Sacerdote estaba cautivo de ISIS: “Estoy viajando hacia la libertad”

Compartir esta noticia:

El monje sirio Jacques Mourad, en 2015, fue prisionero de ISIS durante 5 meses. Recientemente, habló de su experiencia en la Catedral de Notre Dame de París, durante la “Noche de los Testigos”, una iniciativa anual de la oficina francesa de Ayuda a la Iglesia que Sufre, la caridad católica internacional.

¿Cómo viví la experiencia de mi liberación tras haber sido tomado de rehén por un grupo de yihadistas, encarcelado durante casi 5 meses, frecuentemente amenazado con la decapitación, y luego de haber presenciado el secuestro y encarcelamiento de 250 de mis feligreses? ¿Había espacio para el amor en esta experiencia?

Padre Jacques Mourad

En Karyatayn (Al-Qaryatayn) había estado atendiendo a toda la gente desde el año 2000 y estaba a cargo de la parroquia católica siria, perteneciente a la Diócesis de Homs. Y sí, fue allí donde me secuestraron.

El 21 de mayo de 2015, un grupo de hombres enmascarados y armados invadió el monasterio de Mar Elian, del que yo estaba a cargo, tomándome de rehén junto con Boutros, que era entonces postulante en el monasterio. Nos mantuvieron prisioneros allí en el auto, en medio del desierto, durante 4 días, y luego nos llevaron a Raqqa, donde nos encarcelaron en un baño.

En el camino a Raqqa, [viajando] hacia lo desconocido, una frase que llegó y se quedó conmigo me ayudó a aceptar lo que estaba pasando y a abandonarme al Señor: “Estoy viajando hacia la libertad…” La presencia de la Santísima Virgen, nuestra Madre, y el rezo del rosario fueron mis otras armas espirituales.

Al octavo día, un hombre de negro, con la cara enmascarada, entró en nuestra “celda”. Al verlo me aterroricé y pensé que había llegado mi última hora. Pero, en cambio, para mi gran sorpresa, me preguntó mi nombre y se dirigió a mí con el acostumbrado saludo [árabe musulmán]: assalam aleïkum, que significa “la paz sea contigo”. Es una expresión reservada a los musulmanes y prohibida a los no musulmanes (porque no puede haber paz posible con quienes se oponen a ellos). Y sobre todo porque los cristianos son considerados como incrédulos y herejes (kouffar).

Luego, entabló una larga conversación, como si quisiera conocernos mejor. Cuando tuve el valor de preguntarle por qué nos mantenían prisioneros, me sorprendió su respuesta: “Considéralo como un retiro espiritual”.

Permanecimos prisioneros en ese baño durante 84 días. Casi todos los días venían a mi celda y me interrogaban sobre mi fe. Vivía cada día como si fuera el último. Pero no vacilé. Dios me concedió dos cosas: silencio y amabilidad.

Fui maltratado, amenazado varias veces con la decapitación y sometido a una ejecución simulada por negarme a renunciar a mi fe. En esos momentos, las palabras de nuestro Señor resonaron dentro de mí: “Te basta con mi gracia, pues mi fuerza se perfecciona en la debilidad…” Y en medio de esta situación también me alegré de poder vivir concretamente estas palabras de Cristo, del Evangelio de San Mateo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os odian y rezad por los que os maltratan y os persiguen”.

El 4 de agosto de 2015, ISIS tomó el control de Karyatayn y a la mañana siguiente, al amanecer, tomó como rehén a un grupo de cristianos, unas 250 personas traídas de una región cercana a Palmira. Obviamente, no sabíamos nada de lo que estaba pasando, ya que habíamos estado aislados del mundo. El 11 de agosto un jeque saudí entró en nuestra celda. Me dijo: “¿Usted es Baba Jacques? ¡Venga conmigo! ¡Nos han taladrado los oídos hablando de ti!” Condujimos por el desierto durante unas 4 horas. Cuando llegamos a un recinto cerrado por una enorme puerta de hierro, los cristianos de Karyatayn estaban a mi alrededor, asombrados de verme. Fue un momento de indecible sufrimiento para mí, y para ellos un momento extraordinario de alegría y dolor. De alegría porque nunca esperaban verme sobrevivir, y de dolor por las condiciones en las que nos habíamos vuelto a encontrar.

20 días después, el 1 de septiembre, nos llevaron de vuelta a Karyatayn, libres otra vez, pero con la prohibición de salir de la ciudad. Para decirlo de otra manera, fue un regreso a la vida, pero no a la libertad. Pero ya un regreso a la vida, ¡qué milagro! ¡No pude evitar maravillarme con ello!

Incluso se nos permitió celebrar nuestros ritos religiosos, con la condición de que no hiciéramos publicidad del hecho. Unos días después, cuando uno de mis feligreses murió de cáncer, fuimos al cementerio, cerca del monasterio de Mar Elian. Fue entonces cuando descubrí que había sido destruido. Extrañamente, no reaccioné. El 9 de septiembre, en la fiesta de Mar Elian (San Julián de Edesa), me di cuenta de que Mar Elian había sacrificado su monasterio y su tumba para salvarnos.

En la noche del 9 de octubre, sentí que había llegado el momento de partir. Y a la mañana siguiente, con la ayuda de un joven musulmán, pude huir de Karyatayn, a pesar de los peligros que ello implicaba. Y aquí, de nuevo, la mano misericordiosa de Dios y la Virgen María me protegieron y acompañaron. Ayudado por este musulmán local, pude pasar por un puesto de control controlado por los yihadistas, sin que me reconocieran o me atraparan.

Fue ese día, 10 de octubre de 2015, en ese camino del desierto, que la palabra “libertad” realmente volvió a mi casa, una vez más.

Esta sed de libertad no es solo mía. Es la de todo el pueblo sirio. Muchos países europeos y americanos han abierto sus fronteras a los refugiados sirios y los han acogido. Miles de sirios que han huido de la muerte se han refugiado en estos países porque anhelan la vida y anhelan la libertad.

Sin embargo, no puedo cerrar los ojos ante las contradicciones que vemos en estos países en guerra. En el camino hacia la libertad debemos hacernos esta pregunta crucial que Poncio Pilatos dirigió a Cristo: “¿Qué es la verdad?” Dicho esto, salió de nuevo a hablar con los judíos y les declaró: No encuentro en él ningún motivo de condena“.

Pilato representaba al Imperio romano, un símbolo del mundo entero que ha decidido matar a Cristo. Nada ha cambiado. ¿Cuánto tiempo seguiremos negándonos a entender el mensaje de nuestro Dios? ¿Cuánto tiempo más debe seguir nuestro mundo siendo gobernado por pequeños grupos que solo buscan su propio interés?

Es hora de reaccionar contra los temores de una tercera guerra mundial. Ha llegado el momento de una revolución de paz contra la violencia, contra la fabricación de armamento, contra los Gobiernos que constantemente encuentran razones para la guerra en todo el mundo, pero sobre todo en Medio Oriente.

En cuanto a Europa, es hora de que la comunidad musulmana adopte una posición clara e inequívoca con respecto a la violencia que crece y se propaga. Para ellos, también, el miedo es un factor paralizante que los encadena. Su silencio se está convirtiendo en el signo de un acuerdo manifiesto y aparente frente a la violencia que se está desarrollando.

A pesar de todo lo que las organizaciones humanitarias están haciendo por el pueblo sirio, todavía hay familias que viven en condiciones terribles, fuera de los campamentos de refugiados, por falta de espacio. No son aceptadas allí, están sin hogar, no tienen nada.

Dios no solo nos pide que seamos sensibles a las necesidades materiales de los pobres. Se nos presenta un pueblo que sufre, un pueblo herido que lleva una carga muy, muy pesada, que grita con Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Gente que grita con David en el Salmo 51: “misericordias domini”

Esta guerra debe terminar, queremos volver a nuestros hogares aunque estén en ruinas. Tenemos derecho a vivir, como todos los demás en el mundo. ¡Queremos vivir!