Siria: una joven cristiana en Homs llega a la mayoría de edad a la sombra de la guerra

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MARIE-ROSE JARROUJ (23), de origen griego ortodoxo sirio, es estudiante de Ingeniería y vive con su familia en el barrio Al-Hamidiya de la antigua ciudad de Homs, que tiene mayoría cristiana y es una de las zonas más dañadas. Aquí habla de la mayoría de edad durante la guerra civil de su país, entre otras cosas:

Marie-Rose

“Mi familia vino de la aldea de Ein al-Wadi, pero hemos estado viviendo en Al-Hamidiya por mucho tiempo. Cuando la guerra comenzó en Homs, en 2011, la primera zona afectada fue la zona de Bab Saba, donde se encontraba mi escuela. Yo estaba en secundaria en ese momento y tuve que mudarme a otra escuela. Hubo manifestaciones todos los viernes, y también durante diferentes noches. Había voces fuertes que provocaban tensión y ansiedad; teníamos miedo y buscábamos refugio en una habitación o en la cocina. También rezábamos, cantábamos, repetíamos himnos, reíamos y jugábamos con mi sobrinito.

Mi madre, mis hermanas y yo también nos refugiamos en el coro de la iglesia. De hecho, a medida que la crisis se intensificó, mis actividades en la iglesia también se redujeron. Mi principal objetivo era estudiar. Sentía que la educación y el conocimiento eran las únicas armas que podía conseguir en ese momento, así que insistí.

Solíamos ir a la Iglesia de San Jorge, en Al-Hamidiya; esta iglesia estaba muy dañada, como la mayoría de las iglesias en Homs, pero gracias a Dios están haciendo refacciones en la mayoría de las iglesias de la ciudad. También estuve involucrada en actividades sociales, culturales, espirituales y recreativas con la Iglesia evangélica. Las diversas denominaciones tienen mucho en común. Tenemos que vivir con los demás en armonía y cohabitar con ellos en todos los detalles de la vida; tenemos muchos amigos musulmanes y hay visitas familiares entre nosotros. No es correcto preguntarle al otro: ‘¿cuál es tu religión?, ¿cuál es su doctrina?’. Debemos tratarnos humanamente sin importar la diferencia entre nosotros. Esa es la realidad de nuestra sociedad.

Mi madre es una doctora que trabaja en el Hospital Nacional de Homs, y el camino hacia su trabajo se ha vuelto precario. Trabaja en la sala de emergencias, día y noche, sin horarios específicos. Durante 2011-2012, mi madre sobrevivió a los francotiradores muchas veces, pero desafortunadamente nuestro conductor familiar murió. Cuando llevaba a los colegas de mi madre al trabajo le dispararon en la cabeza.

El peligro estaba muy cerca de nosotros todos los días; mi madre no dejaba que mi padre la acompañara para que los dos no corrieran peligro juntos. Así que ella no abandonó sus deberes humanitarios en el trabajo, y yo no abandoné mis estudios.

Nos refugiamos en nuestra casa del pueblo, donde pasábamos las vacaciones. Volví a cambiar de escuela y permanecimos allí durante varios años. Seguimos las noticias y nos enteramos de que Al-Hamidiya estaba siendo destruida; nuestra casa, con todos los recuerdos, sufrió terribles daños.

Nuestra casa estaba situada en la primera línea de fuego. Gracias a Dios, durante todo ese período, nadie de mi familia resultó herido. Luego, hace unos 2 años, pudimos volver a Al-Hamidiya y vimos nuestra casa por primera vez después de varios años; ya no era una casa, necesitaba ser reconstruida completamente. Gracias a Dios, hay asociaciones que, en coordinación con la Iglesia, están apoyando a las familias afectadas, y ahora nuestra casa está siendo restaurada. Toda la zona está volviendo gradualmente a la vida.

Todo el tiempo, mis maestros, que también fueron desplazados de sus hogares, vinieron a nuestra casa en el pueblo y me dieron clases particulares, para que pudiera completar la escuela secundaria. Me gradué con buenas notas y me inscribí para estudiar Ingeniería. Quiero ser ingeniera como mi padre.

Esto me permitirá contribuir con la reconstrucción de Siria, mientras se recupera de la devastación de la guerra. Homs necesita las energías y experiencias de jóvenes, no solo en lo que se refiere a estudios, sino también en el ámbito social, psicológico y humanitario. Estoy tratando de ampliar mi participación en este proceso; además, dada la mejora gradual de la situación, mi participación en las actividades de la Iglesia ha vuelto a aumentar.

Lo que sucedió en Homs fue muy duro. Sin embargo, no pensamos en emigrar porque tenemos fuertes compromisos aquí y lazos con nuestra comunidad local: la idea de emigrar era totalmente inaceptable para mi padre. Se siente arraigado a esta tierra y dejar Siria no es para él.

Yo tengo mucha fe en Dios y no recuerdo los días en que estaba triste; siempre llevaba mi vida cotidiana, como debe ser. Hoy en día, el peligro sigue estando cerca, pero siempre digo: ‘Dios está conmigo’. Gracias a su misericordia, nuestra situación de vida es ahora mucho mejor. La seguridad, la electricidad y el agua han vuelto a Homs. Gradualmente, la vida ha comenzado a volver a la ciudad; las calles y los caminos han vuelto a estar un poco congestionados, lo que contiene la promesa de que el mañana será ciertamente mejor.”