Un pastor fulani mata a su marido y la deja destrozada

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EL 26 DE OCTUBRE DE 2021, UNOS PASTORES FULANI MATARON AL MARIDO DE EMBER AMEE, DE 20 AÑOS. Ella estaba embarazada en ese momento y llegó a casa para encontrar a su marido en un charco de su propia sangre, y a pesar de su embarazo, los pastores fulani también la atacaron. Un machete la hirió en el hombro, la espalda y la cabeza, y perdió tres dedos. Ella y su bebé solo sobrevivieron porque ella fingió estar muerta. Como consecuencia de esta violencia, la salud mental de Ember está gravemente deteriorada. Sufre episodios maníacos y es estigmatizada por su comunidad. Ember habló de sus experiencias con Ayuda a la Iglesia que Sufre.

El 26 de octubre de 2021 es un día que intento olvidar. Aquel fatídico día, mi marido y yo estábamos cultivando cerca de nuestro pueblo. Yo estaba en estado avanzado de embarazo. Mi marido se dio cuenta de que estaba triste y me preguntó cuál era el problema. Le contesté que no lo sabía, pero que me sentía triste e inquieta, y confundida en mis pensamientos. Sentía como si estuviera a punto de perder algo muy querido para mí. No entendía lo que sentía. Unos minutos después, tenía sed y le dije a mi marido que iba a por agua. Me dio un beso de despedida y me dijo que no me ausentara mucho tiempo. Le respondí con una sonrisa, sin saber que aquella sería la última vez que oiría su voz o le vería.

A mi regreso, no pude encontrar a mi marido, pero al principio no me preocupé. Miré a mi alrededor, pero no había rastro de él en ningún lugar de la granja. Entonces me puse tensa y preocupada; empecé a gritar su nombre repetidamente. Corrí de un lado a otro de la granja. De repente, oí una respuesta desde el otro extremo de la granja. Para confirmar que era realmente una voz lo que oía, volví a llamarle y obtuve de nuevo una respuesta. No parecía la voz de mi marido y empecé a preguntarme qué le habría pasado.

Empecé a caminar hacia el lugar de donde procedía la voz. Aunque no estaba totalmente convencida de que fuera la voz de mi marido, estaba decidida a ir a ver qué pasaba. Cuando llegué, vi a mi marido tendido en el suelo, sin vida, asesinado a sangre fría. Su cadáver estaba rodeado por ocho pastores fulani.

Uno de ellos se hizo pasar por mi marido. Fue él quien me atrajo hasta donde estaban ellos. Fue como si mi corazón dejara de latir y de repente se me pusieran los pies fríos y se me pusiera la piel de gallina por todo el cuerpo. Pensé en mi embarazo y lloré desconsoladamente. Sentía mucho dolor. Cuando vi que venían hacia mí, empecé a correr, pero la suerte no estaba de mi lado. Resbalé y me caí.

Ember

Uno de ellos me apuntó al estómago con el machete, pero rápidamente utilicé las manos y la cabeza para proteger a mi hijo. Sentí un corte en el hombro tan doloroso que ni siquiera pude gritar. Abrí la boca, pero no salía ningún sonido. Con la mano izquierda intenté detener la sangre. Cuando lo vieron, uno de ellos me cortó tres dedos de la mano izquierda.

Nunca me había sentido tan miserable. El dolor que sentí en ese momento no se puede comparar con nada en la Tierra. Sentí otro corte en la nuca. Debido a la herida, de repente me sentí mareada. Vi a uno de ellos con un cuchillo en la mano; levantó el brazo para apuñalarme, pero yo me hice la muerta. Esa, sin duda, fue mi salvación. Oí que uno de ellos decía: “¡Se yem! Ve kype cii!” Eso significa: “¡Vámonos, ya están muertos!”. Cuando los fulanis se marcharon, un aldeano que había estado observando desde un escondite me llevó al hospital. No tengo palabras para agradecer a Dios que mi bebé estuviera a salvo en el vientre materno y que me perdonara la vida.

Pero hoy olvido las cosas con facilidad y a veces me comporto como una loca. Sin embargo, sigo estando agradecida a Dios por haberme mantenido con vida. He aprendido a adaptarme y a afrontar este trauma que probablemente me dure toda la vida.

¿Es la primera vez que se enfrenta a la violencia fulani?

No ha sido la primera vez, ni tampoco la última. Ha habido una serie de ataques contra mi aldea, y la verdad es que perdí la cuenta de cuántas veces nos atacaron. Y siguen haciéndolo, sin que nadie los detenga.

¿Ha habido alguna vez armonía entre los granjeros cristianos y los pastores fulani?

Que yo sepa, no. La relación ha sido inestable desde tiempos inmemoriales; siempre hemos tenido una relación de perro y gato. Los granjeros cristianos hemos tendido la mano en señal de amistad a los pastores fulani en varias ocasiones, pero ellos seguían quebrantando nuestra confianza. Seguían rechazando nuestro gesto de amistad traicionándonos y matándonos en cualquier momento. Estamos muy cansados de esto.

¿Vive en un campo de desplazados internos?

Sí, vivo en el campo de desplazados internos de Ortese, en el estado de Benue. Acabo de mudarme al campamento. Después del ataque, me alojaba en uno de los pueblos vecinos, pero hace poco esa comunidad también fue atacada. Entonces pude acudir a la diócesis, que se ocupó de mí durante días y luego me trasladó al campamento. No puedo volver a mi pueblo porque ahora está dominado por los pastores fulani.

¿Qué tipo de servicios presta la Iglesia?

La Iglesia ha hecho lo que ha podido. Nos traen comida, ropa y artículos de aseo, fortalecen nuestra fe con sus oraciones y celebran la misa para nosotros.

¿Cuáles son sus perspectivas de futuro?

Ahora estoy aprendiendo corte y confección y a hacer vestidos bonitos. Tengo la esperanza de que, cuando termine, podré montar una tienda y mantenernos a mi hijo Myton y a mí.

¿Piensa volver alguna vez a la agricultura?

Me encanta la agricultura, pero ahora que estoy discapacitada, no estoy segura de que pueda volver a dedicarme a ella. Mi mano izquierda no funciona correctamente debido al corte que me hicieron en el ataque.

¿Su fe ha sido una fuente de fortaleza para usted?

Mi fe me ha mantenido en pie; es la razón por la que estoy viva y sigo respirando. Sigo adelante, a pesar de mi situación. Sigo confiando en Dios, a pesar de todo lo que he pasado, y espero que pronto ocurra lo mejor.

¿Considera la posibilidad de perdonar a sus agresores?

Sí, los perdonaré; como cristianos, se nos enseña a perdonar a quienes nos ofenden para que nosotros también seamos perdonados. Así que les he perdonado por todo el dolor que me han infligido.

Ayuda a la Iglesia que Sufre apoya la labor de la diócesis de Makurdi, Nigeria, que acude en ayuda de los desplazados internos en 14 campamentos y en 13 comunidades de acogida.

Además de prestar atención pastoral, la Iglesia local proporciona asesoramiento en casos de trauma, becas para que los niños puedan continuar su educación, así como alimentos y otras formas de ayuda humanitaria. En 2022, los pastores fulani atacaron 93 aldeas del estado de Benue y mataron a 325 granjeros.

—Patience Ibile