Un año después de la explosión en Beirut, las heridas del Líbano se agravan

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EL 4 DE AGOSTO de 2021 ha sido designado por el Consejo de Ministros libanés como día de luto nacional y festivo. Se espera que grandes multitudes se reúnan en el puerto de Beirut para una ceremonia presidida por el patriarca maronita, el cardenal Béchara Raï.

Para la gente de a pie, ya abrumada por la profunda crisis que aflige al país desde octubre de 2019 —corrupción generalizada, infraestructuras públicas en decadencia, hospitales al borde del colapso ante la persistente pandemia de COVID-19— sigue sin haber luz al final del túnel. En los hospitales, muchas de las enfermeras ya se han ido a trabajar al extranjero, y lo mismo ocurre con muchos médicos, que se han ido o están intentando irse. Los profesores de escuelas católicas, ante un salario que ya no alcanza ni para alimentar a sus familias, también renuncian con la esperanza de emigrar. A finales de 2020, se habían presentado más de 380 mil solicitudes de documentos de emigración en las embajadas de los países de la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos.

Mucho más de la mitad de la población vive ahora por debajo del umbral de la pobreza, y hoy se puede decir que incluso en la indigencia. En la escuela de la Sagrada Familia de Jounieh, a unos 14 kilómetros de Beirut, la hermana Eva Abou Nassar, directora administrativa del centro, informó de que ya ha perdido unos 20 profesores en junio y julio. “La mayoría de ellos quieren emigrar, ya que simplemente no pueden llegar a fin de mes. Su poder adquisitivo ha disminuido drásticamente. Mientras que antes de la crisis un salario inicial de 1 millón, 525 mil libras libanesas equivalía aproximadamente a mil dólares, con el colapso de la libra libanesa esa misma cantidad no vale ahora más que 80 dólares estadounidenses. Un profesor con experiencia gana el doble, pero sigue siendo demasiado poco”.

Como el Líbano debe importar casi todo, todo tiene que pagarse en dólares. Dice la hermana: “Una lata de leche infantil —y se necesitan dos cada semana— cuesta 250 mil libras libanesas. Y alquilar un generador (ya que el suministro público de electricidad solo funciona entre dos y cuatro horas al día) cuesta 600 mil libras libanesas al mes, mientras que el salario mínimo es de solo 675 mil libras libanesas. Conseguir una pieza de recambio para el coche puede costar hasta cuatro meses del salario promedio. Algunas familias de Jounieh, una ciudad que no suele considerarse pobre, salen temprano por la mañana, para no ser vistas, ¡buscando comida en los cubos de basura!”

En el muro que bordea la carretera que discurre por la orilla del puerto están inscritos los nombres de los “mártires” que murieron a causa de la explosión, junto con fotos de niños, ahora ya descoloridas por el paso del tiempo. Cerca de las ruinas de lo que queda de los enormes silos de grano que fueron destruidos por la explosión de unas 2 mil 750 toneladas métricas de nitrato de amonio que habían sido almacenadas en un hangar sin la debida supervisión desde 2014, (grave irresponsabilidad por parte de las autoridades, que siguen negando su responsabilidad y culpándose mutuamente), se alza ahora una inmensa escultura de metal retorcido, una forma humana con una paloma de metal en el extremo de un brazo extendido.

“Fue erigida por los manifestantes de la thawra —la revolución— que llevan protestando contra el gobierno desde octubre de 2019. La gente no aguanta más a la clase política, que se ha repartido el botín entre ellos sin pensar en las necesidades del pueblo”, explica Wajih Raad, un abogado local.

Estatua que marca la explosión en Beirut; al fondo, los silos destruidos (Jacques Berset)

“El Papa Francisco nos ha dado la esperanza de poder afrontar esta crisis, con su llamamiento a la Iglesia universal para que no nos deje hundir. El Papa no va a abandonar a la Iglesia en el Líbano. Estamos recuperando cierto grado de confianza, a pesar de todas las dificultades. ¿Por qué debemos temer a los demás cuando tenemos nuestra fe en Jesucristo? La levadura puede ser poca en cantidad, pero puede fermentar todo el pan”. Esta es la conclusión del padre Raymond Abdo, provincial de la Orden de los Carmelitas Descalzos en el Líbano.

Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN Internacional) ha apoyado al pueblo libanés desde el otoño de 2019, para ayudar a aliviar el impacto de la crisis económica y de la explosión del 4 de agosto de 2020. En 2020, ACN ha invertido más de 3 millones de dólares para la reconstrucción de las infraestructuras pastorales destruidas por la explosión, y otros 2 millones, setecientos mil dólares en ayuda de emergencia, junto con otras ayudas para apoyo pastoral, transporte, subsistencia básica, etc.

Para ver un mensaje de los líderes cristianos del Líbano, haga clic aquí.

—Jacques Berset