Siria: ‘Que el Señor los perdone, es todo lo que puedo decir’
“De un día para otro nos vimos obligadas a abandonar nuestra gran escuela, recién construida y preciosa, en la carretera del aeropuerto de Damasco”, recuerda la hermana Jihane. El lugar donde esta la escuela Al-Riaya que la congregación dirigía en las afueras de Damasco se convirtió en zona de guerra. Además de la propia escuela, las monjas también perdieron a seres queridos en los combates. “Perdimos a una joven profesora y a una alumna, por no hablar de todos los heridos”, cuenta la monja a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).
Una de las alumnas de la escuela, Christine, de 15 años, volvía a casa del colegio con una compañera cuando una bomba detonó cerca de ellas. Christine perdió un pie, pero su amiga murió. La hermana Jihane recuerda que cuando Christine estaba en el hospital y un canal de televisión la entrevistó, dijo con voz tranquila: “Que el Señor los perdone, es todo lo que puedo decir”.
Un día, se impidió a los alumnos y profesores volver a la escuela para recoger sus pertenencias. La dirección se vio obligada a buscar aulas alternativas en las que enseñar a sus alumnos con seguridad.
A pesar de todos estos años de sufrimiento, guerra y dolor en este país, la Hermana Jihane dice que lo más importante ha sido mantener la fe, para tener algo de paz interior. En este sentido, explica, María, madre de la reconciliación, es un ejemplo para todos los cristianos sirios. “En medio de toda esta oscuridad siempre ha habido lugar para la esperanza que nos guió y nos ayudó a levantar la mirada, superar nuestro deseo de venganza y transformarnos. Fue nuestra fe en Dios y en la presencia de la Virgen María, que permaneció junto a la Cruz. Ella se mantuvo firme y sacó fuerzas de su Hijo”, dice la hermana Jihane.
Cuando terminó la guerra en la región de Damasco, las monjas volvieron para reconstruir y reabrir su escuela. Ayuda a la Iglesia que Sufre ayudó a financiar un sistema de desalinización para la escuela de Al-Riaya, así como el mobiliario de la escuela.
—Carlos Rosas-Jiménez