En la República Centroafricana, la Iglesia trabaja para curar a la nación herida

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El obispo Nestor-Désiré Nongo-Aziagbia, SMA, encabeza la Diócesis de Bossangoa, en el noroeste de la República Centroafricana. Reflexiona sobre la terrible situación de su país, que sigue siendo destrozado por la violencia perpetrada por varios grupos rebeldes.

¿Cuál es la situación actual en la República Centroafricana?

La situación en el país es confusa. La Unión Africana y Rusia están tomando varias iniciativas. Los principales dirigentes de los grupos rebeldes de Seleka se reunieron recientemente en Nyamena, la capital de Chad, sin que las autoridades de ese país reaccionaran oficialmente.

En cuanto a la gente humilde, sufren la falta de seguridad. Actualmente, el 80% del país está en manos de grupos rebeldes armados, por lo que la mayor parte ya no está bajo el control del Estado. Hay alrededor de 15 grupos armados, entre los que se encuentran los Seleka, los RJ (Revolución y Justicia), los anti-Balaka. Solo están interesados en tomar el control de los valiosos recursos minerales, como el oro y los diamantes, y también codician el ganado. No tienen intención de tener acceso al poder, sino que simplemente aprovechan la crisis para enriquecerse. Es un negocio lucrativo.

¿Qué sucede con su propia diócesis?

Mi diócesis está en el noroeste del país, en la frontera con Chad, y solo somos 31 sacerdotes para una población de 700.000 habitantes. En diciembre de 2017 hubo enfrentamientos entre 2 grupos rebeldes, los Seleka y los RJ. Muchas personas perdieron todo y se refugiaron en Markounda. Hay un sacerdote católico viviendo allí y está tratando de fomentar una relación de confianza entre los refugiados, la población local y los rebeldes. Es arriesgado, y cualquier cosa podría pasar, pero es esencial para establecer la paz y la armonía. No hay ningún ejército del Gobierno allí, ni tropas de la ONU.

Mi prioridad diocesana es reconstruir iglesias y animar a los fieles a ser auténticos testigos de Cristo entre sus hermanos y hermanas. Hay 14 parroquias y 1 convento. Todos los edificios fueron objeto de destrucción, y hasta ahora hemos logrado reparar 5 iglesias.

¿Entonces no se trata de un conflicto entre cristianos y musulmanes?

Desde el comienzo de la crisis, la Conferencia Episcopal ha rechazado esta interpretación, al igual que otros líderes religiosos. Los grupos rebeldes seleka, que son principalmente musulmanes, luchan entre ellos por el control de los recursos primarios y el ganado. En el proceso no dudan en chantajear y explotar a los de su propia religión. Así que la religión no es más que un pretexto en este caso. Es, sobre todo, un conflicto político, económico y geoestratégico.

¿Cómo interpreta el ataque a la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en Bangui, el 1 de mayo de este año, que dejó 16 personas muertas y 99 heridas?

Este ataque fue un intento de provocar que el pueblo centroafricano se dirija hacia una guerra interreligiosa. Después de este ataque, en Bangui, muchos cristianos se enfurecieron y quisieron vengarse. El cardenal Dieudonné Nzapalainga, el arzobispo de Bangui, que se encontraba fuera en el momento del ataque, regresó apresuradamente e hizo una declaración tan pronto como regresó, apelando a los cristianos para que perdonaran y buscaran la reconciliación.

In Central African Republic, Church works to heal wounded nations http://bit.ly/2BHojyY
El Arzobispo Nzapalainga y el Imam Omar Kobine Layama

Algunos jóvenes, que se llaman a sí mismos católicos, se han unido al grupo anti-Balaka, que han sido descritos como “asesinos sin ley y sin fe” por el cardenal Nzapalainga. ¿Hasta qué punto su ignorancia y falta de formación representan un peligro?

Una genuina falta de educación y el hecho de que muchos de nuestros nominados cristianos viven en un estado de verdadera confusión espiritual representan un peligro. Estos jóvenes a menudo prosperan con las supersticiones

Desde hace una década, el sistema educativo es un fracaso. Los maestros profesionalmente capacitados son una rareza. Especialmente, en muchas zonas rurales, no hay ninguno. A veces, los padres, que no tienen educación, intentan ocupar su lugar. Como resultado de ello, el nivel general de educación está disminuyendo, lo que tiene un impacto directo en la capacidad de las personas para discernir la situación.

La educación espiritual es también extremadamente importante. En nuestro país trabajamos mucho con nuestros líderes laicos, los catequistas. Los candidatos para el puesto pueden ser difíciles de encontrar, porque en algunos pueblos no hay nadie que sepa leer o escribir. En tales condiciones, ¿cómo se puede entender y transmitir el significado de la Escritura?

¿Cómo se esfuerza la Iglesia por participar en el proceso de reconciliación nacional?

La Iglesia ha estado al frente de los esfuerzos por la reconciliación. La mayoría de los obispos, los sacerdotes, los hermanos y hermanas religiosos están involucrados en este proceso. Damos lugar a los refugiados y ayudamos a los necesitados, sin importar su religión. Organizamos reuniones de perdón y reconciliación, para que las personas puedan vivir en armonía y respeto por los demás.

Desde el principio de la crisis, hemos mantenido una plataforma interreligiosa en la que católicos, protestantes y musulmanes pueden trabajar juntos para ofrecer una respuesta común [Nota del editor: los protestantes representan alrededor del 45,6% de la población, los católicos el 20,4% y los musulmanes el 14,7%].

¿Intentar establecer la paz en un país inestable debe inevitablemente implicar riesgos?

Es un riesgo que forma parte de nuestra misión. Fui secuestrado en una ocasión, junto con algunos sacerdotes. El obispo de Bangassou fue amenazado. Varios sacerdotes escaparon por poco de la muerte en Bangassou, y algunos fueron asesinados en Bambari. Todo eso es parte de nuestra misión, como testigos de Cristo.

—Pierre Macqueron