, y no sólo a Bangui. Por eso voy a lugares donde los altos representantes del gobierno no pueden ir. Por supuesto, esto implica riesgos, aunque solo sea por el estado de nuestras carreteras, algunas de las cuales no se han reparado desde la independencia. Hace poco mi coche volcó en una de ellas… Pero nuestra vida es poca cosa comparada con las expectativas de la gente que pide apoyo espiritual.
El Papa Francisco visitó el país en 2015. ¿Tuvo efectos duraderos?
Sí, y reforzó la cohesión interreligiosa. Fue una visita de alto riesgo, pero el Papa fue acogido por todo el pueblo. Durante la misa que celebró en el estadio había católicos, protestantes y musulmanes. Uno de estos últimos incluso me dijo que el Papa había venido a liberarlos. ¡Para liberar a los musulmanes! Pertenecía a una comunidad encerrada en un barrio llamado “Kilómetro 5”, y que vivía con miedo a las represalias cristianas.
En 2015 celebrábamos el Año de la Misericordia, y el Papa abrió aquí una Puerta Santa, que fue un gesto que quedará para siempre en la historia del país. Estas Puertas Santas suelen limitarse a Roma. Esta es una puerta de vida y de perdón, que representa la visita del Sucesor de Pedro a nuestro país.
—Sylvain Dorient